Entrevista a Lisandro González

Poemas “al corazón de ese cielo”

Ediciones UNL acaba de publicar la obra que obtuvo el Premio Provincial de Poesía José Pedroni en el año 2013, correspondiente a la categoría Obra Inédita. Se trata de “Poemas lumbares”, de Lisandro González, destacado poeta rosarino.

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Francisco Bitar. Foto: Flavio Raina

 

De la Redacción de El Litoral

—¿Cómo se gestaron estos “Poemas lumbares”?

—Surgieron durante un episodio de hernia de disco que comenzó en 2010 y me mantuvo prácticamente postrado varios meses en mi casa salía nada más que para el tratamiento-. Aparecieron entre la saturación del encierro (y la paciencia de mi familia) espacios nuevos que cuajaron en estos poemas (concretamente los de la primera sección, “La apariencia de los objetos o elementos nocturnos”). Mi hábitat era el living, ya que podía dormir únicamente en un sillón. La segunda parte del libro (“La película que somos”) corresponde a textos posteriores, todos ellos acrósticos, que incluyen a familia, amigos y algunos poetas.

—A propósito de los acrósticos, los poemas de tu libro anterior, “La política del otoño”, son todos haikus y en “Los cauces vacíos” incluiste una serie de sonetos. ¿Cómo ves la cuestión de la forma en tu poesía?

—Se ha dicho que la dificultad mayor del verso libre es que tiene que lograr sostenerse sin una forma que le brinde una estructura externa. Pese a ello reconozco que a mi oído de lector contemporáneo le resulta normalmente más difícil entrar en un poema con métrica y con rima que a uno de verso libre (una alternativa interesante, que trabajó por ejemplo Vicente Barbieri, resulta la poesía sin rima pero medida). Sin embargo, si bien no es mi ambiente natural, quise experimentar con la posibilidad de los sonetos y los haikus. Pero los acrósticos no pasaron por una cuestión formal. Creo incluso que los dos primeros fueron escritos para Fernando Marquínez y Fabricio Simeoni y, a partir de la gestación de estos textos, surgió la idea de ampliar la serie. Y no descarto en algún momento poder continuarla.

—El jurado que premió al libro expresó que “unas celdillas verbales de tercetos en verso libre dan cuenta de una intensidad en la percepción y en la experiencia que se condensa allí. Luego los poemas se abren a una forma más dilatada, no estrófica, de una narratividad contenida que se asemeja a las celebraciones de lo viviente en un retorno inusitado del género de la oda, aunque sin objetos fijos”. ¿Podés decir algo de esto?

—Además del orgullo personal inevitable por el comentario creo que, al menos en la intención explícita de los poemas, la percepción y la experiencia resultaron claramente centrales en los textos de la primera sección, conforme al origen ya señalado, y que la oda en cuanto modo de alabanza está presente en los acrósticos.

—Un par de referencias a la música en este libro. Y otras tantas en los anteriores. ¿Cómo juega en tu vida y en la escritura la música?

—En “Poemas lumbares” hay un pequeño texto que hace de bisagra entre las dos secciones, escrito precisamente a partir de un tema instrumental de una banda australiana de post rock, Dirty Three (“Yo arrojo este poema/ Al corazón de ese cielo// Y cierro los ojos/ Por si cae en medio de la cara”) . Y en otro aparecen mencionadas dos tapas de discos de Dylan. No es causal porque la música ha estado siempre integrada a mi vida y me ha acompañado mucho. Básicamente el rock y, de más grande, también el jazz. Siempre ha estado latente el deseo de poder hacer música pero soy completamente nulo. Es un amor no correspondido pero que al menos se torna referencia en la poesía.

—A pesar de tus inquietudes religiosas, no parece la tuya una poesía específicamente “religiosa”.

—Obedece seguramente a una cuestión en cierto modo apriorística que tiene que ver con evitar la escritura panfletaria. Vallejo decía precisamente que el poeta socialista no debía provocar el poema al servicio de la propaganda, sino que debía ser “una función natural y simplemente humana de la sensibilidad”. De todos modos hay ejemplos de poetas contemporáneos que abordaron la temática religiosa excelentemente, como Fijman o Viel Temperley. Hasta ahora lo más directo que he sido fue en el material incluido en las antologías colectivas “19 de fondo” y “Fin zona urbana”. Un texto que está en la segunda, además de las referencias religiosas que posee, también resulta uno de los poemas más políticos que escribí.

—No hay demasiado barro, grasa y malas palabras en tus poemas. ¿Es esto una carencia?

—No sé si una carencia, pero quizá sí una limitación. Un registro que, al menos hasta ahora, me resulta esquivo.

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Lisandro González.

Foto: Archivo El Litoral