La lírica de Rodolfo Godino
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Foto: Archivo El Litoral
La lírica de Rodolfo Godino
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Foto: Archivo El Litoral
por Cecilia Romana
El 14 de enero murió en Buenos Aires Rodolfo Godino. Era cordobés, nacido en San Francisco en 1936, poeta: humilde, sereno, con una fuerza incontenible que lo hacía escribir y, también, mantenerse a salvo de las modas, de la gente, de las lecturas masivas.
A pesar de haber ganado los premios más prestigiosos del país el Municipal, el Iniciación Nacional, el del Fondo Nacional de las Artes, entre muchos otros-, su poética permanecía en un secreto misterioso que sólo era entendido por poetas y amigos. Pero su obra, lejos de lo que podría pensarse, no era compleja ni abigarrada. No. Godino fue un poeta de la cotidianidad, de esos seres originales que se pasan la vida tratando de nombrar lo inenarrable, reconociendo siempre que lo maravilloso no es una condición extraña al hombre, sino una manera de mirar los días y las cosas, una forma peculiar de entendimiento, una intuición.
Gran parte de sus libros fueron publicados en Córdoba, bajo el auspicio de Pablo Anadón, quien a través de la colección Fénix de Ediciones del Copista, dio a conocer, por nombrar algunos: Centón (1997), Elegías breves (1999), Ver a través (2001), Estado de reverencia (2002), y Viaje favorable, una antología que reunió los poemas escritos por Godino de 1954 a 2004.
Su tono no era distante, todo lo contrario, era ameno, calmo. Su voz era igual. Siempre generoso con los más jóvenes, estaba dispuesto a conversar sobre poesía con quienes recién se lanzaban a la aventura de escribir, los nuevos, inexpertos. Le gustaba mucho la ciudad, pero hacía años que vivía en un sitio verde y amplio, desde donde realizaba llamadas telefónicas relámpago a sus amigos poetas para conversar sobre libros recientes, artículos en revistas, lo que fuera que tuviera letras y originalidad.
Su último libro salió en 2012, Práctica interna, sin embargo, poemas inéditos suyos aparecieron en la revista Hablar de poesía con motivo de un nuevo aniversario de la publicación que hace años lleva adelante Ricardo Herrera, amigo de Godino, tan generoso y entusiasta como él.
En Estado de reverencia, quizás el libro más intenso del cordobés, están los versos agudos y vitales que mejor describen su obra:
“Se ha trabado/ el eje del gallo sigiloso/ que sobre las tejas/ tanto volara entre lloviznas/ de polvo canicular. Ahora/ una falsa línea del sur cruza/ el orden de los ciruelos,// vuelve borroso en qué punto/ nace el viento que conocimos,/ hacia dónde empujará su excitación/ si entre columnas o casuarinas/ comienzo a citarte/ por tu nombre de ayer”.
En un momento de quiebre poético, Godino decidió seguir escribiendo, por eso la máquina de su lírica no se apagó en los primeros años de 2000, ni se iba a apagar ahora, ya que tenía un libro casi listo para que saliera publicado pronto.
Rodolfo Godino nos saludó de golpe y se fue. Él hubiera preferido, seguramente, avisar antes. Era educado, cariñoso. Pero el mundo tiene otras reglas, las mismas que el poeta esquivó mediante su escritura, ésas que se lo llevaron este 14 de enero sin decir agua va.