BERNARD NOEL

La poesía como forma de resistencia

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Bernard Noel

Foto: Archivo

POR ALICIA GARCÍA DE FRANCISCO

(EFE)

En la actual sociedad de consumo, en la que existen todas las razones para sublevarse pero nadie se mueve, la poesía, pese a su escasa existencia, “es el mejor modo de resistir” porque es “inconsumible” materialmente. Ésa es la filosofía del escritor y poeta francés Bernard Noël.

A sus 84 lúcidos años, Noël visitó Madrid para presentar la publicación en español de tres de sus principales trabajos: “El resto del viaje” (1997), “La enfermedad de la carne” (1988) y “Diario de una mirada” (1988), una pequeña parte de la vasta obra de este poeta, escritor, crítico de arte, historiador y traductor.

De toda su producción, asegura preferir los siete monólogos que ha escrito y que se van a reunir en un único volumen que se publicará en noviembre, frente a la poesía, que es, aseguró entre risas, “menos seria” y cuya poca presencia actual le plantea muchas preguntas.

“No dudo de su interés y pienso que es el mejor medio de resistir a la sociedad de consumo, porque en el fondo la poesía es inconsumible en ese sentido. Resiste por sí misma”, reflexionó Noël, muy crítico con la actual y fácil sociedad de consumo por la que nos dejamos alienar.

Un problema general de la poesía, de la literatura, de todas las artes que precisan de esfuerzo.

“No podemos leer sin hacer el esfuerzo de leer, cuando vivimos en un mundo en el que los medios no demandan ningún esfuerzo, la gente se sienta, presiona un botón, abre los ojos y ya está. Para leer un libro hay que hacer el esfuerzo de leer, pero yo pienso que en todas las relaciones humanas, si no hay esfuerzo de relación, no hay nada”, reflexionó.

“Lo grave -aseguró- es que los dos circuitos de expresión del ser humano, la boca y la oreja, están polarizados por el espectáculo televisivo y no deja ningún espacio a la distracción”.

Para acabar con esa atonía, hay que enseñar a los jóvenes a interpretar la literatura, que sepan que cada lectura hace un libro diferente.

“Es más interesante enseñar eso que hablar de autoridad”, asegura el que está considerado uno de los principales poetas contemporáneos de Francia, con premios en su haber como el Antonin-Artaud, el Guillaume-Apollinaire o el Gran Premio Nacional de Poesía.

Pese a todo, considera que también en esta época se producen cosas interesantes, como en cualquier momento. “Nos damos cuenta de ello inmediatamente o más tarde, eso no se para. Como la vida no se para, la escritura tampoco, la invención tampoco, simplemente hay cosas que predominan y por ahora es el consumo lo que predomina, la cultura de consumo que es la negación de la cultura”.

El cambio de esa situación depende enteramente de nosotros, resalta el poeta, para quien es “lo más precioso en los humanos, la capacidad de reflexión, lo que antes llamábamos espíritu, lo que nos hace débiles”. Una capacidad de reflexión que muestran los escritores, los artistas, aunque a veces no sea apreciada en el momento, y recuerda a los clásicos del XVII, como Molière o Pascal, que no fueron leídos por mucha gente, lo que no impidió que cambiaran el espíritu del siglo siguiente.

“No hay que desesperarse. Puede que sea la desesperanza la que tenga algo que enseñarnos, porque la esperanza está un poco jodida”, agrega.

Y eso es lo que trata de comunicar en la que considera la obra central de su carrera, “Diario de la mirada”.

“La observación de la mirada es el centro de mi trabajo tanto en la pintura, como en la política y sin duda también en la poesía (...) a partir de ella se desarrolla el resto”, explica sobre una obra que en realidad es un cuaderno de notas sobre la mirada y la palabra, sobre lo visible y lo invisible, sobre la realidad y el pensamiento.

“Lo considero el centro no de mi pensamiento, lo que resultaría pretencioso, pero sí de mi trabajo”, aseguró jovial.

 

“Lo más precioso en los humanos es la capacidad de reflexión, lo que antes llamábamos espíritu, lo que nos hace débiles”.