Las cartas de Juan Calfucurá

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Sello y firma de Juan Calfucurá.

 

Por César Celis

El tono de algunas cartas que le enviaban los militares argentinos indica claramente quién tenía el poder en aquella tierra, al menos a mediados del siglo XIX: Juan Calfucurá, el célebre cacique de las pampas que llegó a comandar en Neuquén una Confederación de Salinas Grandes. Nacido en Chile entre 1790 y 1800, luchó en las guerras de Independencia junto a las tropas de Manuel Bulnes. A partir de 1834 se instaló definitivamente en las Salinas argentinas, con la anuencia de Juan Manuel de Rosas. Después de Caseros hizo alianza con el general Urquiza contra el gobierno de Buenos Aires, y trabajó para coaligar a todas las tribus mapuches de los dos lados de la cordillera. Tras la batalla de Pavón aceptó la alianza con los porteños, especialmente con Mitre. Figura de primer plano en la Guerra de Fronteras, falleció quince años antes de la Conquista del Desierto. Fue sucedido por su hijo Manuel Namuncurá. El beato Ceferino Namuncurá era su nieto.

Omar Lobos da nuevamente voz a este importante personaje en su compilación de la correspondencia de Juan Calfucurá, que acaba de publicar Colihue. Como nos señala Lobos, “la correspondencia escrita de Calfucurá empieza bastante tarde, veinte años después de su llegada a las Salinas Grandes (la primera carta que hallamos es de 1854). Es decir, parece no haber escrito durante los años de Rosas. Claro que aquí puede tratarse sencillamente de que no hemos dado con ese material. Es una posibilidad. Pero en toda la literatura que hemos frecuentado tampoco existe la más mínima mención a alguna carta de Calfucurá durante los tiempos del Restaurador. (...) Hasta ese momento, las embajadas llevaban la palabra de modo oral. Los tratados, las novedades y los acuerdos se hacían y se comunicaban mirándose a los ojos, manifestándose cada parte en su propio idioma y luego se refrendaban con un apretón de manos”.

Las tratativas (en las cuales cautivos y cautivas son figuras recurrentes), las negociaciones, los pedidos, los reclamos, las amenazas se repiten en el denso epistolario en el cual, como escribe Lobos, en gran parte “la tarea del escribiente debía ser coadyuvada por la del lenguaraz: el cacique dicta, el lenguaraz traduce y el escribiente escribe”.

Una figura importante, la del escribiente. Lobos desestima que el famoso Auguste Guinnard (el francés autor de Tres años de cautiverio entre los patagones) haya cumplido ese papel en parte de la correspondencia de Calfucurá con Urquiza. Figuras importantes son, entonces, los escribientes, los cautivos y cautivas, los personajes de la frontera (como el comandante Iturra de Bahía Blanca o Baldevenitez en 25 de Mayo, los indios amigos, otros personajes clave como Manuel Baigorria, y otros tantos desconocidos en aquella vida de frontera, de quienes sin embargo podemos conquistar elementos clave para diseñar su destino. Es, por ejemplo, el caso de Manuel Pastor Calfucurá (Huichacurá, hijo de Calfucurá), que entramos a conocer desde que “apadrinado por el gobernador Pastor Obligado, marcha a educarse en un colegio de Buenos Aires, luego el sonado viaje que hace su maestro porteño a devolverlo a su padre, su marcha a revistar junto al general Urquiza, sus andanzas en Río Cuarto, incluso sus propias cartas y comentarios de terceros sobre su catadura”.

La correspondencia de Calfucurá aquí reunida incluye también cartas relacionadas y fragmentos documentales que funcionan como nexo. Cubren el arco temporal 1854-1873, y especialmente nutrida son las que fueron escritas entre 1856 y 1858, “cuando media la puja entre Buenos Aires y la Confederación por ganarse a los indios. O la compleja situación que desembocará en la batalla de Pavón, en 1861”.