La vaca sagrada y la mujer menospreciada

La vaca sagrada y  la mujer menospreciada
 

Una mujer en Taj Mahal.

Las recorro en detalle con el lente de la cámara, tratando de acercarme al menos un poco a lo que su mirada y sus gestos gritan. Estas mujeres me fascinan y me conmueven. Juego con la imaginación recreando diálogos en los andenes del tren. Busco en un diccionario interno qué puedo llegar a tener en común con ellas y descubro una palabra mágica: amor. Todos amamos, en todas partes del mundo. Me intriga qué significa amor para ellas.

Más del 80% de la población india es hinduísta. En su mitología está Kámadeva, una especie de Cupido casado con Rati, el amor sensual. No le fue muy bien a este dios del Amor cuando enojó a Shiva por despertarlo de una meditación con su flecha para tratar de que se enamore de Parvati. Shiva no dudó en atacarlo y lo mató. Con este hecho desaparecía el deseo sexual entre los humanos. Luego le tuvo compasión y lo resucitó para asegurarse la continuidad de la especie.

Me pregunto la cantidad de miedos que estos cuentos pudieron despertar en la población femenina. Aún hoy, son pocas las mujeres indias que tienen la chance de elegir y conocer el amor. ¿Cómo conocer y amar la esencia de otro ser si los matrimonios son arreglados?

En la India el divorcio es legal, pero está aún muy mal visto. Sólo se separan el 1,1% de los matrimonios. Por lo que la mujer está atada a un hombre que no conoce. Elizabeth Bumiller, autora de “Serás madre de cien hijos” cuenta que una mujer le dijo que amaba a su marido porque éste le proveía de comida y ropa, y otra directamente confesó que si no amaba a su marido, entonces éste le pegaba.

En las calles de Varanasi se ven miles de hombres y mujeres, adorando a vacas y toros, muy bien alimentados, peinados, cuidados. Nadie los corre de las calles caóticas. ¿Cómo puede ocurrir, sea en la cultura que sea, que la vaca sea sagrada y la mujer mutilada?

EL CUERPO, LA CULPA Y EL KAMASUTRA

Caminando por los templos de Khajuraho, veo a un fotógrafo y a su modelo vestida con sari amarillo y rosa, con muchísimas pulseras y aros: brilla. Este complejo de templos era la capital religiosa de los Chandelas, un clan rajput del norte de la India. Comenzaron como un pequeño pueblo y luego se extendió abarcando gran parte del Estado de Madhya Pradesh.

Los Chandela se consideraban descendientes de la Luna (la diosa Chandra), muy unida a los cultos de la fertilidad. Eran creyentes de los poderes del tantrismo y durante su reinado tuvo lugar el florecimiento de esta doctrina. La cultura de los Chandela entendía la unión carnal, el sexo, unido al placer de origen divino, ligado a la necesidad de procrear y desprovisto de cualquier pecado. Se le otorga espiritualidad al acto sexual. Esto está representado en las figuras de los templos que hacen honor al Kamasutra, libro escrito por Vatsyayana en el siglo III d.c.

Hoy, este libro profético ha sido manipulado y convertido en meras imágenes de posiciones sexuales extrañas, pero en realidad es un texto que tiene mucho para enseñarnos de la libertad mental y sensorial de la época.

Con sus gestos ante la cámara, esta bailarina modelo me lleva por un segundo a otros tiempos, cuando cuerpo no era asociado a culpa. A lo largo de los tiempos, la mujer fue excluida de la gran mayoría de las actividades sociales y de aprendizaje, devotas a sus esposos considerados dioses. A pesar de esto, el Kamasutra es el primer y único tratado de la época que se dirige a hombres y mujeres por igual, donde la mujer debe ser partícipe del acto sensual y erótico, debe tener satisfacción al igual que el hombre.

El reinado de los Chandelas terminó tras varias invasiones musulmanas y, con este cambio, India pasó a tener una cultura de tabúes. Ashraf Ali es dueño de un hostel en Jaisalmer, viajero, con una mentalidad más abierta. Me cuenta que está mal visto besarse en público, fumar y tomar alcohol. Como también caminar sola de noche puede ser considerado una ofensa. Mujeres tapadas y hombres que se excitan por ver el tobillo de una mujer o darle la mano cual saludo de despedida. Viajando una se adapta a esas reglas y las comienza a naturalizar. En Agra, antes de entrar al Taj Mahal, veo a una joven india con musculosa y shorts. ¡Me parece desubicada! Lo normal pasa a ser taparse, en vez de abrirse al mundo. En 20 días de viaje comienzo a normalizar el concepto de tapar el cuerpo, me imagino lo difícil que va a ser salir de una cultura de miles de años de esconderse.

Según Ashraf, la vieja sociedad india aún se maneja con las mismas reglas y manipula para que las mujeres no conozcan sus derechos. “Las mujeres están en la casa la mayor parte del tiempo, por falta de una educación apropiada y por el absoluto control de los hombres sobre la vida social”, me dice. Según las estadísticas mostradas por el Banco Mundial, en el año 2013 sólo el 24 % de las mujeres indias pertenecían a la población trabajadora. Y menos del 1 % de mujeres iban a escuela primaria y secundaria en relación a los hombres. Un panorama preocupante.

SER MADRE EN INDIA

Ser mamá en la India es casi obligación, es un acto natural en toda mujer, incluso en aquellas que quieren otras cosas para su vida. Sobre el tren hacia Varanasi viaja una mujer de 30 años, que trabaja en la Armada India y que tuvo a su hijo a los 28 y no a los 20 años. Es de aquellas mujeres que no siguen el mandato. A pesar de tener este espíritu más aventurero, se sorprende cuando pregunta mi edad: 35 años y sin hijos, como tantas otras mujeres de esta parte del mundo. ¿Qué sentirán ellas cuando nos ven?

Luego me explican que una de las razones por las cuales las mujeres de todos los estratos sociales están preocupadas por tener hijos es que el gobierno no garantiza ninguna jubilación, por lo que los hijos terminan cuidando de sus padres, son quienes aseguran su bienestar. Es por este motivo que también se prefiere que tengan hijos varones. Tener sólo hijas mujeres se puede transformar en una maldición. Sucede que si quedan embarazadas de una mujer, muchas veces son obligadas a abortar. Aunque el aborto es aún ilegal en India, en Delhi se ven clínicas con un aspecto dudoso promocionando la realización de esa práctica.

Hay una segunda opción, llamada “bride burning” (esposa quemada). Las mujeres que no pueden tener un varón son quemadas vivas y se hace pasar por un accidente casero. Algunos grupos afirman que de 300 casos, sólo uno se reporta. Muchas no mueren, pero quedan deformes.

CUESTIÓN DE STATUS

En Mumbai visité a Rajashree Khalap. Una mujer hermosa de unos 42 años, delicada, y cuidadosa en su aspecto. Me pareció, en la primera impresión, una persona muy organizada y con una agenda ocupada. Me invitó a su departamento y acepté encantada ya que iba a conocer algo de la intimidad de una mujer india. Me pasó a buscar en su auto, pero no era ella quien manejaba, sino su chofer. Es muy común contratar a un chofer en la India por la incomodidad que es conducir y estacionar, pero principalmente por la seguridad que le da a una mujer sola estar en la calle con un hombre. En este caso, el chofer se encarga del auto y a veces hace otras actividades domésticas como, por ejemplo, sacar a pasear a los perros de Rajashree.

Entramos a su departamento. Ella prepara dos tazas de té y nos sentamos a hablar. Me cuenta que hay un sector privilegiado de la sociedad, educado, en el que las mujeres son independientes y tienen las mismas oportunidades que los hombres. Estas mujeres, entre las cuales se cuenta, viajan, ganan buenos sueldos y tienen una vida libre. Pueden elegir a sus parejas o bien nunca casarse, o casarse y divorciarse sin ser mal vistas. Su caso es un ejemplo claro. Rajashree nunca se casó aunque está viviendo con su pareja. Nunca tuvo hijos y no se siente presionada por tenerlos. Lamentablemente, aunque este segmento de la sociedad representa a un gran número de mujeres, sigue siendo una minoría comparado con el porcentaje total de mujeres indias.

Rajashree me explica que las mujeres de familias menos educadas y conservadoras están generalmente menos cómodas económicamente y tienen una vida sin libertades. El status de la mujer también varía según la región y la cultura que represente. En algunos estados las mujeres están totalmente restringidas, especialmente en algunos del norte de India como Haryana o en Uttar Pradesh. Mientras que en otros estados más al sur, como en Meghalaya o Kerala, las sociedades son menos patriarcales, aunque nunca llegan a ser matriarcales.

El rol de la mujer cambia, incluso, entre comunidades. Por ejemplo en la comunidad Marwari, que son castas de gente de negocios de Rajasthan, incluso las mujeres de las generaciones jóvenes tienen sus matrimonios arreglados y tienen restricciones a la hora de elegir a qué se quieren dedicar; es más, algunas no tienen poder de decisión para trabajar o no.

Antes de despedir a Rajashree, me da algo de esperanza de que las cosas han ido cambiando. En 1925 Sarojini Naidu fue la primera mujer elegida como Presidente del Congreso Nacional, la segunda fue Nellie Sengupta en 1933. En 1966 aparece Indira Ghandi en escena, que ayuda a que las cosas cambien aún más. Hija única de Jawaharlal Nehru, primer ministro de India luego de la liberación de Gran Bretaña en el año 1947, comienza su activa participación en política en la década del ‘30 hasta que muere asesinada en el año 1984. Fue una líder fuerte, de carácter y muy poderosa. Fue quien se animó a sacarle beneficios a los Maharaja, reyes y príncipes, de la India para comenzar a ser una verdadera República. Hoy en día hay mujeres médicas y ministras de gobierno, aunque aún siguen siendo minoría y tienen que trabajar con mayor esfuerzo para alcanzar la misma posición que puede tener un hombre.

EL (MAL) TRATO DE LOS HOMBRES

Creo que lo más difícil del viaje es manejar el trato con los hombres, viniendo de una cultura donde es común saludar a un hombre con un beso en la mejilla. Las miradas son constantes y penetrantes, por lo que se recomienda no mirar nunca a un hombre a los ojos, ya que es signo de seducción; conviene bajar la cabeza y mirar al piso.

A pesar de que hay leyes nacionales que protegen los derechos de las mujeres, en los últimos años los casos de abuso se han transformado en un problema nacional. Hubo un caso de abuso y asesinato en el año 2012 en Delhi que marcó un antes y un después en relación con este tema. Desató escándalo en toda la nación. Desde ese momento muchas leyes y regulaciones comenzaron a ser revisadas y son cada vez más los casos que llegan a la justicia. De hecho, en la televisión India hay varios programas que tratan el tema para concientizar a las mujeres sobre sus derechos y sobre que el maltrato puede ser también psicológico.

Por miedo, sólo el 10% de los casos de violencia doméstica son reportados y casi ninguno es ganado por la mujer. Ellas, hermosas y coquetas, con sus docenas de pulseras en cada mano, el henna que las decora de manera sutil, las sedas de los colores más espectaculares que las cubren y su esfuerzo por mantener su casa en orden y ofrecer hasta lo que no tienen, son mujeres aún muy sufridas. El hombre mira fijamente, parece que de alguna manera invade su privacidad en forma constante.

Algunas se callan, otras están tomando otros caminos. En el año 2011, en Lucknow, nació un grupo que se llama La Brigada Roja. “We are not safe in our home, we are not safe out of home” (No estamos a salvo en nuestras casas, no estamos a salvo fuera de nuestras casas), razón por la cual nace esta organización, para luchar contra la violencia sexual y el abuso, me explica su fundadora Usha Vishwakarma. Ellas son jóvenes mujeres que en algún momento de su vida sufrieron algún abuso, en general de un familiar o vecino. Se juntaron para comenzar a tener una voz.

Ya son 31.000 las mujeres que pasaron por su programa de entrenamiento en artes marciales. Tienen un programa de concientización que se llama “Good Touch Bad Touch” (Buen contacto, mal contacto) donde trabajan con niños para comenzar a enseñarles a no naturalizar ciertas conductas. A su vez salen a las calles a mirar lo que sucede y, si saben de un caso de abuso, toman poder en el asunto y enfrentan al agresor. Finalmente trabajan cerca de las víctimas de abusos sexuales, las ayudan a salir adelante y a enfrentar la situación en la justicia. Me explica que son varias las razones por las cuales hay tantos casos de abuso sexual en la India: el acceso a la pornografía ha crecido en el país, no hay educación sexual en las escuelas ni en la casa y la mujer es un objeto en los medios de comunicación.

* * *

Me despido de la India con cansancio pero con la idea de que voy a volver, necesito volver para tratar de seguir entendiendo. Hablo con un taxista que es de un pueblito de Bihar y hace 15 años vive en Mumbai con su esposa. Ella, al principio, se tapaba la cara y las manos para salir a la calle. Después de un tiempo dejó de hacerlo. Tal vez es eso lo que se precisa: tiempo. “Las mujeres son diosas del amor. Tienen el gran poder del perdón”, me dice Ashraf. Se puede ser diosas, pero sin olvidarse de que son diosas con derechos.

India es gigante, imposible conocerla en 30 días de viaje. Pero al menos me llevo un pantallazo de imágenes, sensaciones y muchísimas dudas. Pude caminar por ciudades grandes como Delhi, Jaisalmer, Varanasi, Khajuraho, Goa, Mumbai; recorrer caminos de tierra en el desierto de Rajhastan o en los alrededores de algún Parque Nacional, y esperar en alguna estación de tren. Mirar, tratar de entender. De eso se trata el viaje. De eso se trata esta crónica.

TEXTOs Y FOTOS. REGINA CANDEL MARTÍNEZ.

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Una modelo posa entre los templos de Khajuraho.

UNA RÉPLICA HUMANA DE LA PIEDAD

El tren hacia Varanasi va a 50 kilómetros por hora hasta que para. Por algún motivo siempre para. Desde la puerta del vagón observo varias imágenes, todas con una carga de tristeza, dolor, mugre, pobreza. Nadie sonríe. Es la India que no es tan increíble, la que no nos venden las revistas de viajes. La imagen que más me impacta es una réplica exacta de La Piedad. Ella, con su cabeza cubierta con un trapo marrón, debe pertenecer a las castas más bajas. Sus manos de uñas largas y mugrientas se toman entre sí para hacer de cuna a su bebé, a quien tiene en brazos arropado con telas blancas. Esa mujer parece no tener nada más que lo que veo en ese momento.

Está agotada. El bebé no eligió nacer. Ella lo mima, lo acaricia, lo alimenta mientras puede darle de mamar. Le da todo lo que tiene: su amor de madre. Y ahí me pregunto: ¿es suficiente el amor? ¿Qué va a pasar cuando amamantar no sea una opción? Es tal la ternura con que esa madre mira a su hijo a los ojos que dudo de mi respuesta. Más adelante le pintará los ojos con khol negro al niño para protegerlo de un mundo mágico de demonios y maldades.

El tren avanza y yo sigo a La Piedad con la mirada.

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Una madre con su bebé, desde la puerta del tren hacia Varanasi.

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Desde una ventana.

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LA MINORÍA

Las mujeres de las ciudades grandes y cosmopolitas como Bombay, las de las castas más altas, las más blancas, las de las películas de Bollywood, tienen una visión más occidental del rol femenino. Son profesionales, estudiantes universitarias, usan bikini en la playa de Goa y pueden elegir a su pareja. Estas son las poquísimas mujeres que pueden ocupar un rol en el gobierno. Sólo el 10% del parlamento está representado por mujeres. Eso también es India.

Pero entonces ¿por qué es que la mayoría aún es manipulada y maltratada? ¿Por qué no pueden tomar decisiones en sus casas? Fue llamativo no encontrar mujeres en la búsqueda que hice por Couchsurfing. Todos los perfiles que encontré eran de hombres solos de entre 30 y 40 años.