Tribuna de opinión
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El problema energético argentino
Julio Panceri (*)
Hablar del tema energético en nuestro país me hace recordar al tango de los maestros Mores y Discépolo, “Uno busca lleno de esperanzas/ el camino que los sueños/ [...] sabe que la lucha es cruel y es mucha...”. Es que la falta de una política energética seria, responsable y sustentable del gobierno kirchnerista, nos ha dejado dentro de un laberinto de difícil salida en el corto plazo. No debe resultarnos extraño que este tipo de problemas se siga repitiendo a lo largo de nuestra vida como país, porque parece que nos hemos propuesto cometer, en forma sistemática, los mismos errores a través de los años y lo peor del caso es que nuestra dirigencia no es muy proclive a estudiar historia económica. “Juntamente con la promoción industrial, deberá impulsarse enérgicamente el aprovechamiento de las riquezas energéticas y mineras. Debemos alcanzar el autoabastecimiento energético, basados en la explotación de los yacimientos de petróleo, carbón y en la utilización de la potencia hidroeléctrica” (decía el primer mensaje presidencial de Arturo Frondizi 1º de mayo de 1958).
La realidad y la dinámica de los acontecimientos han hecho que nos encontremos entrampados en un esquema económico de corto plazo sin vestigio alguno de poder implementar ideas que nos proyecten más allá de lo diario o coyuntural y en materia energética la idea del largo plazo es esencial.
Lamentablemente, el tema energético en nuestro país se ha transformado en el talón de Aquiles del modelo económico. Es por ello que para encontrar una rápida explicación al problema vamos a centrarnos en tres aspectos: a) matriz energética: obtención de recursos primarios; b) generación de energía eléctrica; c) eficiencia energética.
Matriz energética
Nuestra matriz energética depende en un 86% (53% gas, 33% petróleo, 5% hidráulica, 2% nuclear, 1,8 carbón, 5,2 otros, leña, bagazo, eólica, aceites) de recursos derivados de hidrocarburos, esto no sería demasiado grave si tuviéramos los recursos disponibles para abastecerla, pero la cuestión de fondo es que los recursos existen pero no están disponibles, ya que la extracción de petróleo y gas viene disminuyendo en los últimos 15 años mientras la demanda aumenta.
Esta falta de explotación de recursos nos ha llevado a la necesidad de importar petróleo y gas (en mayor cuantía) por un monto aproximado a los U$S 50.000 millones, desde 2010 hasta la fecha. El déficit energético en 2013 fue de U$S 6.478 millones; en 2014, de U$S 7.652 millones, y en 2015, de U$S 4.614 millones (amortiguado por la baja de los precios internacionales del petróleo y por la caída de la actividad en nuestro país). Esta sumatoria de resultados negativos en el balance comercial energético ha repercutido directamente sobre la balanza de pagos y ha ocasionado que para salir del laberinto cambiario debiéramos implementar una nueva devaluación del peso (otra de las tantas en nuestra historia económica) en una economía que depende de productos importados y no puede generar divisas suficientes vía exportaciones de productos primarios o manufacturas.
Pero solucionar las consecuencias que ha producido esta equivocada política energética sin diversificar la matriz y con cierto grado de populismo va demandar esfuerzos e inversión, lograr el ansiado autoabastecimiento llevará un plan de 10 años a un ritmo de inversiones cercano a los U$S 15.000 millones anuales.
Generación de energía eléctrica
En este punto, los problemas más urgentes son por un lado la forma en que generamos energía eléctrica (recursos) y por otro la actualidad de las tarifas existentes.
Actualmente, generamos energía eléctrica en forma bastante costosa y obsoleta, según datos de la Secretaría de Energía de la Nación (balance energético 2015), lo hacemos de la siguiente manera: 75% centrales térmicas, 21% hidroeléctrica, 3% energía nuclear, 1% eólica.
Generar energía eléctrica vía centrales térmicas implica consumir para su funcionamiento gas y derivados del petróleo (combustibles líquidos) en la siguiente proporción: 72% gas, 22% combustible líquidos, 5% carbón, 1% otros.
Esta forma de producir energía eléctrica (sin aprovechar el desarrollo hidroeléctrico y las renovables como eólica y solar) implica tener que importar gas y derivados del petróleo a precios internacionales y en dólares, complicando sensiblemente el panorama económico actual. A esto debemos sumarle que se necesita invertir en el sector de generación para salir del estado de retraso en infraestructura.
El otro problema al que hacía referencia es el de las tarifas que pagamos por el consumo de energía y aquí el tema se complicó ya que la política de subsidios que implementó el gobierno anterior (brindar energía barata al público sin diferenciar qué sector necesitaba ser subsidiado y cuál no) se financió con un aumento descomunal del déficit fiscal (el déficit se financia vía emisión monetaria y esto genera inflación). En 2015, utilizamos $ 142.000 millones para subsidiar el consumo energético. El sinceramiento tarifario del gobierno actual llevó un poco de orden al sector y trató de frenar el desequilibrio fiscal, más allá de brindar un marco de equidad al desaparecer el subsidio que hacíamos desde el interior al consumo de Capital Federal y el conurbano.
Eficiencia energética
Ante este panorama se hace imperioso establecer medidas de uso racional de la energía, esto lleva a elaborar productos con menor utilización de energía y a descarbonizar nuestro sistema energético para descontaminar el medio ambiente que habitamos. Lo expresado anteriormente significa reducir la tasa de intensidad energética de nuestro país (relación entre el consumo de energía y el PBI) y la elasticidad de la demanda energética frente al PBI (relación del incremento del consumo y el incremento del PBI) para llevarlo a valores internacionales (sería un logro alcanzar los niveles de eficiencia planteados por la Comunidad Económica Europea).
Debemos trabajar en mejorar sustancialmente la logística de transporte de nuestra producción (de altos costos y basada en transporte automotor) como también la demanda de energía eléctrica y gas en el sector industrial y en el consumo residencial.
Conclusiones
Brevemente, pudimos ver cómo el problema energético de nuestro país ha tomado dimensiones tales que ha afectado directamente al modelo económico. Argentina debe plantearse un modelo de país sustentable que vaya más allá de la retórica y los discursos triunfalistas. El sector energético es el brazo que necesita nuestro país para desarrollarse, para ello debe diversificar su matriz energética en función de los recursos renovables (hoy tenemos una nueva ley reglamentada) como la energía eólica, solar e hidráulica (aunque posea recursos en el área de los hidrocarburos con la dimensión de Vaca Muerta que pueden ser utilizados para exportar y generar divisas). Nos debemos como sociedad el deber de plantearnos un país con objetivos a largo plazo que pueda resolver la discusión sobre la reindustrialización (que ya lleva cerca de 80 años) y establecer pautas que nos lleven a un futuro productivo, para de esa manera poder convertirnos en una nación seria y desarrollada.
(*) Contador; profesor de economía ambiental en la Maestría de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de La Plata, autor de los libros: “Economía Limpia - el desafío de las energías renovables”, “Desencuentros y crisis - economía y energía Argentina 1900 a 1970”.
La realidad y la dinámica de los acontecimientos han hecho que nos encontremos entrampados en un esquema económico de corto plazo sin vestigio alguno de poder implementar ideas que nos proyecten hacia el futuro.
Argentina debe plantearse un modelo de país sustentable que vaya más allá de la retórica y los discursos triunfalistas. El sector energético es el brazo que necesita nuestro país para desarrollarse.