José María Arancedo

“Temas que hacen al bien común tienen cierta orfandad política”

Dice que es momento de replantearse la cuestión del juego, sobre todo desde las autoridades. Advierte que se necesita un trabajo mancomunado entre los poderes del Estado y apela a la solidaridad frente al difícil momento que atraviesa el país. La denuncia contra un sacerdote de Reconquista investigado por presunto abuso sexual y la autocrítica de la Iglesia también estuvieron presentes en este diálogo.

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En el despacho donde permanecerá hasta fines de 2017. “Cuando digo estas cosas lo hago con mucha confianza; no me pongo como opositor político, no tengo ese interés”, dice Mons. Arancedo. Foto: Flavio Raina.

 

Nancy Balza

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Con diferencia de poco más de una semana y en dos celebraciones religiosas de gran convocatoria -la Fiesta de Guadalupe y San Expedito-, el arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina José María Arancedo llamó la atención sobre la violencia, las drogas, las armas, la muerte y el crecimiento del juego. Y lo reiteró una vez más en este extenso diálogo con El Litoral, donde hizo un llamado a toda la sociedad y de modo especial a las autoridades públicas. “La política tiene que dar prioridad a ciertos valores”, insistió Arancedo. Los dichos del prelado fueron escuchados: esta entrevista se realizó el miércoles, pocas horas después de concretarse la reunión pedida por el ministro de Seguridad de la provincia, Maximiliano Pullaro.

—En ocasión de la homilía en la Fiesta de Guadalupe, hizo una fuerte exhortación sobre el tema de la violencia, la droga y las armas. ¿Hacia quién fue ese llamado? ¿Tuvo alguna respuesta?

—Me parecía que en la Fiesta de Guadalupe era importante, como obispo y pastor de la diócesis, hacer un llamado fuerte a toda la sociedad, de modo especial a las autoridades públicas, políticas, sobre temas recurrentes. Hablé de la violencia, la muerte, la droga, las armas -hay muchas armas en manos de los jóvenes-, hablé del juego, del crecimiento irresponsable del juego. Cuando vine a Santa Fe, en esos días se abría el casino, recuerdo que publiqué un artículo en El Litoral y me lo ponderaron todos. Me di cuenta de que era como una voz en el desierto. Pero creo que es momento, con más serenidad, de replantearse el tema del juego y sobre todo desde la política. Muchos temas que hacen al bien común tienen cierta orfandad política. El juego crea hábitos que van destruyendo estilos de vida, incluso en gente joven. Entonces creo que la política tiene que dar prioridad a ciertos valores. Pienso hasta en el descanso dominical. No es un tema primariamente religioso; al tema del descanso dominical lo veo como un tema antropológico, familiar, de vínculos, hasta de un día de gratuitad, donde la gente gratuitamente pueda moverse para visitar a un familiar, a un enfermo. Y es un tema político. También lo religioso como dimensión de la persona para celebrar su fe.

—Es un tema sensible el de cerrar los comercios los domingos, porque los empresarios pueden argumentar que van a tener que despedir empleados, justo en este momento tan complicado en materia de empleo.

—Hay que ver los empresarios, hay que ver qué empresarios. Estuve reunido con comerciantes, supermercadistas y ellos quieren cerrar. Son dos, tal vez, grandes supermercados... Hay que ser serenos y ver qué prioridad ponemos. Lo otro se acomoda. Es como el juego. Pero es la política la que tiene que decir: ¿por qué no ponemos un límite, que el juego empiece a las 6 de la tarde? Cuando era obispo en Mar del Plata, no se entendía que alguien fuera a jugar a las 9 de la mañana y acá sí. Son temas que hacen al bien común y necesitan de una decisión política.

AUTONOMÍA, NO DESCONEXIÓN

“Me preocupa el tema de la seguridad, la muerte, la violencia, las armas”, insistió Arancedo y agregó que “a veces uno ve que hay buenas intenciones en todos pero parece que falta un trabajo mancomunado entre los poderes del Estado”. El arzobispo remarcó que los tres poderes están unidos en el Estado en orden al bien común. “Si la separación se entiende como una suerte de independencia corremos el peligro de que los poderes no se orienten a la unidad del Estado y al servicio del bien común. En estos temas que importan tanto, a veces uno nota que hay desconexión, que la separación se hace independencia y no autonomía. Autonomía es auto (uno mismo) y nomos (ley): es la propia ley que tiene cada institución. Pero la autonomía no quiebra la unidad del conjunto. Falta encontrarse para sentirse partes al servicio del bien común. Mientras tanto la droga avanza y no tiene límites, avanza la muerte, hay armas en los barrios. Con estas palabras quiero ayudar, colaborar con estas autoridades; me parecía importante hacer ver esas circunstancias de dificultad.

—¿Hubo alguna reacción?

—Esta mañana (por el miércoles) estuvo Pullaro y contó todo lo que estaban haciendo y conversé esto con él. Es importante que a nivel de los poderes del Estado, salvando la autonomía, haya un diálogo en orden a un bien común; si no, es como echarse culpas unos a otros. Él pidió la reunión y le agradecí mucho.

—¿La voz de la Iglesia sigue siendo escuchada?

—Eso lo dirán ustedes.

—Bueno, Pullaro vino a hablar con usted.

—Sí. Pero, insisto: me acuerdo que en El Litoral salió un artículo cuando vino el juego y fue como una voz en el desierto. Creo que ahora ha cambiado un poco, hay gente que empieza a darse cuenta y es importante que la política tome y sepa leer a veces el silencio de mucha gente que soporta el avance del juego. En los últimos años, en la Argentina el juego creció 1.500 %. Hasta se renovaban contratos por 20 años. Uno dice: ¿hay capacidad política o hay una orfandad política frente al bien común? Esa gente busca ganar, ¿quién defiende valores como familia y cultura? A veces dicen: “Bueno, el cura es un moralista”, y yo lo hago como ciudadano que ve los problemas de la gente, de los barrios, los sacerdotes, todas estas dificultades. Tengo esperanzas, creo que es el momento de decir las cosas con mucha claridad, pero no esconder los problemas.

A nivel nacional son momentos difíciles y lo dije en la homilía de la Conferencia Episcopal; momentos de ajustes, tal vez necesarios. Pero reclamaba honestidad, claridad, equidad y solidaridad, especialmente de los que más tienen y más pueden en un momento de dificultades. No podemos negar que la inflación todavía no está dominada; eso perjudica al que menos tiene y este momento actual requiere equidad para que se recomponga el equilibrio que debe haber en una comunidad. Y solidaridad, que no es un acto de caridad, es un tema político. Es la sociedad que tiene que ser solidaria.

—Los números de pobreza son preocupantes.

—La Universidad Católica Argentina desde hace años tiene un Observatorio muy calificado. No es que no había pobreza antes, había 30 % y, haciendo una proyección, se está en 32 %. Comprendo que eso puede molestar como molestaba antes, pero son datos que no podemos ocultar. Siempre la Iglesia va a tener una cercanía con el que más sufre, porque en el fondo es una fidelidad al Evangelio. Y lo hacemos con la libertad y el respeto que merece. Lo hago con mucha confianza cuando digo estas cosas; no me pongo como opositor político, no tengo ese interés.

—¿Cuál es el denominador común de todo este panorama del que estuvo hablando: armas, droga, violencia?

—Para mí es una cultura que ha perdido el lazo vinculante entre los valores y la vida. La vida camina suelta con una libertad no vinculada con valores; entonces ya no está el límite o la conciencia de que “esto es suyo” y no lo puedo tomar. En esa cultura todo es posible. Es el liberalismo en el sentido negativo, que corre con libertad y sin horizontes vinculantes de valores, sin límites. Y también la falta de ejemplaridad; el ejemplo siempre viene de arriba. En una sociedad donde hasta los medios ponderan al exitoso, al que más tiene, al que más puede, hay una cultura del éxito, del individualismo, que ha quebrado la solidaridad. Cuántas familias dicen: “Formamos a nuestros chicos en un mundo de valores pero lo que la sociedad les muestra es otra cosa”.

PUERTAS ADENTRO

—¿Está atravesando un momento de autocrítica la Iglesia?

—Siempre, a lo mejor la hace más en un momento que en otro pero siempre uno necesita revisar lo que ha hecho y es consciente de que ha tenido fallas y las tiene. Pero la autocrítica tiene que valorar lo positivo que se tiene; si no, uno no podría predicar; uno tiene una riqueza de mensajes y de palabras pero, al mismo tiempo, tiene que ser consciente de que esa palabra que predica se convierte en juicio para uno. No tiene que sentirse solamente predicador sino enjuiciado por la palabra que predica; la palabra siempre nos supera.

—Sobre el episodio que se conoció en Reconquista (donde un sacerdote está siendo investigado por presunto abuso sexual contra dos menores de edad), ¿qué opina?

—Es triste, si. Eso es autocrítica en el sentido de que es una cosa grave. El obispo de Reconquista ha sacado un comunicado; me manejo con el comunicado de él, se ha puesto a disposición de la Justicia, ha sacado al sacerdote de donde estaba y se comprometió a colaborar con la Justicia y con la víctima, que es lo primero que la Iglesia trata de hacer: ponerse a disposición para aclarar lo sucedido, acompañar a la víctima y al sacerdote también. Puede ser que no solamente haya que sacarlo de la función de párroco sino que la asistencia también puede ser psicológica. Puede haber algo que muchas veces está escondido y aparece.

—Lo que pasa es que duele más cuando una situación así viene de la Iglesia.

—Duele más y por eso esa expresión corruptio optimi péssima est, “la corrupción del que está más arriba es pésima”. Por eso creo que hay que ponerse a disposición de la Justicia, aclarar el hecho, acompañar a la víctima y al sacerdote también.

—Hay una actitud distinta de la Iglesia en los últimos años.

—Puede ser, es un poco cultural también. Antes estaba la cultura aquella de lavar (los trapos sucios) dentro de casa. Pasaba en la familia, en la Iglesia; era la idea de que a las cosas tristes no hay que andar mostrándolas. Hoy no, cuando se hiere un derecho ajeno, eso inmediatamente hay que decirlo.

 

El dato

Bicentenario

—¿Por dónde pasa el eje del trabajo de la Conferencia Episcopal por estos días?

—Estamos por dar a conocer un documento sobre el Bicentenario. La Iglesia hizo un documento en 2010 “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016”, y ahora va a publicar otro alrededor del 8 de mayo que es el día de la Virgen del Luján, desde el bicentenario, tomando la imagen de la Casa de Tucumán como lugar de encuentro donde hubo una gran diversidad de opiniones. A partir de eso ver el tema social, del trabajo, de la democracia, de la familia y de la cultura. En esa línea va a salir el documento.

EN SANTA FE HASTA 2017

—¿Está preparando la salida de aquí para fines de 2017?

—Cumplí 75 años y renuncié, incluso se lo dije al Papa Francisco personalmente en octubre, cuando estuve con él. Le dije que había presentado la renuncia pero pidió que me quede dos años más. Soy presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y termino en noviembre de 2017. Así que hasta entonces me van a tener en Santa Fe. Después no sé.

—Es un cambio que se tiene que preparar con tiempo.

—Cuando se acepta la renuncia, el nuncio comienza a hacer las averiguaciones acerca de quiénes pueden ser candidatos para esta sede y se manda una carta a Roma, que es donde se elige. En Roma se acostumbra a decir que se acepta la renuncia nun pro tunc (ahora hasta entonces, según la traducción literal). En mi caso se acepta ahora pero sigo hasta 2017. Para ser presidente de la Conferencia Episcopal, tengo que ser obispo. El día que me acepten la renuncia en Santa Fe, no soy miembro activo; soy invitado, soy emérito.

—Y para después de fines de 2017, ¿qué piensa hacer?

—Cuando uno entró al seminario pensó en ser cura, con el idealismo de ir a un barrio, de trabajar, estar con la gente sencilla, confesar, predicar, y después la vida fue llevando. Pero uno vuelve a los ideales primeros, así que para mí va a ser, no se dónde, pero ejercer el ministerio, celebrar misa, confesar. Se vuelve a lo sacerdotal, no se tiene la función del gobierno de una diócesis. Algunos obispos han vuelto y han sido párrocos.

—¿Se quedaría en Santa Fe?

—Creo que no, eso lo elige cada uno. Algunos se quedan; pienso que no es conveniente para el próximo obispo tampoco. Cada obispo va a ser distinto, con un estilo, un modo de ser. Es conveniente dar un paso al costado. Pero falta un tiempo.