Veterinaria

Estudian cómo el estrés incide en la infección por parásitos

  • En la naturaleza, el estrés y la parasitosis son mecanismos que regulan las poblaciones animales. Ese sistema se puede desencadenar en falso cuando interviene la mano del hombre.
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Los investigadores observan las interacciones entre distintas especies en un ecosistema y las alteraciones que se producen por diversos factores, situación que puede afectar a unas y favorecer a otras.

Foto: Gentileza Serguei Khomenko (FAO)

 

Prensa UNL

A partir del análisis de estudios propios y de otros autores, investigadores argentinos e ingleses explicaron cómo diferentes factores causantes de estrés en combinación con agentes infecciosos pueden tener un impacto negativo sinérgico sobre la salud.

La idea plantea que cuando un individuo se encuentra sano puede resistir o tolerar bien las infecciones por parásitos a las que se encuentra expuesto naturalmente. Sin embargo, cuando se ve sobrepasado por los factores estresantes y las infecciones, esta tolerancia se reduce, por lo cual las infecciones proliferan y deterioran más su organismo. “De este modo, se desencadena un círculo vicioso en el que el organismo está cada vez más deteriorado y por eso las infecciones lo siguen deteriorando”, indicó Pablo Beldomenico, del Laboratorio de Ecología de Enfermedades del Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral (Icivet), que depende de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del Conicet.

Según agregó, en esta situación los animales están menos preparados para defenderse de los varios patógenos a los que deben enfrentarse. Se trata de una noción que luego fue enriquecida con un componente tan relevante como lo es el estrés como mecanismo. “Comenzamos a ver muchas nuevas investigaciones en la que el estrés era relevante y cómo encajaba en ese mecanismo de espiral vicioso en el que el organismo se encuentra bien y se mantiene estable y puede resistir. Sin embargo, cuando el sistema se deteriora más allá de un umbral se desencadena un problema cada vez más difícil de superar. Lo vemos muchas veces en la naturaleza evidenciado como drásticos colapsos poblacionales”, sostuvo Beldomenico que trabajó en el tema junto a Mike Begon, del Instituto de Biología Integrativa de la Universidad de Liverpool, Inglaterra.

Beldomenico apuntó que en las poblaciones generalmente hay niveles naturales de estrés, que en ocasiones pueden incrementarse en gran medida, como cuando hay un pico demográfico. “Durante períodos de gran abundancia poblacional, hay una gran exposición a parásitos que provocan deterioros en la condición de los individuos, y a su vez hay carencia de alimentos y mucho estrés social. Este sería un mecanismo de control natural. Los parásitos son parte del ecosistema y su rol es controlar a sus presas, sus hospedadores”, continuó.

La acción del hombre

Sin embargo, cuando esos estresores son originados por el hombre se desencadena un gran problema, ya que el mecanismo se gatilla en falso. “En términos geológicos, el hombre apareció hace muy poco. La historia de la vida tiene unos 4 mil millones de años y el ser humano apenas 200 mil. Nos hemos vuelto una plaga hace unos 200 años y los animales se encuentran sin una historia evolutiva que los haya adaptado, lo cual hace que muchas poblaciones declinen y algunas se extingan”, aseveró.

En este sentido, afirmó que una de las formas en que el hombre produce estrés es introduciendo especies que no corresponden a un determinado ecosistema: “Hay animales que deben lidiar, por ejemplo, con la competencia de las vacas, lo cual genera estrés. Además introducen parásitos y patógenos que infectan a los animales propios de un determinado lugar. En un desmonte que quita un hábitat también se puede generar estrés nutricional por falta de alimentos o el cambio climático, que produce falta de confort. Todo ese estrés se suma a otros factores estresantes que son naturales y, en ocasiones, de una manera sinérgica que los organismos no pueden tolerar”, apuntó.

“La consecuencia es que sufre una gran proporción de las especies, mientras que otras se pueden ver beneficiadas, como los parásitos, por ejemplo, o artrópodos que pueden ser vectores. Siempre sucede así con estos cambios drásticos”, añadió.

El factor humano

  • El mecanismo de regulación de las densidades de una especie se puede disparar en falso si hay muchos estresores que no se dan por la alta densidad, sino porque el humano interfiere. “Esta situación puede tener implicancias significativas para la conservación de la biodiversidad y la salud pública”, destacó Beldomenico.

Los estudios de las interacciones entre estrés, hospedador y parásito se encuentran todavía en etapas preliminares, pero el investigador subrayó que “este conocimiento mejorará nuestra capacidad para comprender mejor la influencia de los factores de estrés antropogénicos sobre enfermedades infecciosas emergentes, predecir y reducir su impacto en la conservación, y también comprender la dinámica de la infección y de la historia natural de especies de la fauna silvestre en general”.