editorial

  • El camino de reconstrucción de los índices oficiales en la Argentina -destruidos durante diez años- se convirtió en un tortuoso derrotero.

La reconstrucción del Indec

Ninguna ficción es eterna. Y la Argentina, debería saberlo. La crisis que en 2001 hizo temblar a la Nación desde sus cimientos, fue la nefasta consecuencia de haber negado la realidad durante demasiado tiempo.

El ajuste que desde enero atraviesa la economía del país es fruto de la reiteración de errores. Otra vez, a lo largo de casi una década, gran parte de la Argentina se empeñó en negar la realidad. Primero, por la acción deliberada de gobernantes que hicieron de la mentira un verdadero sistema de gestión. Luego, por la complicidad de vastos sectores de la sociedad que optaron por no enfrentar los problemas que estallaban a la vista de todos.

La historia dirá que el Indec fue la representación misma de esta falacia colectiva. Cuando en 2007 la inflación comenzó a convertirse en un flagelo estructural, el kirchnerismo tomó la decisión de falsear las estadísticas de manera deliberada.

Aquel gobierno actuó, como en tantas otras ocasiones, convencido de que el fin justificaba los medios. Primero, el país fue privado de información confiable sobre el aumento de precios. Luego, se fueron perdiendo otros datos cruciales para medir la situación real. El ejemplo más dramático fue, seguramente, la literal desaparición de los pobres de los índices oficiales de la Argentina.

Encerrado en su propio laberinto, el kirchnerismo terminó creando realidades divergentes: el país real no concordaba con el país ideal. Y mientras muchos optaron por idealizar lo que estaba sucediendo, la realidad terminó por imponerse de manera de irrefrenable.

El gobierno de Cambiemos acaba de anunciar, finalmente y luego de una serie de desaciertos, que el próximo 15 de junio el Indec dará a conocer el primer índice de inflación oficial de la gestión de Mauricio Macri, después de haber utilizado durante estos meses indicadores de la ciudad de Buenos Aires y de San Luis.

En realidad, se trata de un índice de precios que abarcará la ciudad de Buenos Aires y los 24 partidos del conurbano, lo que implica un universo que el gobierno considera representativo de lo que sucede en el país. Aun así, distará de ser un índice federal de precios al consumidor. La idea es incluir a las provincias en un plazo no mayor a un año.

El camino de reconstrucción de los índices oficiales en la Argentina -destruidos durante diez años- se convirtió en un tortuoso derrotero. Cuando Macri asumió la Presidencia, lo primero que hizo fue convocarla a Graciela Bevacqua, una técnica de amplio reconocimiento, para que se pusiera al frente del Indec. La decisión pareció acertada, ya que se trataba de la misma persona que había sido removida de su cargo durante el gobierno anterior, por negarse a falsear las cifras que exteriorizaban la realidad.

Bevacqua advirtió que, para reconstruir los sistemas de medición estadísticas, necesitaba ocho meses de trabajo. Cuando el gobierno le pidió que el nuevo sistema estuviera en funcionamiento en no más de dos meses, la directora del Indec dijo que no sería posible. Y entonces, la historia se repitió: nuevamente debió apartarse del cargo.

De una vez por todas, el gobierno tendrá a partir del 15 de junio la posibilidad de hacer realidad una de las frases preferidas del presidente Macri: “Gobernar es decir la verdad”.

Encerrado en su propio laberinto, el kirchnerismo terminó creando realidades divergentes: el país real no concordaba con el país ideal.