Una crisis difícil de revertir

La lechería en su laberinto

La crisis del sector lechero argentino, que es simpática con la crisis de la lechería mundial, reconoce una particular intensidad a partir de los fenómenos climáticos registrados en el otoño pasado.

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Néstor Víttori

Las precipitaciones extraordinarias en el área de la principal cuenca lechera, fueron determinantes de anegamientos y encharcamientos con la correspondiente perdida de una gran cantidad de pasturas perennes y cultivos granarios como maíz y sorgo o el retardo en su recolección, así como demora en la siembra de los verdeos invernales. Estas circunstancias han producido un bache en la disponibilidad de alimento para las vacas. En numerosos casos se ha tenido que mandar las vacas a faena ante la falta de alimento y reservas, su alto costo, y la ausencia de un financiamiento de emergencia. Aproximadamente 600 tambos se han cerrado en este período en la cuenca de Santa Fe y Córdoba.

La producción de leche a nivel nacional ha registrado en julio de 2016 una caída interanual con relación a julio de 2015 de un 15 % y la producción industrial una caída del 12 %. Las exportaciones de enero a junio de 2016 con relación al mismo período de 2015 registran una disminución de 10 %, con una caída del precio FOB para la leche en polvo entera de un 28 % promedio, a un precio de 2315 dólares la tonelada. Los stocks de leche en polvo en poder de las industrias es un 27 % superior al año anterior.

El Financial Times dice en una nota publicada el 22 de agosto que la crisis de la lechería se desató a partir de una combinación de sobreproducción mundial de leche y una demanda más débil de lo esperado, especialmente por parte de China, donde las importaciones cayeron un 20 % entre 2014 y 2015. Esto se vio agravado por la prohibición de Rusia en 2014 a las importaciones de productos lácteos europeos, vinculada con tensiones en Ucrania y una demanda debilitada en Medio Oriente, producto de la caída de los precios del petróleo.

Tomando como referencia Nueva Zelanda, por ser el principal exportador mundial, que exporta el 95 % de su producción, cabe señalar que el precio de la leche en polvo entera cayó un 50% desde 2014 y no se espera una recomposición importante hasta mediados de 2017 cuando los recortes mundiales en la producción, adecuen la oferta a una demanda, cuya recuperación no es esperable en los niveles anteriores a 2014.

La reducción de la demanda señalada, ha tomado de contra pierna a la liberalización de las producciones reguladas mediante sistema de cupos, como la europea y la canadiense, quienes especulando particularmente con la demanda China, eliminaron buena parte de sus restricciones productivas, habilitando un crecimiento en sus producciones.

Esta situación mundial ha determinado, fuertes demandas de los productores a sus gobiernos, y búsqueda de mecanismos compensatorios en numerosos casos, para evitar que se vayan del negocio, pero que salvo en situaciones coyunturales como la de Argentina, por el fuerte impacto climático, lo que producen es “el encierro de los productores en una producción deficitaria y, a la larga insostenible y que provocan grandes distorsiones en los mercados mundiales” en opinión de Nathan Guy ,ministro de Agricultura de Nueva Zelanda.

En ese contexto mundial, la lechería argentina debe definir una política, si quiere evitar el ajuste por el “espanto”, que signifique diferenciar claramente su mercado interno de sus excedentes exportables, constituidos básicamente por leche en polvo entera o descremada, que inevitablemente está sometida a los avatares del mercado mundial.

La experiencia del pasado

Históricamente la lechería se dividió entre leche destinada al abastecimiento de Buenos Aires, y leche de industria, fundamentalmente quesera y en los últimos años productora de leche en polvo.

A lo largo del tiempo ha quedado expuesto, que pese a los distintos intentos por lograr mecanismos compensatorios, que equilibren el impacto de los vaivenes del precio del mercado mundial; las pérdidas que se generaron en la exportación a precios por debajo de los costos de producción, costos industriales y de logística, fueron soportados por los productores y las industrias de interior, generando fuertes quebrantos y colocando a productores e industrias en difícil situación.

La discusión, que se entorpece por la dispersión representativa del sector productivo y la cartelización de los industriales, debería apuntar a la creación de mecanismos regulatorios que equilibren la distribución de costos y beneficios en la cadena de valor ,que neutralice la cartelización de la industria, que impida que los excedentes sean utilizados como sobreoferta para el mercado interno, posibilitando que estos sean rápidamente exportados a precios de mercado, compensando las perdidas eventuales de la exportación mediante un “clearing” interno, donde toda la leche producida en el país aporte para compensar a los que exportan.

Esta experiencia ya se hizo al final del gobierno de Alfonsín, a través del Fopal (Fondo de promoción de exportaciones) pero lamentablemente fue torpedeada por las industrias abastecedoras de Buenos Aires, y barrido por el ministerio de Economía, de Domingo Cavallo, en 1991 con la desregulación.

Admitiendo la posibilidad de distintos mecanismos; el manejo de la oferta exportable, desde su producción hasta su comercialización, no debería estar en manos del sector industrial de abasto interno, porque este termina utilizándolo como colchón para mantener la sobreoferta y así deprimir los precios que se pagan al productor por toda la leche producida. La prueba más evidente de esta afirmación, es el hecho de que en un contexto crítico como el que vive la lechería argentina hoy, los stocks de productos elaborados en poder de las industrias, han aumentado un 27 % este año con relación al año pasado y las exportaciones se han reducido en un 10 %.

Deseconomías

  • Un párrafo final merece el análisis del sistema de producción, donde Argentina, en los últimos años, de la mano de buenos precios internacionales, profundizó la transformación de su sistema pastoril con suplementación estratégica de granos, a un sistema en muchos casos de semiestabulación o estabulación con granos arbitrariamente baratos (por atraso cambiario y retenciones) y cuyos costos en condiciones normales de mercado, son mucho más altos ocasionando en numerosos casos, verdaderas deseconomías de escala.

Práctica abusiva

  • Lamentablemente, las experiencias de la combinación de la gestión pública y la privada interviniendo en la producción y comercialización de distintos productos agroalimentarios, no ha sido buena en el pasado, quedando demostrado el fracaso de las distintas juntas, básicamente por su burocratización y corrupción. No obstante, y pese al temor serval que el sector de la producción tiene respecto de estas experiencias, el Estado, si quiere evitar un ajuste por el espanto como señalábamos, que implicará migración de producciones, perdida de territorialidad y puestos de trabajo, tanto en el ámbito primario, como industrial y logístico, debiera analizar una propuesta superadora, que equilibre el juego de los distintos actores, neutralizando el ejercicio vicioso de una práctica abusiva entre los mismos, para tratar de lograr una cooperación virtuosa que saque al sector adelante.