Carlos Bernatek

“Esta fue en un tiempo una ciudad maravillosa para el arte y la cultura”

Radicado en Buenos Aires, pero con una historia que lo liga profundamente a la geografía litoraleña, el escritor llega a la ciudad para presentar su “Trilogía de Santa Fe”. Es el primer disertante del ciclo 10x10, organizado por la UNL para celebrar los 10 años del nuevo edificio del Foro Cultural.

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“Es una relación entrañable la que tengo con la ciudad, aunque muchas veces fuera no correspondida, lo cual creo que me habilita a ser crítico”, dice el autor.

Foto: Archivo El Litoral

 

Natalia Pandolfo

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—La presentación lleva como título “Trilogía de Santa Fe” y abordará “La noche litoral”, de 2015, “Jardín primitivo”, publicado este año (que estará en librerías a fines de abril) y una tercera producción que está en proceso. ¿Cómo definiría la relación que lo une a Santa Fe?

—Llegué a Santa Fe en 1972. Fui y vine muchas veces, pero permanecí en la ciudad más de 20 años, precisamente los de la juventud, cuando se van formando criterios y se dirimen caminos de vida, así que me considero “santafesino por opción”. De hecho, sigo conservando aquí mi domicilio y sigo votando aquí. Es una relación entrañable la que tengo con la ciudad, aunque muchas veces fuera no correspondida, lo cual creo que me habilita a ser crítico. Para eso sirve a veces tomar distancia, mirar en perspectiva. Esta fue en un tiempo una ciudad maravillosa para el arte y la cultura, con un fervor creativo pocas veces visto. Después vino la dictadura, la diáspora, todas las cosas horrendas que fuimos conociendo, y luego un lento camino de recuperación que siempre está en etapa constructiva. Podría decir que mi vínculo con la ciudad recorrió ese derrotero, si “derrotero” no fuese una palabra tan poco ortodoxa.

—Su obra está atravesada por Santa Fe: su idiosincrasia, sus calles, sus personajes, su clase media, su cultura. ¿Qué implica para usted esta presentación en la ciudad?

—A partir de “La noche litoral” yo planteo una mirada posible sobre Santa Fe. Lejos de cualquier pintoresquismo, de cualquier metáfora, la herramienta que me ofrecía la voz de un protagonista desclasado, Ovidio Balán, me resultó el instrumento apropiado para hacer un corte transversal que implicaba diversos discursos: la realidad de ciertos hechos puntuales (la voladura del Club del Orden en el ‘72, la inundación de 2003), la secuencia de la cotidianidad en un presente impreciso y la ficción propiamente dicha. Las sentencias, los prejuicios, las interpretaciones que se leen en el texto, las hemos escuchado, forman parte de ciertos lugares comunes del habla de bar -una marca muy importante en Santa Fe-, de latiguillos y redundancias de la calle, del taxi, una suerte de chamuyo, de supuesto saber popular que no gasta en cortesía ni en prudencia, al que no le interesa mucho la ecuanimidad de sus asertos, y ofrece a cambio teorías rápidas sobre casi cualquier materia.

—En “La noche litoral”, Ovidio Balán pisotea todo el tiempo el límite de lo inmoral, de lo ilegal. Sin embargo, logra una fuerte identificación y hasta una cierta empatía por parte del lector. ¿Cómo es el proceso de construcción de sus personajes?

—Ovidio resulta una especie de emergente de todas esas cosas: no puede ser modelo de nada, no encuadra en la sociedad, es alguien no asimilado por el sistema que no acepta las normas y se marginaliza. Para colmo, extrema las tensiones por su necesidad de supervivencia. Esa suma, en algún momento tenía que provocar en el lector, por lo menos, una actitud piadosa.

Ovidio surge como proyecto a partir de un cuento (“La carne”, del libro “Voz de pez”, 2003), donde ya estaban el tono y el discurso. Aún no existía el argumento, pero a mí me hacía ruido, porque ese texto largo ofrecía zonas blancas que, pensé, valía la pena explorar y completar. Me ocurrió con otros cuentos, que pasaron a integrar otro cuerpo narrativo, pero nunca que configuraran la matriz central de lo que quería contar. No tengo un método unificador ni una receta que sirva para resolver estas cosas: a veces funciona y otras muere en un cajón, o en la Papelera de reciclaje.

—Enrique Butti ha definido esta novela como “la puesta al día de una estética olvidada: la del sainete”. ¿Cómo la define usted, cómo la pensó?

—Críticas como la de Enrique suelen ser iluminadoras: yo entiendo a veces ciertos mecanismos de mis libros a través de textos como el suyo, o como el de Luis Chitarroni que me hizo la contratapa, y fue el primer lector de la novela. Es muy atinado lo que dice Butti sobre el sainete porno, como un retorno a un género popular (si bien el sainete era teatral), y menciona los diferentes planos de lectura, cómo uno va encubriendo a otro y a partir de lo escatológico y lo risueño, el texto se proyecta hacia otras instancias más complejas. Creo que, de algún modo, la novela homogeiniza su estética en la mezcla que propone. Es algo que verifico en un detalle puntual: la variedad de lectores que pueden acercarse a un texto donde caben muchas cosas diferentes.

—¿Cómo describiría el trabajo que debe hacer un escritor del interior para poder sortear las trampas de la vanidad provinciana y desarrollar un trabajo serio, riguroso?

—Es complejo entrar en esa categoría de “escritor del interior”, pero no porque ser un escritor porteño sea más sencillo. En el supuesto interior existe una cuestión de principios que entra en colisión con las necesidades, con lo que se aguarda de un intelectual, todo bajo la cercanía de los factores locales de poder (tema que se aprecia en “La noche litoral”), que oficia de arma de doble filo. El límite es algo estrictamente personal, pero cuando se escribe para complacer, o para satisfacer lo que se espera de uno como autor, nada bueno puede ocurrir. Asimilarse mansamente al llamado regionalismo, es repetir una fórmula fallida, la del intelectual amanuense del discurso oficial. Esa docilidad del escritor funcional, más allá de otras consideraciones éticas, nunca produjo buena literatura.

Al margen de eso está el reconocimiento que, paradójicamente, suele verse obturado por la proximidad.

—¿Cómo observa el panorama literario actual a nivel nacional?

—Veo muchas cosas interesantes, mucha obra en construcción. Es un hecho auspicioso si consideramos que casi todos los maestros de una generación han muerto. El último fue Piglia, autor nada menos que de “El último lector”, como una suerte de mensaje póstumo. Hay autores generacionalmente nuevos que van consolidando sus búsquedas, y a un tiempo, veo mucha experimentación sobre lo que quizás se lea en la próxima década. Ese eterno equilibrio entre una tradición que va corriendo sus límites y una vanguardia en constante expansión, seguramente va a consolidar la próxima literatura. De todos modos, no se puede soslayar el duro momento económico regresivo que vivimos que, como suele ocurrir repetidamente, condiciona la circulación y el consumo de los llamados “bienes culturales”. La literatura nunca permanece al margen de la vida cotidiana, y cuando las dificultades se centran en carencias básicas -alimento, trabajo, salud, vivienda-, todo lo demás resulta postergable.

La trilogía

  • “Jardín primitivo” presenta a un Ovidio Balán más grande, que si bien no ha perdido muchas de sus costumbres ni de sus reacciones, sigue viviendo en la misma zona filosa cercana a la ilegalidad. En la tercera parte, que está en proceso, Ovidio ya no va a ocupar un rol protagónico, aunque participe de circunstancias argumentales determinantes. Ovidio se va extinguiendo, pero deja su impronta en historias ajenas, en un mismo escenario levemente desplazado en el tiempo.

El autor

  • Carlos Bernatek nació en Avellaneda, Buenos Aires, y vivió durante muchos años en Santa Fe, donde fue subsecretario de Gestión Cultural de la provincia. Entre otros premios, el año pasado obtuvo el Clarín Novela por “El canario”.

El dato

El ciclo

  • La charla será mañana, a las 20, en la Sala Saer del Foro Cultural Universitario. El ciclo “10 x 10” se realizará el último viernes de cada mes y tendrá diez invitados de diferentes campos artísticos, que llegarán al Foro Cultural UNL, 9 de Julio 2150.