llegan cartas

El ARA San Juan y la Industria Naval

RAÚL E. PODETTI (*)

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El mismo día que se anunció la explosión en coordenadas coincidentes con las del rumbo del submarino desaparecido, ocurría una nueva anomalía hidroacústica compatible con otra destrucción naval. Este segundo caso no puede relacionarse con una sorpresiva avería, porque es resultado de una planificación macabra, cuyo epicentro no fue en el mar sino en la Cámara de Diputados.

A pesar del esfuerzo rescatista del diputado De Mendiguren por mitigar los efectos devastadores, se terminó aprobando la Ley de Marina Mercante que manda a pique a nuestros obreros navales. Ahora, la importación de buques usados, con excesivos beneficios impositivos, ya no se hará por excepción, sino que será por ley. En el último cuarto de siglo esta medida, opuesta a las buenas prácticas internacionales, ya generó pérdidas de 83.000 empleos, de 800 millones de dólares de recaudación y de 1.350 de divisas, ¡y este negociado, ahora será ley!

Queda la esperanza de que el presidente salga también al rescate de este otro hundimiento naval, a través del veto o la reglamentación salvadora.

Dos hechos lamentables ponen de manifiesto una misma realidad. Décadas, sin políticas de Estado en la Industria Naval y en el equipamiento de la Armada, que siempre deben ir de la mano.

(*) Ingeniero naval