Tribuna de actualidad

Sobre el aborto, urge llamar a las cosas por su nombre

Dra. Carmen González (*)

En un momento social tan convulsionado por el debate acerca del lugar de la mujer en la sociedad, bajo las consignas tan generales del movimiento feminista se amparan también encendidas declaraciones a favor del aborto. Considero oportuno, en este contexto, detenernos unos momentos a pensar cuál es el sentido profundo de las cosas que decimos cuando nos embanderamos en la defensa de ciertos derechos.

A contramano de lo que habitualmente se hace cuando queremos explicar una idea, en este caso iremos de lo más abstracto a lo más concreto. Empezaría por unos conceptos básicos que nos provee la Filosofía para pensar el estatuto del embrión, tal como son los conceptos de acto y potencia. Los utilizó Aristóteles para decir que nada puede ser lo que es (en acto) si antes no tiene la posibilidad de serlo (potencia). En el caso concreto que estamos pensando, esos conceptos nos permitirían comprender que ningún bebé humano nace humano sin haber tenido la posibilidad de serlo, es decir, si no era ya un humano que estaba en potencia de desarrollar todas sus propiedades en el seno materno. Al mismo tiempo, nada puede comenzar a ser algo y luego mágicamente convertirse en otra cosa, es decir, ese embrión no fue nunca otra cosa que un ser humano. Antes de desarrollar sus capacidades racionales, afectivas, de lenguaje y todas las que queramos pensar como propias de un ser humano, no fue un animal, no fue un pre-humano -si es que podemos concebir ese concepto-; fue siempre y desde el comienzo un ser humano que necesitaba desarrollar su cuerpo, sus condiciones materiales para ejercer esas otras propiedades que fácilmente describimos en un humano adulto.

Pero como la Filosofía no suele estar al alcance de cualquier discurso, detengámonos ahora en la Biología. De modo más concreto, “científicamente comprobado” se sabe que un ser humano recién concebido es humano porque su identidad genética coincide con el genoma humano. ¡Enorme descubrimiento de la ciencia! Hay un patrón genético que compartimos todos los seres humanos y es el que nos hace pertenecer a la especie. Ahora bien, en las primeras horas de la concepción humana -deseada o no- hay un ser que pertenece a esa especie. Es humano. Y la biología también puede demostrar que es un nuevo ser humano porque en esas primeras células se puede describir perfectamente una identidad genética distinta a cualquier órgano del cuerpo que lo acoge. En definitiva un ser humano distinto genéticamente de la “parte femenina” y la “parte masculina” que le dieron origen.

Demos otro paso, ahora sí más concreto, apelando al sentido común. Ningún ciudadano medianamente formado se atrevería a negar los derechos que nos asisten por el solo hecho de existir como seres humanos. Constantemente y de manera elogiable, nos atrevemos a reclamar de modo público y a viva voz por nuestros derechos. Uno de los que más se reclama últimamente es el derecho a no ser discriminado, a ser considerado igual a todos los demás seres humanos; y este derecho a la no discriminación funda también el reclamo por la no discriminación de la mujer. Nadie podría estar en contra de estas reivindicaciones, creo que en eso estamos todos de acuerdo.

Entonces, si los Derechos Humanos son los derechos inalienables que asisten a todo ser humano; si la discriminación es un acto que viola a esos derechos; si todo acto que atenta contra la vida de un ser humano es un homicidio y viola el derecho fundamental a la vida; en definitiva, si llamamos a las cosas por su nombre, ¿de qué modo y con qué argumentos se discrimina al ser humano recién concebido? ¿Con qué razones ese homicidio deja de ser tal? Siendo humano -¡y esto está científicamente comprobado!- ¿no le asiste el derecho a la vida? ¿Esto vale para algunos seres humanos y para otros no?

¿De qué se habla cuando se dice “derecho a matar”? Claro... esto nadie lo dice de esta manera; será en todo caso el derecho a “interrumpir un embarazo no deseado”. ¡Vaya eufemismo! Digamos las cosas como son.

Lo último, por si todos estos argumentos no fueran suficientes: si ese embrión fuera una mujer (claro, en potencia)... ¿no sería también un acto de femicidio?

Se dice que nuestra sociedad está preparada para debatir la cuestión del aborto legal. ¿Estamos preparados para llamar las cosas por su nombre y defender la posibilidad de que algunos homicidios sean legales? Comencemos el debate, pero en serio, con argumentos y no con ideologías, llamando a las cosas por su nombre.

(*) Filosofía- UCSF

Hay un patrón genético que compartimos todos los seres humanos y es el que nos hace pertenecer a la especie. Ahora bien, en las primeras horas de la concepción humana -deseada o no- hay un ser que pertenece a esa especie. Es humano.