33ª Fiesta Nacional del Teatro en Rosario

Una historia que se sigue escribiendo

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“Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo” del controvertido creador Rodrigo García.

Fotos: Gentileza producción / Ariel Gauna

 

Roberto Schneider

Desde el 12 y hasta el 19 de mayo se realizó en Rosario la edición número 33 de la Fiesta Nacional del Teatro, organizada por el Instituto Nacional del Teatro en cogestión con el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia y la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario. La programación estuvo conformada por 33 espectáculos provenientes de todos los puntos cardinales del país, seleccionados por jurados especializados en las respectivas Fiestas Provinciales a los que se añadieron montajes escénicos especialmente invitados -una muestra todos los días del mejor teatro rosarino- para construir el mejor panorama del teatro argentino actual, que vence disputas internas del INT para ratificar que el teatro, que es indudablemente un hecho político, vence cualquier discusión y permite con rotunda eficacia ratificar que la Historia del teatro argentino se sigue escribiendo.

Esta edición ve asimismo la oportunidad de celebrar los veinte años de la creación del Instituto Nacional del Teatro y la circunstancia de que fue precisamente en Rosario cuando se celebró la primera fiesta de la nueva era. Una vez más, la reflexión de la ministra Chiqui González permite pensar acerca del significado de esta historia, cuando sostiene que “aquí estamos veinte años después con el mismo río y los barcos al amanecer recorriendo como fantasmas la franja de los galpones... Hay generaciones que se han incorporado y la formación en teatro aumenta y se especializa, busca formas, encuentra caminos para transmitir la denuncia, la crítica, el desborde de la sátira, la fina ironía, el humor en todas sus manifestaciones, el drama en todos sus estilos”.

Con claridad, González destaca luego que “la profesión ha crecido y el Instituto regó de salas el país con enorme esfuerzo de teatreros y los sistemas de fomento que nacieron en la provincia. Más apoyo, más técnica, más escena santafesina. También más respeto a la búsqueda del otro y un sentimiento de lo diferente de donde no se vuelve, una multiculturalidad que se ha instalado, la fortaleza del género femenino ocupando todo el ancho lugar que el teatro siempre le reservó... Rosario es casa de teatro, siempre lo fue y le debemos lo que somos, por eso esta Fiesta Nacional es una celebración, el ritual que nos debíamos, la tregua extenuante para vernos y aceptarnos y abrazarnos y apoyamos porque nuestra tarea de revelación y de rebelión necesita hermanos, cómplices de la magia y lo terrible, compañeros que atraviesen la muerte para revivir cada día y esto no es tarea del ego, necesita nobleza, necesita organización y enorme ternura”.

“Hagamos un teatro que tenga la proximidad entre nosotros porque sin la cercanía no hay amor y la distancia de la imaginación poética porque sin la poesía y la magia andaremos ciegos buscando lo que vendrá”.

Lo mejor de lo mejor

Diversidad de lenguajes y de poéticas se instalaron en los diversos escenarios de la ciudad del sur. La dureza del clima político que atraviesa a los argentinos se patentó con fuerza de indudable calidad artística. El teatro de Córdoba dio muestras una vez más del alto valor de las dos propuestas ofrecidas. En “Clase”, de Guillermo Calderón, un profesor y la única alumna del curso que no se ha sumado a una protesta estudiantil ansiosa de disertar sobre un tema que la convoca, enfrentan sus visiones de vida y posturas generacionales en una particular e intensa jornada escolar. La dramaturgia es altamente conmovedora y renueva el teatro político a partir de un lenguaje sumamente expresivo y poético. En la cima de su carrera de incesante creador teatral, Gonzalo Marull plantea un doloroso rompecabezas en el que cada uno de los personajes va estructurando su vida. El juego de los dos estupendos actores -Elisa Gagliano y Pablo Martella- escribe otra teatralidad promoviendo un discurso contundente y construyendo intensos campos poéticos, potenciados por la inteligente escenografía de Kirka Marull y la certera iluminación de Juliana Manarino Tachella. “Clase” remite indudablemente a una temática fuerte en el arte argentino y Marull -como sucede con los buenos vinos maduros- construye un estallido de teatralidad en el que se yergue soberana la palabra. cuando el profesor toma en sus manos el libro “Un mundo feliz” de Aldous Huxley aparece en síntesis el discurso poético marullineano.

En “Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo” del controvertido creador Rodrigo García, un padre desata su furia al volver del supermercado decepcionado por el vacío existencial que le produce el consumismo y provoca el estallido de la tragedia. Desde la dirección general del espectáculo Sergio Osses formula un trabajo conceptual, profundamente teatral, para ampliar el sentido de un texto político demoledor, estableciendo un equilibrio marcado con lo poético. El trabajo escénico permite vislumbrar un clima ominoso en el que las palabras residuales estallan en el ser humano contemporáneo. El magnífico dispositivo escénico de Noel Arias y el mismo Osses en escenografía y vestuario, el diseño de iluminación de Cecilia Astini y las contundentes interpretaciones de Lucas Goria y Pola Halaban más la atmósfera musical en vivo de Javier Artaza permiten construir el debate permanente sobre la violencia política, tan lamentablemente contemporánea y con multiplicidad de sentidos construidos.

En “Millones de segundos”, la obra de Diego Casado Rubio que llegó desde Caba, Alan es un adolescente transexual con síndrome de Asperger. Cuando tenía 5 años supo “que era de otro planeta” y empezó a contar los segundos que le quedaban para dejar de vivir en ese cuerpo, en una historia en la que no se padecen las diferencias pero (dolorosa conjunción adversativa) sí se padece la incomprensión. El resultado es un potente discurso de expresividad contemporánea con impacto de fuerte e indiscutida teatralidad. Es un cross a la mandíbula a partir de un discurso ideológico con decisión dramatúrgica impecable. Tres personajes resultan víctimas de un sistema demoledor en una danza macabra sobre la soledad del ser humano. Raquel Ameri es una actriz hipnótica, que conduce al espectador a un mundo de profundo dolor. Está muy bien acompañada por María Rosa Frega y Víctor Labra en esta puesta en escena del dolor humano dirigida por el mismo Casado Rubio.

Tradiciones populares excelentes

Desde Formosa llegó, “Érase una vez... el Lobizón”, de Darío Basualdo, para transformarse en la sorpresa más agradable escénicamente hablando de esta fiesta. Sobre la escena, actores de un decadente grupo de teatro tienen la titánica tarea de representar “Nazareno Cruz y el lobo”, pero la realidad los encuentra haciendo una versión demasiado (por suerte) libre de una leyenda tan autóctona como la del lobizón, que retrata la tradición del recordado radioteatro de Juan Carlos Chiappe, que trasladaba la historia del séptimo hijo varón condenado a ser lobo en las noches de luna llena. La brillante propuesta formoseña está basada en un fantástico procedimiento teatral que rescata la mejor tradición del genuino teatro de humor, construido sobre la base del juego teatral. El montaje divierte hasta lograr carcajadas imbatibles como consecuencia de la inteligente y exquisita puesta en escena de Lucas Ramírez, quien maneja con habilidad los mejores engranajes de la tradición bien entendida. Y de “lo regional” en una expresión harto inteligente. Se disfrutan las excelentes interpretaciones de Joselo Mak, Angélica Ayala, Laura Saavedra. Lilian Bracamonte y el mismo Lucas Ramírez, entregados todos al objetivo más contundente: permitir el goce teatral eludiendo el mal gusto, sobre la base de un trabajo que tiene al mejor humor como premisa esencial. Todos los rubros técnicos están al servicio de una totalidad estupenda, que nos permite reírnos. El mejor premio de una propuesta teatral de indudable jerarquía. Chapeau.

Desde Neuquén, arribó “Vairoleto, pechito libertario”, obra para teatro de títeres de Rafael Urretabizkaya en perfecta y cuidada dirección de Carlos Piñero. El mito de Juan Bautista Vairoleto, “el que al pueblo dio respeto y ahora el pueblo protegía”, fue el mejor vehículo para demostrar por qué continúa vivo en el imaginario popular. Es un arduo trabajo de investigación trasladado en indiscutible forma poética a partir del fantástico trabajo del excelente titiritero Daniel Aguirre, que en forma casi mágica interpreta todos los personajes de la trama. La escena se enriquece con la labor de los músicos, que tienen rol protagónico. Así Andrés Durán y Santiago Aguirre colaboran en la traslación más artística del mundo del radioteatro, que propicia imágenes de profunda belleza plástica para instalar también la necesidad de justicia, con lo que la metáfora construye la totalidad.

Una mujer emblemática

“Yo, Encarnación Ezcurra” trajo desde Caba la rotunda plasmación escénica de una mujer de fuerte protagonismo en la historia argentina. Con un bello texto de Cristina Escofet y una cuidada y exquisita dirección de Andrés Bazzalo, se patentiza la historia de esa mujer doblemente castigada por ser mujer. Así, la poesía con compromiso político adquiere significado en la historia de ese personaje con un amplio abanico expresivo para contar la historia de la esposa de Juan Manuel de Rosas en el último día de su vida. Los músicos Malena Zuelgaray, Sebastián Guevara y Martín Migoni colaboran con su trabajo apoyando la labor de una intérprete colosal y prodigiosa: Lorena Vega, que logra transmitir la ternura, la poesía, el poder, la luminosidad, el desborde, el amor y el odio. Los diversos lenguajes de la puesta en escena de Bazzalo se conjugan en perfecta armonía para narrar una época de enfrentamientos políticos que de algún modo permanecen, porque las antinomias están aún entre nosotros. Porque el tema es la lucha por el poder, la misma que nos circunda hoy.

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“... que pase algo (título en proceso)”, un riguroso trabajo basado en un equipo que prioriza el rol del trabajo actoral.

La muerte

Sobre cómo contar la muerte a partir de fantásticas ideas de un humor inteligente y con recursos de la más absoluta teatralidad, transcurre durante tres horas “Todo tendría sentido si no existiera la muerte” magnífica obra de Mariano Tenconi Blanco que desde Caba llegó para ratificar que no hay teatro largo o corto, sino teatro bueno o malo. Son tres horas de disfrute teatral, para una génesis establecida en la tristeza por la muerte de un ser querido. El texto bordea la narrativa, pero está escrito con clara hipótesis: reflexionar sobre la condición humana. El dramaturgo usa recursos cinematográficos para colocar en la escena a la muerte como circunstancia esencial en la vida de los seres humanos. Como director, Tenconi Blanco plasma un trabajo de indiscutible teatralidad puesta al servicio de una totalidad que golpea fuerte para construir una poética demoledora que se patentiza en signos teatrales de jerarquía, como la labor de un brillante elenco integrado por la fantástica Lorena Vega, la excelente Maruja Bustamante más la labor precisa de los impecables Andrea Nussembaum, Juana Rozas, Bruno Giganti y Agustín Rittano. Imposible no mencionar la escenografía de Oria Puppo y la iluminación de Matías Sendón. Es impecable el trabajo en asistencia de producción de Eugenia Tobal.

Y más de lo mejor

En “La moribunda”, de Alejandro Urdapilleta, que representó a Salta, la tragicomedia se patentiza para trasladar de manera efectiva la historia del vínculo entre dos hermanas muy bien interpretadas por Natalia Aparicio y Daniela Canda. El trabajo permite incorporar a los espectadores a una totalidad que permite la celebración.

Desde Santa Cruz, el grupo Libélula Sur Teatro trajo una hermosísima versión de “Bisnietas, heredaras del viento”, de Erika Halvorsen. El espectáculo habla de nosotros, de nuestra identidad, nuestros ancestros. El espíritu femenino está puesto en escena en una forma amorosa. Se reflejan las historias individuales para crear un universo de emociones sinceras y puras. El foco en el detalle construye una preciosa totalidad con altas dosis poéticas. Impecable y comprometida la labor de las actrices Fernanda López López, Andrea Landaburu, Susana Meyer y Nevenka Svarka. La dirección de Andrea Fernández logra construir un universo de emociones, celebrado por los espectadores.

“Hamlet, herencia de la carne” es un espectáculo de extraña y demoledora belleza en la eximia adaptación de Paula Tabachnik, quien logra plasmar en escena la tensión entre consciente e inconsciente para plasmar un eje estructurante perturbador: la venganza y el asesinato como condicionamientos de una propuesta que también toma la territorialidad como identidad de la Patagonia. Hay una revalorización de un texto paradigmático de la dramaturgia universal. Éste es un trabajo de profunda investigación con multiplicidad de signos poéticos de indudable jerarquía, como la labor de un preciso y comprometido elenco integrado por Jorgelina Paravano, Manuel Gutiérrez Arana, Rodolfo Fernández Lisi, Lihue Vizcaíno, Emanuel Gallardo, Emilia Linardi y Helena Benito.

“Guía semanal de ideas”, obra de Gastón Díaz, llegó desde Entre Ríos para demostrar una extrema sensibilidad en desplegar un mundo de sensaciones que reflejan el espíritu femenino. Priman en la puesta en escena del mismo autor la idea del amor idealizado y una intensa reflexión sobre el arte a partir de la plasmación en escena de los días de una semana y el encuentro con diversos interlocutores de la protagonista, una excelente interpretación plena de matices de la actriz Candela González Tonón.

“Mujeres soñaron caballos”, de Daniel Veronese, vino desde La Pampa para poner de relieve en la escena los grados de tensión exacerbados en vínculos afectivos en la vida de tres hermanos y sus esposas en una reunión familiar en la que explotan las más oscuras miserias de los seres humanos en uno de los textos más ricos de la dramaturgia argentina. La violencia que está en el aire (y entre nosotros) se exacerba a partir de una realidad agobiante. Interesante desafío de los pampeanos para reflejar las oscuridades de un grupo familiar ciertamente perturbado. Buena la dirección de Julio Gre y muy buena la labor del elenco integrado por Carolina Vergara, Ubaldo Berón, Sergio Biondo, Alejandro Arias, Claudia Gorrochategui y Cecilia Arribas.

Tucumán se hizo presente con “... que pase algo (título en proceso)”, un riguroso trabajo basado en un equipo que prioriza el rol del trabajo actoral en una totalidad que hace hincapié en el detalle para descubrir lo mínimo y armar una estructura que oculta y muestra todo en parcialidades que suman dosis de humor. Los distintos disparadores cobran sentido. El autor es Sergio Miguel Prina y actúan con indisimulable entrega Luis Salazar, Ezequiel Martínez, Camila Pláate, Fernando Solórzano y Ruth Pláate.

Con “El carozo del invierno se llama primavera” Catamarca ofreció un interesante trabajo de exploración en la dramaturgia del actor para trasladar una poética literaria a una escénica. Hay en el trabajo una plasmación absoluta de belleza plástica de fuerte impronta estética y multiplicidad de sentidos con fuerte contenido ideológico. Son autores Luis Franco, María Teresa Pompei y Carlos Gaibiso y actúan con indiscutible entrega Cristian Romero, Georgina Gaibiso, Moisés Saleme, David Silva y Carlos Gaibiso.

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“Érase una vez... el Lobizón”, de Darío Basualdo.

Ovaciones

Los dos elencos santafesinos presentados en la Fiesta Nacional del Teatro fueron largamente ovacionados. Los espectadores y la crítica teatral del país alabaron y aplaudieron largamente las presentaciones de “(esto no es) Calígula”, dirigido por Edgardo Dib, y “La Biunda”, con dirección de Marina Vázquez y María Flavia del Rosso. Teatristas de diversas regiones destacaron los altos valores estéticos y actorales de ambas propuestas.

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“La moribunda”, de Alejandro Urdapilleta.