De Víctor Valdés a Lionel Messi, el Barcelona sublimó esta temporada el valor de un grupo por encima de las individualidades para obtener su tercer título consecutivo de la Liga española.
Messi es la cabeza más visible del Barcelona tricampeón, el hombre que acapara la mayor parte de los focos. No en vano, lleva dos años siendo galardonado con el "Balón de Oro".
Pero precisamente ese premio permite comprobar hasta qué punto el Barcelona es una orquesta coral. Porque el argentino tuvo como finalistas a dos compañeros más: Xavi y Andrés Iniesta. Incluso muchos analistas se sorprendieron con el hecho de que Messi fuera el galardonado por delante de los españoles, campeones del mundo en Sudáfrica.
Josep Guardiola, técnico del Barcelona, consiguió que todos sus futbolistas se sintieran partícipes de los triunfos del equipo.
Messi volvió a maravillar a los espectadores con jugadas imposibles y se consagró como un goleador mortífero. Hasta la fecha, hizo 52 tantos en 53 partidos y añadió la nada despreciable suma de 23 asistencias de gol.
En la otra parte del campo se situó Valdés, disparado hacia un nuevo trofeo al arquero menos goleado en la Liga española con una media cercana a medio tanto encajado por encuentro.
Mientras, la temporada afianzó el peso que tiene en el equipo la medular compuesta por Sergio Busquets, Xavi e Iniesta, quienes aguantaron en plenitud física el peso de una campaña tan llena de encuentros exigentes.
En la zaga, Gerard Piqué volvió a cumplir una temporada excepcional, aunque sufrió más de lo pensado con las largas ausencias de Carlos Puyol.
"Uno de los grandes aciertos del club fue recuperarle porque se ha convertido en uno de los mejores centrales del mundo", elogió Guardiola al ya célebre novio de la cantante Shakira.
Puyol, el capitán, confirmó que su papel en el equipo es más que relevante, sobre todo porque las derrotas del Barcelona coincidieron con sus ausencias. Por omisión, el defensa acrecentó su papel en el plantel.
Por su parte, Daniel Alves evidenció su peso en el equipo ofreciendo su gen competitivo, aunque eso le costara ganarse el odio de numerosas aficiones de España. Pero cualquier conjunto siempre agradece contar con alguien que ejerza de "chico malo".
Guardiola también consiguió que cada jugador aceptara su rol en el equipo, instando a la paciencia y al trabajo para superar momentos malos.
Tal fue el caso del argentino Javier Mascherano, quien pasó de tener un papel marginal en el grupo a ayudar decisivamente en el tramo final con sus buenas actuaciones como central, posición en la que no estaba acostumbrado a jugar.
Al tiempo, el Barcelona encontró a una especie de "líder espiritual" en la figura de Eric Abidal. Imprescindible para Guardiola, el francés tuvo que superar en marzo una operación de un tumor cancerígeno en el hígado y regresó contra todo pronóstico para ayudar a su equipo a conquistar los títulos. El tipo de detalle humano que siempre gusta asociar a cualquier éxito.
Dentro del irreprochable nivel exhibido por el Barcelona esta temporada, también quedaron algunas dudas, principalmente las generadas por la elección de un plantel tan corto.
Así lo decidió Guardiola a comienzos de temporada y la utilización de Mascherano como central reveló las carencias de la plantilla para cubrir ciertos puestos. Un aspecto en el que pensar para la temporada venidera.
Además, el delantero David Villa, el gran fichaje, vivió una campaña muy irregular en cuanto su olfato goleador. "No hay partido en el que Villa no tenga al menos dos ocasiones de gol y, si este año hemos jugado mejor que nunca a nivel futbolístico, fundamentalmente ha sido por él", lo defendió Guardiola.
Tampoco hubo la aparición fulgurante de una nueva estrella surgida desde la cantera (Pedro fue la de la pasada temporada). Aunque Tiago Alcántara sí ofreció detalles que invitan al optimismo.
El Barcelona consolidó un ciclo y Guardiola consiguió que el equipo se impusiera a cualquier individualidad. En este sentido, el técnico contó con la inestimable ayuda de Messi, la estrella más "antiestrella" del fútbol mundial, un jugador que no entiende de egos. Como el propio Barcelona.
DPA