Por Remo Erdosain
Remo Erdosain
Quito nos informa que los diarios van a llegar más tarde. Marcial saca su laptop y se vuelca a Internet porque desde hace tiempo se jacta de que a pesar de sus años su fuente de información es Internet. José dice que él lee los diarios de papel o no lee nada. —Vos sí que te quedaste en el 45 -bromea Abel. —Yo no vivo preocupado si soy o no moderno. A mis años he decidido vivir como me gusta, sin andar fijándome qué dicen los jueces de las modas. Así que por lo tanto no tengo vergüenza de decir que me gusta leer el diario de papel, que uno de los placeres cotidianos más lindos de la vida es llegar al bar, pedir un café cortado y leer el diario o los diarios. Ese placer no me lo van a quitar en nombre de Internet —Lo siento por vos -le dice Marcial- porque Internet ya es una realidad y el diario de papel se va. Lo tuyo me recuerda al tipo que seguía viajando en carreta porque lo consideraba más placentero que el auto. —No es necesario para refutar un argumento ponerlo en ridículo -contesta José- yo creo que hay cosas nuevas que son buenas y otras no tan buenas. Y creo que hay cosas del pasado que deben superarse, pero otras deben mantenerse. El diario de papel es una de ellas, para mí una de las grandes conquistas de la humanidad. —Comparto algunas cosas con vos -digo- porque los diarios de papel, además, han desarrollado recursos humanos, tecnológicos y escala de información que no podrán ser reemplazados fácilmente por una página digital. Es más. Lo que creo es que cuando los diarios digitales se impongan, si es que se imponen, deberán incorporar todas las experiencias y conocimientos elaborados por las tradicionales empresas periodísticas, incluso es posible que esas mismas empresas se reciclen en esa dirección y sigan brindando productos culturales de excelente calidad. —Vos podrás decir lo que quieras -dice Marcial- pero lo cierto es que los diarios de papel están cerrando en el mundo y su lugar es ocupado por los diarios digitales. Este es un dato duro de la realidad, tan importante como cuando el descubrimiento de la imprenta dejó fuera de juego a los abnegados monjes medievales cuyo oficio de copistas permitió preservar la cultura durante siglos. —Lo que he leído -interviene Abel- es que los trabajos de los monjes eran impecables. Se pasaban días, semanas, meses trabajando letra por letra para lograr su objetivo. Pues bien. La imprenta los dejó fuera de juego. En pocas horas publicaban libros que a los monjes les llevaban meses. Seguramente hubo caballeros y damas que extrañaban aquellas hermosas ediciones artesanales, pero la vida continuó su recorrido. —Yo creo -insisto- en que los cambios son irreversibles, pero llevarán su tiempo. Y es probable que algunos de nosotros no lleguemos a verlos. Además, habrá que preguntarse cómo se reconstituirá el periodismo en el futuro. Porque por papel o por Internet se seguirá escribiendo, se seguirá informando y se seguirá opinando. Y, además, otra cosa, por un lado se ampliará la platea y la emisión de noticias, pero en algún momento se producirá una selección de contenidos y la gente se volcará más a los de buena calidad. —Habría que ponerse de acuerdo sobre qué se entiende por buena calidad. Yo creo que lo nuevo es que la gente selecciona contenidos de acuerdo con sus intereses y sus gustos. —Chocolate por la noticia. Siempre fue así. —Siempre fue así, pero ahora la oferta se ha multiplicado y direccionado. Lo ves en los diarios digitales, pero también en la radio y en la televisión. Hoy tenés radios que se dedican exclusivamente al rock, otras al tango y otras a la cumbia. En el periodismo pasa lo mismo. Es como que se está produciendo una especie de reordenamiento de contenidos. —Hoy hay muchos diarios digitales -dice Marcial- y a mí me parece bien. De todos modos, la pregunta que me hago es qué va a ser de ellos cuando, por ejemplo, todos los diarios cierren. —No entiendo ¿adónde querés llegar? -dice Abel. —A lo siguiente. Hoy la gran mayoría de los diarios digitales piratean la información, las opiniones, las fotografías de los diarios tradicionales. Así cualquiera arma un diario. Lo que me pregunto es cómo funcionarán cuando esto no se pueda hacer porque lo prohíbe la ley o se agotan las fuentes de consultas. —Pienso que el tema es complicado, que estamos viviendo una época de cambios formidables de los cuales no nos terminamos de dar cuenta acerca de su verdadera dimensión. —Lo que observo -digo- es que los diarios también se están preparando a los nuevos tiempos. Todos, o casi todos, tiene su página digital con información al día, con su propios lectores y, lo importante, su propia publicidad. —El problema de los diarios -dice Abel- no es muy diferente al problema de los libros. Acá también la era del libro papel está llegando a su fin. —Yo no voy a renunciar a mi biblioteca -exclama José —Vos hacé lo que mejor te parezca -le dice Marcial- pero ahora con el e-book vos llevás en un aparatito que pesa menos de un kilo, más de mil libros. —No es lo mismo leer en papel que en uno de esos aparatitos que a vos te gustan tanto. —Vos discúlpame -le digo- a mí me regalaron uno de esos aparatitos que vos calificás con tanto desprecio y la estoy pasando muy bien. —No me vas a decir que es lo mismo que el libro. —Es igual, y a veces mejor. Es más liviano y más cómodo, sobre todo para tipos como yo que me gusta leer acostado. —Yo en la computadora no puedo leer más que una o dos páginas -señala Abel. —Cambiá de opinión. Con el e-book la lectura es mucho más confortable. No tiene nada que ver con la computadora. Acá disponés de letras grandes y un tipo de pantalla que permite leer con mucha comodidad. —Está bien, me rindo -dice José- pero mientras haya diarios y libros de papel yo me mantendré fiel a ellos. —Si preferís andar a caballo en lugar de viajar en auto allá vos. Pero no te olvidés lo que le pasó a Jorge Cafrune por andar viajando a caballo en rutas hecha para autos y camiones. —A mí me gustaría saber -reflexiona José- como funcionará la libertad de prensa con todos estos cambios. —Sólo a un peronista como a vos se le puede ocurrir hacerse esa pregunta. —Dejá de ser gorila por un rato y contestá lo que pregunto. Si hay una revolución en los medios de comunicación, ella alcanzará también al tradicional concepto de libertad de prensa. —Lo que vos decís es que los cambios en biología deberían modificar el derecho a la vida. Los cambios tecnológicos no pueden ser un pretexto para modificar valores claves de una civilización. —Yo sostengo -insiste José- en que algunos cambios se van a producir, se deberían producir. Si hay una revolución en la tecnología ello seguramente impactará en el concepto tradicional que teníamos sobre las libertades. —No comparto -digo.