Darío Pignata
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Se sobredimensionó la Copa Argentina a un costo exagerado: “abandonar” el campeonato local. El pecado capital de dirigentes y DT: no reemplazar los goles que se fueron.
Darío Pignata
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El martes dijo “al hincha le gusta este proyecto, no hay que desviarse e ir creciendo, porque vinimos a refundar al fútbol de Unión y lo hicimos”. El jueves, cuando no se habían cumplido 48 horas de esa idea positiva, giró 360 grados: “Hay que ver qué es lo que viene si es que viene. No me voy a morir en una cancha. Yo no le debo nada a nadie. Voy a hablar con los dirigentes, el cuerpo técnico, mi representante y mi familia. Hay que poner los huevos sobre la mesa. Estamos bien pero no nos sobra nada”.
¿Por qué un laburante honesto y buena gente como es Leonardo Carol Madelón, con tantas batallas de pantalones cortos y ya “curtido” ahora como entrenador, se desequilibra de esa manera en el relato y la idea en el Mundo Unión?.
La primera impresión es clara: nunca conviene hablar de manera marginal en ningún rubro. Menos, en el fútbol. Y en el Minella, obviamente, habló más caliente que nunca. No sirve.
¿Por qué Unión pasa de esa idea de “buen equipo...de gran campaña en la Copa Argentina” a esta sensación de “se terminó el año, ya no peleamos por nada”, cuando en realidad el primer y fundamental objetivo debiera ser sumar, sumar y sumar para gambetear ocho descensos en muy poco tiempo después de esta payasada de 30 que dejó Grondona antes de morir?
A esta sensación de Apocalipsis la instaló Leo. De las puertas para adentro, con sus jugadores; de las puertas para afuera, con la gente. Esa idea de “La Final del Mundo” fue algo irreal, pero Madelón empeoró la cosa: la inventó y se la creyó.
Esta ciudad, después de 200 años de jugar a la pelota entre los dos clubes sin ganar nada, es chata. Tiene, en una línea histórica, mentalidad chica. Entrar a una copa (Colón) y ganar un par de clásicos (Unión) es tocar el cielo con las manos.
Entonces, marcar de tiro libre ese inolvidable e incomparable gol del ‘89 como jugador y ganarle en un mes los dos clásicos al mismo rival le dieron a Leo como entrenador una armadura que lo llevó a la omnipotencia futbolera. Otra vez, lo peor, fue que por momentos, se la creyó. Esta idea de intocable, imposible de criticar e ídolo viviente le jugó en contra.
Por eso, cuando a uno nadie lo controla y nadie objeta nada, todo es posible. Imaginar que Franco Soldano, después de siete meses sin fútbol y con un puñado de minutos en reserva, podía ser el salvador sólo puede entenderse desde el rotundo fracaso que hoy son los fichajes de Federico Anselmo y Danilo Carando.
Ése es el principio de la historia. Porque esta vez, a Madelón y a los dirigentes, se les fue la mano en el mercado de invierno. Hasta el receso anterior, alguna linda carta escribían en medio de los buzones. Pero esta vez, el diagnóstico era claro: Ignacio Malcorra, Mauricio Martínez y Claudio Riaño lo dejaban al equipo sin juego, sin calidad y sin goles. Unión no se reforzó, apenas se re-llenó: por ahora en la legión de refuerzos, no asoman juego, calidad ni goles.
Además, a confesión de partes, relevo de pruebas: “Jugamos la final del mundo con River en la Copa”. El armado del once inicial fue claro: Unión jugó la final del mundo y ninguno de los refuerzos (Anselmo, Godoy, Carando, Vadalá, Magallán, Rivero o Insúa) fue tenido en cuenta por Madelón.
Los dirigentes no tienen una opinión unánime de qué es lo que le pasa a Madelón pero están descolocados. No avalaron poner los pibes a granel con Godoy Cruz para en la primera de cambio sacarlos contra Quilmes; no avalaron “regalar” los tres puntos contra Tigre. Y, de más está decir, no avalaron el tiro al aire para ver qué pasaba con Franco Soldano como titular.
Madelón tiene todos los caminos para seguir en Unión, pero aparece encaprichado en encerrarse en un laberinto. Lo bancan los dirigentes, lo respaldan los jugadores y lo adora la gente.
“Estoy pensando mucho en todo. Estoy poniendo demasiado la cabeza”, fue otra de sus frases en el triste vestuario del José María Minella. Esa idea de “estoy poniendo demasiado la cabeza” asoma como amplia y genera varias lecturas. Una podría ir en dirección a lo ya dicho: la falta de jerarquía de los refuerzos.
Saber qué jugadores pidió Madelón y qué jugadores “le metieron” los dirigentes es una historia más vieja que la pelota en esto del fútbol. Si el entrenador no estaba a gusto con tal o cual refuerzo, el momento de hablar era antes. Y el momento de corregirlo es entre diciembre de este año y enero del que viene. Deberá exigir Madelón y deberá “ponerla” Sphan de una vez por todas.
Para el hincha de Unión, claro está, lo mejor que deja Madelón hasta ahora es el ascenso y los dos clásicos ganados a Colón. Para mi gusto, lo mejor de Leo pasa por algo que siempre se prometió en Unión y casi nunca se cumplió, siempre fue verso: la siempre postergada consolidación en Primera de jugadores propios, de las canteras, de los que sienten la camiseta porque son hinchas. Antes, Brítez, Zurbriggen, Mauricio Martínez. Ahora, los dos Pittón, Sandona, Fleita, Algozino, Bracamonte, Andereggen.
Quizás ninguno pinte para jugar en la Premier League, pero quedó más que claro que Madelón, el “Pirata” y “Moncho” los fueron llevando de la mejor manera. Todos estos chicos son competitivos, no pasan vergüenza, tienen pista para crecer y sienten la camiseta.
La pregunta del millón para los dirigentes y para Leo: ¿si ellos sabían que esta camada pedía pista en tiempo presente para esta temporada, para qué “taparlos” o demorar su crecimiento con refuerzos de medio pelo?
“Leo no es el mismo después de lo que le pasó con su salud”, “Leo pensaba que
su representante lo iba a colocar en México” o “Leo ya venía desgastado cuando pidió a Droopy Gómez y no le dieron el gusto” son frases incomprobables que afloran en momentos duros como éstos. Como se sabe, las derrotas nunca tienen padres.
Madelón sabía que su equipo perdía calidad de mitad para arriba en esta temporada.
Todos lo sabían, en realidad. Aceptar jugadores de escasa resolución en tiempo presente —quizás en dos años Anselmo es goleador y Vadalá vuelve a la Juventus con gloria— fue un riesgo innecesario. Dos de calidad eran lo mismo que siete del montón.
Leo jugó a la ruleta rusa con el cargador lleno. Se encegueció con la Copa Argentina y descuidó el frente de cabotaje del torneo local, algo que nunca puede desatender un club como Unión. Tiene todo para seguir. Su cabeza, a diferencia de todos los otros entrenadores de la Argentina, no depende de un resultado en este club. Su cabeza, en Unión, depende de su cabeza.
El club está mucho mejor que cuando llegó Spahn y el fútbol profesional está muchísimo mejor que cuando llegó Madelón: ascendió, lo estabilizó en Primera y fue protagonista de Copa Argentina. ¿Por qué tanta locura?
En este último mercado de pases, a los dirigentes y a Madelón se les fue la mano con la insoportable levedad de los refuerzos. Máxime considerando todos los goles y el fútbol que se fueron con Malcorra, Martínez y Riaño.
“Intentamos dar todo”
“Estamos recuperándonos de lo que fue el partido del jueves, intentamos dar todo y eso es lo que nos deja tranquilos”, dijo Leo Sánchez luego del entrenamiento de la víspera.
Respecto del partido de mañana ante Sarmiento, Sánchez señaló que “ellos necesitan ganar al igual que nosotros. No va a ser un partido accesible. Esperemos repetir lo de los primeros minutos con Quilmes y poder mantener el resultado”.
También se refirió a los últimos dos partidos y dijo que “el de Tigre fue un 3 a 1 mentiroso y el de River estaba más para el 1 a 1 y terminamos perdiendo 3 a 0”, y volvió a expresar la necesidad de la victoria: “Este es un torneo largo, si ganamos el lunes volvemos a acomodarnos y por ahí podemos reencontrarnos con una buena racha de resultados positivos. Estamos tranquilos y confiados. Primero hay que ganar el lunes, que es lo próximo que tenemos a la vista”, concluyó el zaguero rojiblanco.
¿Y el equipo?
Tal como anticipó ayer El Litoral, serán varias las modificaciones que tendrá el equipo para recibir mañana la visita de Sarmiento de Junín en el 15 de Abril, a partir de las 21.15.
Descartado Brítez por la expulsión ante Tigre, su lugar será ocupado seguramente por el Chino Sandona, que ha sido su reemplazante natural cada vez que hubo que reemplazar al lateral por derecha.
En el mediocampo no estará Nelson Acevedo —descartado por una molestia muscular— y el técnico evalúa allí algunas alternativas, como también en el ataque. De hecho que Mauro Pittón seguirá en el equipo y es muy probable que también vuelva Bruno Pittón a la titularidad luego del buen trabajo que tuvo como volante por izquierda en el encuentro ante Tigre.
Arriba está la chance concreta de jugar con dos puntas netos, inclusive con la posibilidad de hacerlo retroceder a Gamba para que se pare como volante por derecha. Entre Vadalá, Andereggen y el mismo Soldano —que volvió a jugar luego de la rotura de ligamentos cruzados que lo dejó afuera del equipo por poco más de seis meses— saldrían los dos que jugarían adelante.
En consecuencia, podría pensarse en un equipo con tres o cuatro modificaciones, cuánto menos, si se toma en cuenta el que jugó el jueves pasado ante River en Mar del Plata.