Miércoles 4.9.2019
-Última actualización - 9:59
El kitesurf es un deporte acuático que se basa en el deslizamiento en el agua sobre una tabla que ocurre cuando una cometa de tracción —piloteada por el kitesurfista— “recoge” el viento y tracciona al deportista. En la ciudad, hay al menos unos 200 propietarios de cometas —se proyecta que ese número en dos años ascenderá a 500— y unos 150 alumnos. Se trata de una disciplina de riesgo, tanto para quien la practica (si desconoce las medidas preventivas) como para terceros, como bañistas. El kitesurf no está regulado en esta capital.
En el Concejo hay un proyecto de ordenanza que intenta establecer un marco regulatorio para este deporte. Y este martes hubo una primera reunión con representantes locales de esta actividad deportiva. “Se necesita regulación y prevención, principalmente porque hay una imposibilidad de coexistencia entre los kitesurfistas y los bañistas”, coincidieron varias de las personas consultadas que participaron del encuentro.
Este primera convocatoria sirvió para ir afinando y acercar puntos de vista para lograr un texto normativo consensuado (al proyecto en ciernes lo impulsa el presidente del Legislativo, Sebastián Pignata) entre los ediles y los propios protagonistas del deporte. “Los ejes giraron sobre la necesidad de dar garantías de seguridad para todos: no puede haber en una misma playa y en un mismo momento, bañistas y practicantes de este deporte”, le dijo a El Litoral Carlos Alcalá, presidente Asociación Civil Global Sport (Escuela de Deportes Náuticos), entidad que ya cuenta con personería deportiva.
Una cometa con las líneas que sostiene el kitesurfer tiene 24 ó 18 metros. La cometa tiene una superficie cuadrada de entre 10, 14 ó 17 metros. Es una estructura grande, que adquiere una alta velocidad dependiendo del viento. “En temporada estival, adentro de las playas hay chicos que juegan, personas jóvenes o mayores que disfrutan de la laguna y del sol. Y la preocupación compartida con el Concejo es que este deporte crece cada vez más. Entonces, debe haber una reglamentación, definiendo los espacios donde hacer kitesurf sin generar peligro en terceros”, insistió.
Límite espacial y temporal
Otro de los puntos que se trató fue la determinación de un límite espacial y otro temporal en las zonas que serían aptas para kitesurf. “Espacialmente, hay zonas de la Setúbal que no se usan, como Playa Norte. ¿Qué pro y contras hay? la inseguridad, por ejemplo. De esto se habló, tratando de encontrar puntos en común. Otro sector no usado por bañistas es el que está frente a la UTN. Ésa podría ser una zona. Pero hubo distintas posturas en la reunión. Y también la voz de los guardavidas, que no pueden operativamente estar cuidando (por ejemplo) a 500 bañistas en el agua y a 50 kitesurfistas. Todo esto se fue poniendo sobre la mesa”, dijo Alcalá.
Y se abonó la posibilidad de definir una zonificación temporal. “¿Qué quiere decir esto? Que en temporada veraniega (diciembre, enero y febrero), el área de deportes náuticos para los kitesurfistas sea la que están frente a la UTN, por ejemplo. Así no se molesta a los bañistas. Para otros meses donde hay buenos vientos (septiembre, octubre o noviembre) tendríamos la posibilidad de practicar en todas las zonas de playas”, añadió el kitesurfista. Todo está aún en discusión y habrá más reuniones.
El control de las playas es del Municipio, la seguridad en éstas es de los salvavidas y el control de lo que pasa en la laguna es de Prefectura. Para Alcalá, “hay varios actores jurisdiccionales que inevitablemente intervienen. Lo idea es generar una articulación, y que cada uno de estos actores analice la situación y presente una propuesta”.
Informalidad e inconciencia
Y como en todo, existe la informalidad. Hay personas que se ofrecen como “instructores” de kitesurf pero no están habilitados. Eso puede generar un peligro para quien decide tomar clases con esa persona. “Hoy existe el Carnet IKO (International Kite Organization). Ese carnet habilita al instructor profesional que lo tiene a dar clases en cualquier parte del mundo, y a practicar. Creemos que es muy importante garantizar el profesionalismo, que es parte de la seguridad para todos”.
Para el referente de la Asociación, también tiene que observarse la responsabilidad de cada practicante. Es que para la enseñanza y práctica del kitesurf, se necesita una serie de medidas preventivas con elementos de seguridad. Según su experiencia, Alcalá advirtió que en la actualidad “hay inconciencia de parte de muchos kitesurfistas: por ejemplo, no usar salvavidas o hacer maniobras o saltos imprudentes cuando aún no están preparados para realizarlos. Calculamos que hay entre 50 y 60 lesiones de practicantes de este deporte por temporada”, estimó.
Diego Sixto es un kitesurfista local. Consultado por este diario, consideró que sería oportuna una regulación sobre la actividad, “para dar garantías de seguridad”. “Creo que tendría que haber una zona exclusiva para realizar esta disciplina, como por ejemplo el Espigón I, que es la zona de mejores vientos. Y otra zona, como el Espigón II, exclusivamente para bañistas. Es difícil, pero de siete playas que tiene la ciudad, debiera haber una exclusiva para zona kite”, dio su opinión personal. “Estoy de acuerdo con que haya una regulación sobre esta disciplina. Es un deporte en auge, va a seguir creciendo y ya no es compatible que alguien esté saltando sobre la tabla 10 metros de altura con un bañista nadando abajo”, expresó.
El proyecto en ciernes plantea fijar un marco regulatorio para el funcionamiento de escuelas de kitesurf y de la actividad de los instructores. Éstos deberán contar con un permiso municipal, cumpliendo estrictos requisitos: “Que revista la calidad de instructor autorizado por la entidad por la Asociación Argentina de Kite (AAK) donde conste matrícula al día y autorización para trabajar. El instructor deberá cumplir y hacer cumplir a sus alumnos las Normas y Recomendaciones AAK para la Práctica Segura de Kite”.
También, la contratación de un seguro de responsabilidad civil “cuya cobertura ampare a las personas (alumnos) que realicen la actividad bajo su dirección y cuidado, como así también abarque a terceros por probables daños que se pudieran ocasionar; un curso de RCP y Primeros Auxilios; contar con medios de comunicación para auxilio rápido (teléfono móvil, teléfono radio, Handy VHF marino), etc”.