El Litoral
El delantero portugués metió tres goles en la final que terminó 2-2 en tiempo regular y se definió en tiempo suplementario.
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DPA
En la prórroga, con tremendo sufrimiento y mucha más dificultad de la esperada, el Real Madrid conquistó hoy su segundo Mundial de Clubes al imponerse 4-2 al Kashima Antlers japonés con un triplete del portugués Cristiano Ronaldo.
En el Estadio Internacional de Yokohama, sorprendidos por los nipones, los blancos necesitaron de dos goles en el tiempo añadido de su estrella para deshacer el 2-2 con el que concluyeron los 90 minutos y sumar así a las tres Copas Intercontinentales que ya lucían en sus vitrinas su segundo cetro mundial.
Cristiano Ronaldo, que no había tenido una buena noche, remató la faena iniciada por el francés Karim Benzema (9') y que él mismo amplió, en el 60', después de que Gaku Shibasaki anotara por dos veces (44' y 52') para los japoneses.
Después de fallar varias ocasiones y de que el Kashima desaprovechara otras tantas para cerrar el duelo a su favor, el astro portugués aprovechó un gran pase de Benzema, primero, y un balón suelto en el área, luego, para enmendar sus fallidos 90 minutos y asegurar para el Real Madrid otro título internacional.
El marcador final, sin embargo, nada dijo de lo que sucedió antes de que se llegara a la prórroga, un choque mucho más competido de lo esperado, que concluyó con los dirigidos por Zinedine Zidane acorralados y pidiendo que el árbitro pitara el final.
La primera parte, de hecho, concluyó con un sorprendente 1-1 en el marcador, que hizo justicia a lo visto sobre la cancha.
Si bien el Real Madrid exhibió su evidente superioridad con el tempranero gol de Benzema, su posterior relajación y falta de acierto de cara al arco permitió que los japoneses igualaran el duelo justo antes de la pausa, aprovechando un error de la zaga blanca.
Mucho antes de que los dirigidos por Zidane se echaran a sestear para desesperación de su técnico, el 9 francés había abierto el marcador con un gol de delantero centro clásico. Benzema estaba donde tenía que estar, cerca del punto de penal, para rematar un mal rechace del arquero japonés, que no atajó un fuerte disparo del croata Luka Modric.
El tanto parecía anunciar un paseo triunfal del Real Madrid. Nada más lejos de la realidad. Los japoneses, muy bien preparados físicamente, apenas bajaron el pistón en los 45 minutos. Mientras los blancos, excesivamente confiados en su superioridad, desaprovecharon ocasiones para ampliar su ventaja al tiempo que rebajaban su intensidad.
Sin apenas peligro, el Kashima se acercó al arco defendido por el costarricense Keylor Navas a la contra, en un par de ocasiones. Y justo antes de que el árbitro decretara la pausa, aprovechó un error de Raphael Varane para empatar.
El mal despeje del central francés en su campo acabó con el balón en los pies de Shibasaki que, sin pensárselo dos veces, cruzó para batir a Navas. Zidane no daba crédito. El Estadio Internacional de Yokohama enloqueció.
El técnico francés debió de aleccionar en el descanso a sus jugadores, que redoblaron su intensidad en la reanudación. Pero, soprendente y paradójicamente, fue el Kashima quien se adelantó. Con Shibasaki como protagonista de nuevo.
El delantero japonés atrapó otro mal despeje de Sergio Ramos, se zafó de tres defensas del Real Madrid al borde del área y, escorado, superó a Navas con un zurdazo perfecto.
La sorpresa saltaba en Yokohama. Hasta que un penal de Yamamoto a Lucas Vázquez la rebajó. Desde los 11 metros, Cristiano Ronaldo, desacertado durante casi todo el encuentro, no falló.
Con el 2-2, el Real Madrid se lanzó a por la victoria. Durante unos minutos, y liderado por Benzema, acorraló a los japoneses en su área. Y enlazó ocasiones. Hitoshi Sogahat, el arquero del Kashima, desbarató las más claras.
Buscando una solución, Zidane cambió a Lucas Vázquez. Y el Real Madrid se rompió. Los japoneses se envalentonaron y comenzaron a jugar de fábula. Navas, en el 88', y el larguero, ya en la prórroga, evitaron su gol.
Luego, Cristiano Ronaldo no perdonó. El Real Madrid enlazó su partido número 37 invicto, levantó su segundo Mundial de Clubes y Zidane, con su "aura", se coronó: primer campeón mundial de clubes como jugador y entrenador.