Persona y Sociedad: PER-03

La vajilla en nuestra historia


La exposición Vajilla Histórica, que integra el ciclo Cuisine and Culture del Hotel Inter Continental, en el barrio de Monserrat de la ciudad de Buenos Aires, estará abierta hasta fines de mayo.

Para Gabriel Miremont, curador de esta exposición, "por nuestra herencia cultural europea, por los hábitos de ciudad y por la tradición campestre, el agasajo por medio de la comida ofrecida a huéspedes y amigos ha sido siempre la más acabada manifestación de nuestra cordialidad".

Pero más allá de la comida, la vajilla elegida siempre complementa el seductor juego de recibir y halagar, de compartir el placer culinario y el regocijo de los sentidos.

A través de esta elección la mirada atenta descubre la época en que estos utensilios engalanaron las mesas.

Sin embargo, siempre hay en la estética del servicio algo muy personal, algo que a veces no responde a las tendencias.

La gran aldea


Cuando el primer presidente de los argentinos, Bernardino Rivadavia, ocupó el sillón que llevaría su nombre para siempre, compró él mismo su vajilla de porcelana en 1825 en Londres.

Pero el juego que subyugó a Rivadavia, decorado con colores vivos, no era de porcelana inglesa; era porcelana china de la Compañía de Indias, que actualmente integra las colecciones del Museo de Arte Hispanoaméricano Isaac Fernández Blanco, y que en ese tiempo era la favorita en las elegantes mesas europeas.

Esta exposición también exhibe piezas del tiempo en que la aldea rioplatense aún era colonia. Precisamente como reconocimiento a la fidelidad hacia la corona de España, evidenciada en la defensa criolla ante el ataque de los ingleses en 1806, el rey Fernando VII envió al Cabildo de Buenos Aires un juego de vajilla.

También se exhiben piezas del juego de porcelana que la reina Victoria de Inglaterra le obsequió al presidente Nicolás Avellaneda, de la casa Cullum and Sharpus, de Londres, en la que predominan el verde claro y el ámbar.

En sus 312 piezas, un exponente del entonces nuevo y colorido barroquismo, la reina Victoria no dudó en grabar su nombre. Lo mismo hizo Juan Duarte, el hermano de Eva, cuando agasajó en su casa al príncipe consorte de Holanda, Bernardo, esposo de la reina Juliana, con una cena en la que usó un sobrio juego con sus iniciales.

Y a veces la vajilla es una forma de recordar, como el juego de café -con alegorías y escudo patrio- que en 1910 fue parte de las celebraciones por el Centenario de la Revolución de Mayo.

Refinamiento cotidiano


En otros casos reflejan la sensibilidad de quien la compra y la incorpora s su cotidianeidad. La refinada austeridad del art decó se encuentra en el juego de té que la escritora Victoria Ocampo compró en París para su casa de Mar del Plata.

Mucho más cerca en el tiempo, desde 1915 hasta 1988, los presidentes argentinos realizaban visitas oficiales al interior del país en el tren presidencial. Un convoy que entre otras sofisticaciones tenía una importante vajilla de porcelana y una platería que fue muy elogiada por los huéspedes.

En ese tren la cristalería era argentina y la mantelería europea, pero todo lo que engalanaba la mesa de los gobernantes ostentaba, como exclusiva decoración, el Escudo Nacional.

En esta exposición no faltan algunas tazas de porcelana francesa con los retratos del presidente Bartolomé Mitre, y otras con las del vicepresidente Mariano Acosta, un juego de cremeras de porcelana inglesa, de un tono lila claro, que fueron de Carmen Nóbrega de Avellaneda, y una copa de cristal tallado, de color rojo sangre, en la que bebía el presidente Miguel Juárez Celman.

Varias fotografías ayudan a valorar el rol diplomático de platos y fuentes, tazas y copas, algunos de diseños austeros y otros más extravagantes, que pasaron por etapas decisivas de nuestra historia. (Télam).