Opinión: OPIN-04

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La persecución de judíos


"Hace más de dos mil años que los judíos son perseguidos y nadie, ni siquiera sus perseguidores, sabe por qué. Ni los cristianos, que después de diecisiete siglos de exacciones han renunciado al pretexto del `pueblo deicida' y, proclamando a los judíos inocentes de un asesinato, se acusan ellos mismos, retrospectivamente, de cientos de miles de asesinatos gratuitos, pretendiendo disculparse en unos pocos párrafos. Tampoco los nazis y sus detestables herederos, cuyos discursos racistas no invocaban y no invocan, como motivo para el odio al judío, más que el concepto, científicamente necio, de la `pureza de la raza'. Pues no existe una raza alemana, ya que Alemania, como todos los países del mundo, ha sufrido repetidas invasiones a través de los siglos. Además, la ciencia ha demostrado que una raza pura, lamentablemente, habría degenerado como consecuencia del empobrecimiento de su pool genético. Sólo hay una raza humana, una e indivisible. Una `raza pura' sería una raza de cretinos. Quizás los defensores de ese concepto tengan razón al sostener que ellos son de `raza pura'... Nadie ha podido aportar un comienzo de explicación al odio fundamental, visceral, hacia el judío".

Así comienza Gerald Messadié su "Historia del antisemitismo", editada por Vergara.

De antigua data, pues, proviene este fenómeno que causa estragos, adquiriendo diversas máscaras época tras época. Decenas de obras tan delirantes como insostenibles han sido escritas para promoverlo. Decenas de obras han sido publicadas para denunciarlo y oponerse a él. Pero al comienzo del tercer milenio permanece intacta una de las preguntas más dolorosas de la humanidad: ¿Por qué el antisemitismo?

Gerald Messadié emprende una rigurosa investigación histórica en busca de la respuesta. Describe la génesis, el desarrollo y los hitos históricos del antisemitismo e indaga en las grandes civilizaciones occidentales. De Grecia y Roma hasta la Europa de los totalitarismos, pasando por la Edad Media.

Individualiza tres épocas principales en el desarrollo del antisemitismo: la primera, precristiana, fue causada esencialmente por el irredentismo de una ancha fracción del pueblo judío del Mediterráneo oriental y su rechazo legítimo a soportar el yugo extranjero, fuera cual fuese, religioso, cultural o político. Ese nacionalismo fue llevado al paroxismo por las aventuras suicidas de una resistencia celote, con la que los judíos letrados y de posición acomodada, como Flavio Josefo, no se solidarizaron. Mantenido luego por el ostracismo helenístico y romano, estuvo a punto de culminar con la desaparición de Jerusalén, ciudad simbólica, destruida dos veces. Podemos situar esa época aproximadamente entre las conquistas de Alejandro y la proclamación del cristianismo como religión del Imperio romano, o sea, tres siglos antes y tres siglos después de nuestra era.

La segunda época, la más larga, comienza con el conflicto entre la Iglesia cristiana naciente y la religión de la que ella derivaba. Prosigue con las luchas incesantes de la Iglesia contra los cismas y las herejías, entre las cuales incluyó, en adelante, al judaísmo; más tarde, con las convulsiones provocadas por las maquinaciones políticas de la Iglesia en Europa. Cabalga casi un siglo sobre la época precedente y podemos situarla, por lo tanto, aproximadamente entre el comienzo del siglo II y mediados del XIX, época en la cual la influencia de Roma sobre los asuntos temporales del mundo se debilitó definitivamente. Entonces, los nacionalismos identitarios comienzan a afirmarse y a rechazar a los judíos por motivos que ya no son religiosos, aunque invoquen todavía episódicamente la religión, sino en apariencia culturales, en la acepción germánica de la palabra Kultur, que considera la cultura no como un bien universal, sino como un patrimonio restringido, por consiguiente, antinómico de la cultura.

La tercera, iniciada con el auge de los nacionalismos, termina con la Shoáh y la derrota del Tercer Reich. Se desarrolla sobre el telón de fondo del conflicto entre el Occidente capitalista y la URSS, en el cual gran parte de Occidente comienza a considerar, más o menos explícitamente, que el Tercer Reich es una muralla contra el comunismo. Telón de fondo doble en verdad, pues el conflicto se desarrolla también entre un nacionalismo reaccionario, por una parte, del que la URSS está tan imbuida como lo están el fascismo y el nazismo y, por la otra, el ideal revolucionario penosamente desprendido de la revolución de 1789, es decir el de la ética democrática.