Area Metropolitana: AREA-02

Notable falta de expectativas y de perspectivas


Para conocer la realidad de los sectores más marginados de la ciudad, El Litoral dialogó con vecinos involucrados en la cotidianidad de Santa Rosa de Lima y San Agustín II.

Fueron elegidos dado que, por sus características marginales y por la gran cantidad de personas que los habitan, representan lo que sucede en otros tantos lugares de la ciudad.

En San Agustín II, uno de los populosos complejos habitacionales del noroeste, la problemática de la drogadicción es preocupante. Al menos, así lo manifestó durante una extensa entrevista con El Litoral Jorge Delconte, un vecinalista arraigado en el barrio desde sus orígenes y en constante contacto con niños y jóvenes.

Sin dudas, el pegamento por su fácil acceso y mínimo costo oficia de introducción a otras drogas, no sólo en San Agustín sino también en otros barrios cercanos.

La falta de expectativas y de perspectivas, la casi nula posibilidad de inserción en el mundo laboral, la escasa contención familiar y educativa y un pasado relacionado en casi todos los casos con la mendicidad y el trabajo en la calle, son algunos de los disparadores que acercan a los menores -cada vez más chicos- al mundo de la drogadicción como una vía de escape.

Las edades son alarmantes. Si bien el promedio comprende a niños que están ingresando en la adolescencia (12 años), se dan casos extremos de pequeños de sólo 8 años que ya inhalado pegamento.

Delconte brinda desde hace 15 años una copa de leche en la vecinal y dirige un taller de herrería, lo que le posibilita conocer a casi todos los chicos del barrio y seguir su evolución a lo largo de los años. Destacó que "si bien es difícil hablar de porcentajes, son muchos los chicos que se drogan, y podríamos decir que un 30 % de los jóvenes de 12 años para arriba consume drogas con distinta intensidad en San Agustín II. Me preocupa el notable incremento del consumo a medida que pasa el tiempo".

Pegado a la delincuencia


Donde hay demanda hay oferta, es obvio. El acceso al pegamento es muy fácil porque cualquier adulto puede comprar un tarro de 4 litros a un costo ínfimo y de ahí obtener numerosas bolsitas.

Unos pocos gramos de pegamento fraccionado es ofrecido en San Agustín II (y en otros tantos barrios) a sólo dos pesos, que los chicos se ingenian en conseguir.

El efecto que produce "es como de una borrachera, están como idos y, sobre todo, muy agresivos, porque pierden los pocos límites morales que tienen y no miden las consecuencias de sus actos", explicó Delconte. Y agregó que "si bien aún respetan un poco a la gente del barrio, son muy marcadas las tendencias violentas con quienes no son de acá. Por supuesto que bajo el efecto del pegamento estos chicos participan de numerosos actos de violencia, sobre todo en robos".

Cansados de mendigar


El uso de drogas es frecuente en chicos que no tienen ningún tipo de contención. Es común que no asistan a la escuela y no tengan trabajo, pero sí mucho tiempo libre.

Los primeros años de la infancia no han sido fáciles y, por lo general, son chicos que han estado en la calle vendiendo estampitas, limpiando vidrios o mendigando. A los 12 años, ya no despiertan la misma sensibilidad que cuando eran más pequeños y deben volver al barrio, con la autoestima totalmente degradada, y sin nadie que se ocupe de ellos.

Porque hay algo que es necesario dejar en claro: las políticas estatales son insuficientes e ineficaces para los jóvenes mayores de 12 años que, al estar en una edad límite no reciben contención ni asistencialismo.

"Por esto, vemos que cuando pasan apenas cuatro o cinco años ya han caído presos, cometieron algún asesinato, se están escapando de la policía o, lo que es peor, ya están muertos ellos".

En Santa Rosa


A pesar de que la situación económica y social es similar, en Santa Rosa de Lima la problemática no reviste tanta gravedad como en San Agustín II.

Las causas pueden encontrarse en que el origen de este barrio del sur es mucho más antiguo, lo que permite que los lazos comunitarios estén más afianzados y existan más instituciones y voluntariado que brinde contención a los chicos.

Fuentes consultadas, con amplia participación en el barrio, informaron que "si bien es vox pópuli de que hay chicos que se drogan con pegamento, es un porcentaje ínfimo, y no se los ve a cualquier hora ni en todas las esquinas. Lo que pasa es que esos pocos se hacen notar".

Más adelante agregaron que "estos jóvenes están desesperanzados, cuentan con demasiado tiempo ocioso y las familias no los contienen en lo más mínimo. Y ni hablar de la ausencia de políticas estatales. Así, al deambular por el barrio sin una actividad firme, aparecen las malas juntas, las barritas en las esquinas y los vicios".

Más allá de que en algunos sectores de la ciudad la práctica de inhalar pegamento sea más frecuente que en otros, existe un denominador común: los chicos optan por la droga porque son víctimas de un enorme vacío, que a esta altura ya resulta imposible de llenar.