Sucesos: SUCE-04

AMIA: Un verdadero personaje brindó su testimonio

Declaró un barrendero que fue alcanzado por la explosión. Dijo ser "ciruja, soltero y sin apuro". Pidió un aplauso para un abogado.


Buenos Aires.- Apenas llegó a la sala de audiencias, con una muleta y una gorra en la cabeza, el barrendero Juan Carlos Alvarez, que nunca fue resarcido por haber sido una víctima de la masacre de la Amia, le advirtió al tribunal que no lo amenazara porque él iba a contar todo lo que sabía.

Tras aclarar que era "soltero y sin apuro" y de profesión "ciruja", Alvarez relató con firmeza y seguridad lo que había visto en la mañana del 18 de julio de 1994, cuando estaba limpiando el frente del edificio de la Amia y lo sorprendió la explosión.

Estuvo cuatro días en coma 4, tres meses en terapia intensiva y un total de un año y ocho meses internado. Hasta ahora nunca recibió ninguna indemnización, según confirmaron a DyN fuentes del caso.

"Compadezco a toda la gente (víctima de la explosión). Los que murieron, que en paz descansen, y los que quedamos `medio chacabucos', de los que nadie se acuerda. Hubiera preferido morirme. En cambio, así terminé como un croto", aseguró.

Alvarez afirmó que vive con una pensión pero que ni siquiera le alcanza para tener una cobertura médica.

"Un aplauso, maestro"


Es por eso que uno de los abogados de Familiares y Víctimas del atentado, Julio Federik, solicitó que se gestionara un beneficio económico para él. "Un aplauso, maestro", dijo el testigo apenas escuchó la propuesta.

Esa clase de imprevistas apreciaciones fueron una constante durante su testimonio. Cuando entró a la sala de audiencias, gritó "un saludo para la popular", en alusión al público que seguía el debate desde el primer piso y al retirarse gritó el nombre de uno de los boxeadores novatos que apadrina como hobby.

Para dar certeza de que estaba en sus cabales, Alvarez aclaró: "A la mañana no fumo, no tomo, ni me drogo, a la tarde no sé".

Para contestarle a uno de los defensores cómo lo había tomado la explosión, le espetó: "Tendría que ponerme en bolas para que viera".

Pero las sonrisas sobrevolaron todos los rostros cuando el hombre explicó por qué sabía con tanta certeza que delante del volquete estaba estacionado un Fiat 600.

"En mis tiempos de artista, de descuidista -dijo mientras movía los cinco dedos de una mano-, mi especialidad eran los Fiat 600". (DyN).