Internacionales: INTE-04

Estados Unidos debe armar un rompecabezas

Afganistán está destruido y todos quieren manejar el poder. Reconocen que imponer un sistema democrático en la zona puede llevar mucho tiempo.


Los Estados Unidos se encuentran en el inicio de un gran desafío particularmente complejo en Afganistán, país al que desconsideró durante años y que hasta ahora se limitó a ser escenario de las luchas de poder entre sus países vecinos o de la ex potencia colonial británica.

Washington ya está profundamente comprometido con Afganistán, con dos planos de acción, aparte del militar: reencaminar políticamente a los pashtún para que hagan contrapeso a otras comunidades apoyadas por Rusia o Irán; y liderar un esfuerzo internacional de reconstrucción del país sumido en la miseria tras más de veinte años de guerras.

Esa actividad constituye un verdadero despertar de la diplomacia estadounidense frente a un país al cual Washington mostraba un interés intermitente.

La derrota de los Talibán constituye una victoria para Estados Unidos. Pero el vacío político, el caos económico, la crisis humanitaria y el apetito de los países vecinos y las facciones rivales implican un nuevo desafío para Washington.

La administración estadounidense percibió lo arduo de la tarea al ver cómo la Alianza del Norte ingresó a Kabul sin prestar atención a los llamados del presidente George W. Bush para que no la tomara sin que existiera una solución política previa.

"Washington tuvo que darse cuenta de que la autodisciplina no es el punto fuerte de los jefes de guerra afganos", dijo la especialista en Afganistán del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales estadounidense, Teresita Schaffer.

Tarea ardua


El objetivo de reunir bajo un mismo gobierno provisorio a los seguidores del ex rey Zaher, a la oposición a los Talibán y a representantes de la etnia pashtún -de donde se originaron los Talibán- "es singularmente ardua", aseguró.

Funcionarios del departamento de Estado admiten a regañadientes su perplejidad ante el mosaico de etnias y rivalidades seculares que fraccionan el país.

"Evidentemente queremos la democracia, la paz y la estabilidad para todo el mundo. Pero llevará tiempo en Afganistán", dijo un funcionario estadounidense. Reunir a todas las facciones en una mesa negociaciones no es ni será fácil.

Washington procura favorecer el surgimiento de una organización liderada por dirigentes pashtunes, la etnia mayoritaria que domina el centro y el sur del país, frente a la coalición antitalibán de la Alianza del Norte y con el presidente Burhanuddine Rabbani, de la etnia tayika que regresó ayer del exilio (ver nota aparte).

La Alianza, que está formada principalmente por minorías étnicas de tayikos, uzbekos y hazaras, cuenta con el respaldo expreso de Moscú e Irán. Los pashtunes han sido tradicionalmente aliados de Pakistán.

El embajador James Dobbins, uno de los más experimentados diplomáticos estadounidenses, fue despachado de urgencia a Roma en donde se reunió con el exilado rey afgano, Zaher Shah, un pashtún. Luego se dirigió a Pakistán para reunirse con representantes de esa comunidad.

Estados Unidos quiere también ponerse a la cabeza del vasto esfuerzo de reconstrucción de Afganistán. El martes organizó junto a Japón una primera reunión de países y organizaciones potencialmente donantes de fondos para la nación desvastada por 22 años de guerras. (AFP).