Tres poemas
Cesare Pavese
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un remordimiento
viejo o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito apagado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas hacia ti
en el espejo. Oh ansiada esperanza
ese día, también nosotros,
sabremos que eres la vida y la nada.
Para todos la muerte tiene
una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como en el fondo del espejo
ver resurgir un rostro muerto,
como escuchar un labio mudo.
Callados bajaremos al vacío.
Las mañanas pasan claras
y desiertas. Así tus ojos
se abrían en un tiempo. La mañana
transcurría lenta, era un abismo
de inmóvil luz. Callaba.
Tú viva callabas: las cosas
vivían bajo tus ojos
(sin pena, sin fiebre, sin sombra)
igual a un mar por la mañana, claro.
Donde tú estás, luz, está la mañana.
Eras la vida y las cosas.
En ti despiertos respirábamos
bajo el cielo que aún está en nosotros.
Sin pena, sin fiebre, entonces,
sin esta sombra grave del día
tumultuoso y diverso. Oh luz,
lejano resplandor, aliento
afanoso, vuelve otra vez sobre nosotros
la claridad inmóvil de tus ojos.
Es oscura la mañana que pasa
sin la luz de tus ojos.
Aún caerá la lluvia
sobre tu dulce patio,
una lluvia ligera
como un hálito o un paso.
Aún la brisa y el alba
florecerán ligeras
como bajo tu paso,
cuando vuelvas a entrar.
Entre flores y alféizares
los gatos lo sabrán.
Serán otros días,
serán otras voces.
Sonreirás a solas.
Los gatos lo sabrán.
Oirás palabras antiguas,
palabras vanas y cansadas
como los trajes gastados
de las fiestas de ayer,
Tú también harás gestos.
Responderás palabras
-rostro de primavera,
tú también harás gestos.
Los gatos lo sabrán,
rostro de primavera;
y la lluvia ligera
el alba de jacinto
-que el corazón desgarran
de quien ya no te espera-,
son la triste sonrisa
que sonríes a solas.
Serán otros días,
otras voces y otros despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.