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Las verdades inéditas de Perón

Quien fuera médico personal y amigo de Juan Domingo, el rafaelino Hipólito Barreiro, dialogó con La Región sobre la historia de quien fuera uno de los hombres más importantes de la Argentina: el general Juan Domingo Perón.


(Por Sonia Catela).- El relato de nuestra historia nacional se monta sobre un embaldosado de paradojas, versiones y contraversiones. Los datos se contradicen, o se falsean sin escrúpulos.

De alguien que fuera verdadero interlocutor de Juan Domingo Perón -nada menos que su médico personal entre 1965 y 1969, y luego, en 1973, su embajador extraordinario ante Liberia-, se espera cosechar, de boca directa, piezas secretas del general. Hipólito Barreiro, rafaelino de nacimiento, autor de un libro de título provocativo "Juancito Sosa. El indio que cambió la historia", lanza de entrada lo que para él son dos claves de aproximación al fundador del justicialismo: su status de hijo natural y su pertenencia a la etnia aborigen tehuelche, por parte de madre. Todo hace inferir que Barreiro, quien mantuvo una proximidad privilegiada con el legendario político, puede proporcionarnos algunas revelaciones, irresistible deseo de esta escritura.

La fertilidad de Perón


Barreiro conoció personalmente a Perón el 7 de agosto de 1960, en el chalet que éste poseía en el Barrio El Plantío, Madrid. A partir de 1965, regresó a verlo tres veces al año, desde África (donde el médico vivió 17 años ejerciendo su profesión).

Perón, operado de próstata, sufría de cansancio y molestias; los dolores le arrancaban de la ingle, le corrían por el muslo y le afectaban el testículo izquierdo. Le encargó a Barreiro ponerse en contacto con profesionales de Praga, quienes desarrollaban terapias no agresivas para ese tipo de afecciones. Como parte del tratamiento se le practicaron al paciente distintos análisis, así, "se mandó desde Madrid una muestra congelada de su semen al instituto de Heidenheim en suficiente cantidad, material que el profesor Stein decidió dividir y enviar a tres laboratorios diferentes de Alemania. Los resultados fueron óptimos en dos lugares y en el tercero arrojó un conteo negativo, seguramente debido a una falla en el embalaje".

Barreiro sostiene que cualquier duda sobre la fertilidad de Perón quedó descartada; además, él mismo rastreó antecedentes que demostrarían una progenitura múltiple del general, aunque algunas de esas criaturas se malograron antes de nacer.

Las revelaciones de Perón


A la intriga: ¿cuál fueron las revelaciones más importantes que recibió del presidente? Barreiro recuerda que el primer día, frente a frente, le espetó a Perón: "A usted no lo echaron aquel 16 de setiembre, general. Usted se fue porque quiso. Se propuso generar un hecho político. Porque sabía que el pueblo lo traería de vuelta, regresaría libre de alcahuetes y chupamedias, y podría comenzar de cero".

Perón, incorporado, frente a la pared, le contestó: "Qué quiere que le diga, a mí el pueblo no me defendió... no me defendió...". Barreiro lo retrotrajo a 1955: "Al subir a la cañonera, usted se dio vuelta y le indicó a Renner: "Quédese donde está, que yo ya vuelvo enseguida". La idea de Perón rondaba en que se gestaría otro 17 de octubre, cosa que no sucedió: los primeros en abandonarlo, fueron los sindicalistas, quienes pactaron con la Libertadora. Pero Barreiro ofrece también la interpretación sobre su retirada y asilo en la cañonera paraguaya, Perón le confió a alguien (Puigbert) cuando éste lo atacó y tachó de cobarde: "Llevábamos cuatro días encerrados en la Casa de Gobierno. Tenía a disposición tropa, tanques, cañones antiaéreos; podía haber llamado a la Primera División y sacar las tropas a la calle. Pero también, en estas circunstancias, debía haber abierto los arsenales del Ejército y con este material hubiérase armado al pueblo. Pero no lo hice. Yo, que conocía los comienzos de la sublevación militar en Barcelona, en julio de 1936, recordé el espectáculo de una ciudad sin fuerza pública, ocupada por el pueblo armado, y comprendí lo que hubiera podido ocurrir en Argentina". Sin embargo, ambas versiones se tocan en un punto, la deserción popular: "No se merecían que yo luchase por lo que ellos mismos no habían sabido defender. A mí, me fallaron los gremios, toda la CGT".

"Fue una revelación importante" y el rafaelino prosigue: "Otra, sobre su alma humanística, me la proporcionó de manera inconsciente. Habíamos salido al patio a conversar y caminar; él se paraba frente a los árboles, los conocía, los hablaba, les ponía un nombre a cada uno. En un momento dado cae encima de mi hombro una hormiga, roja, grandota. Instintivamente quise quitármela de un manotazo, pero Perón me detuvo y con delicadeza la retiró para que siguiera viviendo. Con Perón de repente no había nada especial y todo era especial. A él le encantaba lustrarse los zapatos. Pero no permitía que nadie se agachara a darle brillo a sus botas. Odiaba la sumisión.

La soledad del poder


"Se sentía inmensamente solo. Un hombre de multitudes que se sintió siempre solo" y Barreiro cuenta que en cierta ocasión le anunció que partía, que se dirigía a Londres a visitar a unos amigos. "¿Tiene amigos, Barreiro? se interesó el general. Y cuando le respondí que sí, me confesó: -Qué suerte. Porque yo no puedo tener amigos. Vea, el que ocupa ese lugar (me señaló la silla como símbolo) no puede permitirse el lujo de contar con amigos. López Rega era un sirviente, un comodín".

El origen de Perón


Es una de las cuestiones vertebrales que rastreó Barreiro, al encarar las investigaciones que condujeron a su libro. Porque el ex embajador afirma que la pobreza de Perón y las estrechas condiciones en que pasó su niñez, fueron determinantes en su filosofía sobre los derechos del trabajador y su dignidad. Cuando la abuela de Juan Domingo, Dominga Dutey presenta la solicitud para que el nieto sea admitido en el Colegio Militar, el 15 de noviembre de 1910, necesitado de una beca dados sus pocos recursos, lo hace tejiendo una identidad que escamotea su origen de "hijo ilegítimo y para colmo de madre india". La historia oficial consigna que Perón nació en Lobos, en una casa de clase media alta ubicada en calle Buenos Aires N° 1380, la que, desde 1953 fue destinada a Museo y Biblioteca Justicialista. Pero no ocurrió sí. Vino al mundo en el modesto hogar de Juana Sosa, en Roque Pérez y su padre demoró dos años en reconocerlo. El acta de casamiento Nº 604, del 20 de setiembre de 1901, reza: "Mario Tomás Perón, de 33 años, soltero... y Juana Sosa, de 26 años, soltera..., manifiestan que quieren desposarse... y que en este acto reconocían como hijos suyos a Avelino Mario y a Juan Domingo".

La partida de bautismo Nº 583, en la Parroquia de Lobos, consigna que "Juan Domingo Sosa nació el 8 de octubre de 1895 y es hijo natural de Juana Sosa".

La última entrevista con Perón


El 25 de mayo de 1974, cinco semanas antes de su muerte, Barreiro fue invitado a Olivos, temprano, de mañana. Tocaron cuestiones relativas a la embajada en África, a cargo del médico. Este proponía organizar una línea aérea que partiera de Buenos Aires, con destino final en Beirut y parada intermedia en Monrovia: la "línea del Tercer Mundo". "El General llevaba un pijama, de saco y pantalones blancos. Ya se lo veía encorvado, pobrecito. No era el mismo, había perdido las fuerzas" recuerda Barreiro. Perón le oponía algunas objeciones como que "los DC8 no se parían, sino que había que comprarlos". Finalmente le dio directivas: "Usted va, alquila una casa, pone el consulado, la oficina fuera de ruta de Aerolíneas, de Elma, e inaugura la Casa Argentina para vender todos nuestros productos". Barreiro le explicó que acababa de presentarle ese proyecto al ministro. "-Bueno, métale, siga nomás", dijo Perón. Fue la última vez que se vieron.

Los hijos de Perón: mito y verdad.


Nuestro entrevistado adhiere a la teoría de que Perón engendró dos hijas, una nacida en Argentina en 1934, y otra, en 1941, en Italia, en plena guerra mundial. Para ello se basa en un par de testimonios que le merecen fe: el de José María Belardinelli y el de Jorge Antonio. Durante su estancia en Roma, Perón mantuvo una relación con la italiana Giovanna dei Fiori. Cuando emprendió el regreso a la Argentina, debió permanecer en Barcelona varios meses, lapso en que Giovanna lo acompaña permanentemente. Ya en la Argentina, el militar recibe, con meses de atraso, una carta de la joven, fechada en junio de 1941, en la que ésta le informa que se halla embarazada como consecuencia de la relación. Pero el contexto de la guerra impide nuevos contactos. Cuando Perón llega a su exilio en Madrid le encarga a su amigo Jorge Antonio que ubique en Barcelona a la madre y a su hijo. Antonio consigue una pista que lo conduce a Italia. Con la ayuda del cardenal Copello, localiza un convento donde en 1941, una mujer apellidada "dei Fiori" había alumbrado a una niña, abandonando ambas el lugar poco tiempo después. En Internet, Barreiro ofrece cartas originales que se refieren a estos hechos.

Por su parte, Belardinelli le relató una conversación desarrollada con Perón en el verdadero pueblo natal de éste, Roque Pérez, en diciembre de 1938, época en que el testigo tenía 14 años: "Cuando le hablé a Perón de mi familia -rememora Belardinelli-, él se quedó como pensando, y mirando al suelo me dijo: -"Yo también tengo una hija de cuatro años pero no está aquí... su mamá no me deja reconocerla...". Y Belardinelli prosigue: "Quiso decir que no estaba en la República Argentina, sino en el extranjero... yo lo interpreté así... me dio cuenta que era un problema familiar". Además, Barreiro señala las propias declaraciones de Isabel Martínez, que recogió el diario "El País", el 23 de marzo de 1993, según las cuales "había sufrido dos abortos espontáneos, uno de un varoncito" durante el curso de su matrimonio. Nuestro entrevistado también rescata un extraño episodio ocurrido entre 1948 y 1949, cuando Evita fue internada de urgencia en el Instituto del Diagnóstico y la Custodia Presidencial tomó y clausuró el tercer piso entero. La versión más firme remite a un aborto espontáneo o embarazo ectópico, mantenido en secreto.