Nosotros: NOS-06
Nosotros

Salud: Un lugar para la esperanza

La autora de esta nota es estudiante de la carrera de Comunicación en la Universidad Nacional de Entre Ríos. Se conectó con Nosotros vía e-mail y luego nos hizo llegar su trabajo. Decidimos su publicación ya que, aunque está centrada en el José M. Cullen, aborda la problemática hospitalaria actual desde un punto de vista muy humano y con la mirada de una joven.


A las 8 de la mañana ya es incalculable la cantidad de gente que espera en los pasillos interminables y fríos para ser atendida. Algunos van a sacarse una muela, el yeso del pie o alguna radiografía que muestre la manchita negra, para saber la causa de su malestar. Pero otros, en muletas, camillas y sillas de rueda esperan su turno por algún tratamiento más complejo.

Una persona está desde las cinco de la mañana para sacar un turno para la semana próxima.

-Si llegás a las ocho te quedás sin turno-, me dice con una voz cansada.

Pasillos concurridos, guardapolvos blancos y azules, gente conversando, largas filas en la farmacia y obreros trabajando en la construcción de una nueva sala de accidentados caracterizan todos los días al Hospital Dr. José María Cullen de nuestra ciudad, con sus 93 años de historia.

Hacía tiempo que no lo visitaba y, a decir verdad, lo que más me impactó fue ver la gran cantidad de gente que concurre allí diariamente. Más tarde comprendí el por qué.

Maldita crisis


"No tengo trabajo y necesito que me den los remedios y me atiendan", "no tengo obra social", "como la gente no tiene trabajo, carece de cobertura médica, no puede ir a sanatorios y entonces recurre a los hospitales públicos", "la falta de prestación de las obras sociales, por ejemplo la del Pami, obliga a los abuelos a venir acá", "la gente no tiene plata, y por más que tenga obra social, muchas veces no tiene para pagar la orden". Estas respuestas explican el aumento en los últimos tiempos de la demanda del hospital.

El Cullen, llamado en sus orígenes Hospital de la Caridad, cuenta actualmente con una capacidad de 325 camas pero, como consecuencia de las situaciones descriptas anteriormente, muchas veces aquellos pacientes que tienen orden de internación, deben esperar días en la guardia hasta que les llega su turno. -Hace tres meses tuve un accidente de trabajo. Mientras estaba en las alturas de una construcción me caí y sufrí una quebradura de tobillo y tibia. A raíz de esto tenía que internarme, pero al no haber camas disponibles, estuve dos días en la guardia esperando que alguna se desocupara, como eso no ocurrió, firmé el alta voluntaria y regresé a mi casa. Eso sí, volvía todos los días para averiguar si ya había alguna cama libre, cuenta un paciente.

En la maternidad suele haber, pero algunas pacientes dadas de alta, por ser menores o vivir en localidades aledañas, no se pueden retirar hasta previa autorización del juez de menores o deben aguardar hasta que la busque algún familiar. Y esperan sentadas en sus camas mientras que otras dos futuras madres las ocupan.

Siempre listos


A pesar del escaso número de profesionales, de insumos, como guantes estériles, gasas, medicamentos, microscopios y aparatos para hacer valoraciones fetales, hay que destacar la increíble labor de médicos y enfermeros que diariamente brindan lo mejor para la salud de sus pacientes.

El hospital Cullen cuenta actualmente con 340 profesionales (entre médicos, asistentes, residentes, concurrentes, contratados y de refuerzo) número que, sumado a los enfermeros y personal administrativo, asciende a un total de 1.150 empleados.

Sin embargo, la cantidad de galenos resulta pequeña en comparación con la de pacientes. Una doctora encargada del área de maternidad expresó que se sienten excedidos de trabajo debido al aumento de la demanda en estos últimos tiempos.

Por otro lado, una enfermera de la sala de Urología contó que "acá hay 26 camas y somos solamente dos enfermeros por turno. Cuando hay varias cirugías o derivaciones de algún otro sector, realmente la situación se complica porque tenemos que atender a todos por igual y es mucho trabajo para dos personas".

A pesar de las magras remuneraciones que reciben, que no guardan relación con su diaria actividad, ellos están siempre listos para asistir a sus pacientes, quienes permanentemente les agradecen y les demuestran su conformidad por la tarea.

Viva la vida


Un par de ojos oscuros que me observaban, aunque entreabiertos por el sueño, fue el motivo que me llevó a acercarme. Lo encontré en uno de los consultorios externos. Su nombre es Jacinto y fue uno de los testimonios que más me ayudó a darme cuenta del valor del hospital público. Es un hombre de unos 73 años, cuya piel denota una vida de trabajo. Durante el diálogo que mantuvimos me comentó que en su juventud se dedicó a la agricultura, pero ahora, por estar operado del corazón, no puede desempeñar esa actividad ya que necesita de cuidados especiales.

Recuerdo que Jacinto constantemente repetía sus infinitos agradecimientos hacia los médicos del hospital ya que, además de la excelente atención, lo habían derivado a la clínica del Dr. René Favaloro.

"Fue hace siete meses, cuando los médicos me dijeron que por falta de materiales específicos para el corazón debía viajar a Buenos Aires. Creí mi vida perdida. En ese momento no imaginé la gran cantidad de ayuda económica y afectiva que ellos y la gente me brindarían a través de una ayuda social".

Siguiendo por un pasillo hasta la última puerta, como me indicó una enfermera, encontré la sección de radiología. Allí había más de 50 personas enyesadas en distintas partes de sus cuerpos.

Mientras observaba la sala, oí que alguien me chistaba. Se trataba de un joven que tenía la mitad de su pierna izquierda enyesada. Luego de algunas preguntas que me hizo acerca de mi profesión, le pedí que me contara qué le había sucedido: "Un domingo a la mañana, tres meses atrás, iba conduciendo mi moto cuando se me cruzó un auto, no alcancé a frenar y me llevó por delante. Como consecuencia tuve una fractura de tibia y peroné.

-¿Estás conforme con la atención que recibiste?

-Sí, mucho, porque a pesar de los problemas que tiene el hospital, los médicos y enfermeros, a costa de muchas idas y venidas siempre logran solucionarlos.

A la tarde del día siguiente, en el horario de visitas que se extiende desde las 14.30 hasta las 16 concurrí a visitar a los internados.

En la nueva sala de Traumatología entrevisté a un jubilado, quien me contó que a raíz del desgaste de una prótesis en su cadera debía ser intervenido quirúrgicamente, aunque la fecha para realizarle la operación -a pesar de estar programada- es indeterminada. "Estoy muy bien asistido por los médicos y enfermeros aunque un poco desanimado, porque si bien los profesionales me aclararon que las intervenciones no tienen fecha, ya hace 60 días que estoy acá. Lo único que me queda es esperar, tener paciencia y comprender que hay personas que tienen problemas más graves que el mío y por lo tanto deben ser intervenidas rápidamente. Además entiendo que cada vez somos más los que necesitamos del hospital.

Estos testimonios y otros muchos, demuestran el permanente agradecimiento de la gente hacia quienes trabajan en el hospital. Y reconocen que, a pesar de los problemas por los que atraviesa el Cullen, son los médicos, enfermeros, personal administrativo y la Sociedad de Beneficencia, quienes hacen todo lo que está a su alcance para asegurar la salud de los pacientes.

Más allá de una estrategia


La escalera de entrada me llevó a un amplio hall donde además de divisarse la ventanilla de la administración, la oficina de personal y de estadísticas, se observan un telecentro, un mini-quiosco y una librería llamada Guimard, sobre la cual me voy a referir. Apenas la vi pensé que allí se vendían revistas para que los pacientes y sus acompañantes pasen más rápido el tiempo. Pero al acercarme me di cuenta de que en realidad se trataba de una librería que vendía textos de medicina. Curiosamente pregunté por qué se vendían ese tipo de libros y no semanarios o periódicos, a lo cual el dueño me dio una respuesta lógica: "Si la librería quedara en el centro, ningún profesional iría. Al médico hay que atenderlo, hay que llevarle el material para que lo vea y en base a eso decida su compra. Antes tuvimos una librería afuera pero no funcionó, en cambio acá tenemos contacto permanente con ellos".

Comenzamos así una amistosa conversación. Durante la misma, me contó que dicho emprendimiento lo había comenzado su suegro aproximadamente 12 años atrás, cuando, como valijero, visitaba a los médicos y les vendía los libros que ellos necesitaban. Años más tarde lo sucedieron su esposa, su hijo y él, quienes por la mañana atienden el local y por la tarde visitan los consultorios ofreciendo el material.

Con respecto a los libros, me contó que la mayoría son importados de España, México e inclusive de Estados Unidos para que aquellos médicos que dominan el inglés y quieren estar permanentemente actualizados sobre los avances de la ciencia, reciban la información rápidamente, sin esperar las traducciones.

-¿Cómo es el sistema que usan para adquirir los libros?

-El sistema es por consignación, llegado los 60 ó 90 días se hace una devolución o se factura lo que vendimos. Los libros se renuevan constantemente. Las editoriales nos proveen de sus catálogos y en base a éstos pedimos para mostrar.

Cuando me encontré de espaldas al hospital, en el último día de investigación, me di vuelta y me senté un largo rato a observarlo. Muchas preguntas sin respuestas rondaron en ese preciso momento por mi mente, entre ellas ¿qué será de nuestro hospital dentro de unos años si la situación actual del país se mantiene?

En el trayecto hacia mi casa, mientras recordaba todas la vivencias, me di cuenta de que a pesar de los problemas por los que atraviesa diariamente el Cullen, es un verdadero garante de la salud y, por lo tanto, un lugar donde reina la esperanza.

La responsabilidad del Estado


Si bien el edificio del hospital Cullen corresponde a la Sociedad de Beneficencia, el Estado es quien debe proveer los sueldos del personal, los servicios de mantenimiento (gas, agua, luz y teléfono) y destinar una suma de dinero para la compra de insumos. El tesorero de dicha institución advirtió que los problemas por los que atraviesa el nosocomio básicamente se deben a que desde hace diez años se mantiene el mismo presupuesto. Lo que la lógica indicaría -remarcó- es que si en estos tiempos ha aumentado la demanda, debería aumentar también el importe dado por el gobierno.

El antiguo Hospital de Caridad


En 1897, respondiendo a las crecientes necesidades de la comunidad, se fundó el Hospital de Caridad, siendo su primer director el Dr. José María Cullen. Para esa fecha sus instalaciones estaban ubicadas en las cercanías del Parque del Sur.

La Sociedad de Beneficencia creada en 1860 por mujeres santafesinas, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se interesó por la caridad pública y sobre todo en procurar que el hospital existente contara con las instalaciones adecuadas. Como era necesario mitigar el dolor ajeno, estas damas pusieron mucha bondad y abnegación en su desempeño.

Como aquel hospital resultó chico, las damas de beneficencia se dieron a la tarea de conseguir su ensanche y mejoramiento. Luego, su comisión directiva gestionó con muy buenos resultados, la donación, por parte de la Municipalidad de Santa Fe, de la superficie de terreno ocupado por la antigua plaza Santa Caloma, denominada luego como Plaza de la Independencia.

Los fondos necesarios para la construcción emanaron de la organización de un bazar en los salones del Club del Orden, un corso de flores alrededor de la Plaza de Mayo y un concierto en el viejo teatro Politeama Rafetto. El gobierno de la provincia, por su parte, acordó contribuir con la suma de $ 5.000 mensuales.

El 25 de mayo de 1902 se plantó la piedra fundamental. La construcción comenzó en abril de 1904 y el 9 de julio de 1909 se inauguró el nuevo Hospital de la Caridad, que se denominaría posteriormente Hospital Piloto y en la actualidad, Dr. José María Cullen, fruto de constantes esfuerzos y de la labor de las damas que con constancia y firmeza llevaron a feliz término los propósitos originarios de esta benemérita institución.

Entre 1912 y 1916 se construyó la capilla que está a cargo de las hermanas del Huerto. En 1931 se inauguró un pabellón para los enfermos pudientes, en 1942, la maternidad Dr. Domingo Pujato y la más reciente es la Sala de Urología, el 15 de diciembre de 1998.

Mónica Beatriz RitaccaEstudiante de la UNER