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Frágil mundo de la forma y del color

Miguel Angel Bonino plasma su sensibilidad en cada una de sus obras. Y para expresarse eligió la cerámica, a la que revaloriza dentro de las artes plásticas.


Esta vez el encuentro es con un escultor de ese mundo tan frágil como puede ser la cerámica. Miguel Angel Bonino es un creador silencioso, verdadero trabajador y hacedor de delicadas formas.

-¿Cuándo comenzó tu contacto con la cerámica?

-En 1984, en Bellas Artes, terminé el estudio superior acá en Santa Fe, porque yo soy de San Guillermo. Hice todos los niveles en la Escuela de Artes Visuales Juan Mantovani.

-Cuando saliste de la escuela, ¿ya tenías definida tu vocación?

-No, yo soy dibujante y grabador.

-¿Y cómo nació lo de la cerámica?

-Me interesa la tridimensión, todo lo que sea volumen. Yo soy escultor en cerámica, entonces para mí la escultura es un volumen en el espacio.

-Pero tus esculturas son diferentes porque están hechas en cerámica, es un trabajo mucho más complicado.

-Mucho más. Esos tamaños que ves allí están en un metro y medio, un poco más.

-¿Empezaste desde el principio así o gradualmente fuiste llegando a ellos?

-Todo fue gradual, hasta llegar a las dimensiones monumentales. Es decir, lo que yo quise hacer con la cerámica fue jerarquizarla. La cerámica siempre fue la hermanita pobre. No sé si como una técnica inferior, sino como un arte menor, como lo fue el grabado.

-Pero la cerámica tiene un acercamiento ancestral a la tierra...

-Exacto. Los cuatro elementos que la componen: aire, tierra, fuego y agua, son parte de nosotros mismos. Desde tiempos remotos íntimamente ligados al ser del hombre. Tal vez una de las primeras cosas que hizo el hombre habrá sido manejar el barro para servirse a través de los utensilios.

En el paleolítico superior ya comienza a manejarse, aunque todavía sin fuego, pero ya se realizaban piezas en forma rudimentaria y elemental. Te podés imaginar qué antigua es la cerámica, como la pintura rupestre. Pero en cierta forma sirvió para estar al servicio del hombre, en forma utilitaria. En cambio la pintura fue una manifestación de sentimiento decorativo, y además tuvo un sentido mágico.

-¿Cuándo comienza la cerámica a servir como adorno?

-Como adorno, es Pablo Picasso el que le va a dar el gran auge y con sus obras se va a presentar en los salones, es entonces cuando se le da una gran importancia y va a dejar de ser un arte menor.

Color y forma


-Entonces vos empezaste con la irrupción del volumen del cuerpo en el espacio, experimentando con formas. Pero, ¿cuándo nace esta experiencia del color, esta afinidad tuya con el color?

-Fue un curso que hice con la Cárcova, trabajé con Leo Tavella y con Baglietto y con Vilma Villaverde, entonces comencé a agregarle a la arcilla, a la pasta blanca, un poco de pigmento de color. Y comenzaron a aparecer cosas que me parecieron interesantes. Así fue como llegué a los tonos desaturados, es decir que no tienen la máxima potencia, la máxima pureza.

-¿Cómo llegás a eso?

-Por medio del horno eléctrico. Yo horneo todas mis piezas en el horno eléctrico, por partes. Luego las voy uniendo con un encastre que hago. Es un trabajo muy delicado, tengo que trabajar mucho, una vez que se pega hay que trabajar con herramientas de todo tipo, de carpintero, de mecánico, de tornero. -¿Se te ha roto alguna pieza?

-Sí, algunas veces. En realidad el artista tendría que estar dentro de una burbuja de cristal mientras trabaja.

El toque propio


-Las formas que tienen tus esculturas son muy especiales, tienen una impronta, un sello personal. ¿Qué te inspira? ¿Partiste de una figura concreta?

-No, no. Al principio fui figurativo, cuando ya hacía dibujo y grabado fui totalmente figurativo, después tuve una etapa abstracta, pero ya en la cerámica, solamente cuando hice vasijas, en mi primer período, fueron los dos primeros años en que fui figurativo, después rompí con toda figuración y entré en la abstracción.

-Todas tienen un movimiento ondulante que tiende hacia arriba.

-Exacto, todas mis piezas están dentro de ritmos ascendentes, o sea ritmos verticales, la horizontal la detesto directamente, no me interesa para nada, siempre me interesa todo lo que sea elevación, altura; traté de leer mucho y de no frecuentar muchas exposiciones para no influenciarme con ningún otro artista.

-Pero Picasso te gusta...

-Picasso me gusta porque justamente fue el que le dio auge a la cerámica, el que la incorporó como una asignatura más como pintura o dibujo con importancia artística.

-¿Hay un fondo de figura humana en tus esculturas?

-Sí, claro, femeninas y masculinas. También árboles, hay algunos títulos que yo tengo, Arbol-Nube, como que la nube desciende sobre el árbol, lo llena con esa frescura, con esa humedad, lo revive, lo renueva, ésa es un poco mi filosofía dentro de la cerámica, con movimientos envolventes, ondulación permanente, con predominio de la línea curva, brazos extendidos hacia arriba, buscando la elevación del espíritu.

Laboratorio, no taller


-El lugar de trabajo parece más un laboratorio que un taller.

-Claro, porque fabricamos los esmaltes, los colores; hablo en plural porque lo hacemos con mis alumnos. Hacemos pruebas, nunca esmaltamos una pieza y la llevamos al horno directamente, hacemos muchas pruebas y seleccionamos las mejores.

-La búsqueda, la investigación son permanentes, ¿no?

-Tiene que ser así, si no hay estudio riguroso, no se llega a ningún lado...

-¿Qué te ha dejado la cerámica a través de todos estos años?

-Bueno, me ha dejado mucho, una gran satisfacción, el hecho de haber logrado, de haber compartido, todo eso me ha dejado un gran gozo interior, una satisfacción personal. Me siento un privilegiado de poder hacer lo que hago.

Ana María Zancada