Persona y Sociedad: PER-03

La noche de San Juan


El 24 de junio se produce en el hemisferio Norte el solsticio de verano, fecha en que el sol parece detenerse y desde entonces retroceder sobre sus pasos en la ruta celestial. Desde épocas antiquísimas en Europa se celebraban en la víspera, o sea la noche del 23 al 24 de junio, o en el propio día indicado, fiestas ígneas. Es muy posible que este momento pudo ser observado con aprensión por el hombre primitivo, que pensó que el Astro Rey decaía y con ingenuidad creyó que podría reencender la llama agonizante encendiendo fuegos que lo salvarían, y estos pensamientos fueron quizás los que dieron origen a las fiestas solsticiales. La cristiandad consagra ese día a San Juan Bautista y curiosamente en algunos lugares, no sólo de Europa sino de América, se realizan celebraciones en que el fuego es un elemento indispensable.

Costumbres y creencias


En Asturias (España) se realiza la Foguera de San Juan, noche de la víspera; la gente casi no duerme, los mozos salen de ronda a encender las hogueras que están distribuidas en todos los poblados de la montaña, luego se canta, se baila y se bebe sidra mientras se alimentan las hogueras, ya que es firme creencia que en sus llamas se queman los malos pensamientos y las maldades; el humo, al subir al cielo, lleva las plegarias y los buenos deseos.

En Rusia, los muchachos y las muchachas saltan en parejas sobre una hoguera, llevando en sus brazos un muñeco de paja que representa a Kupalo, deidad de la vegetación; al día siguiente lo arrojan al río, piensan que sujetando al representante personal de la vegetación y exponiéndolo a las llamas se aseguran la luz y el calor solar que harán fructificar la cosecha.

En Suecia, también en vísperas de San Juan, se realiza una limpieza general en la casa y se la adorna con ramas y flores; durante la noche se encienden hogueras en los cruces de caminos y los espectadores arrojan a las llamas unos hongos venenosos (BŠran) para contrarrestar a los espíritus malignos.

En Suiza, en el cantón de Friburgo, se acostumbraba velar la noche de San Juan junto a un helecho, pues era creencia que quienes lo hacían encontraría un tesoro.

En el Tirol (Austria) piensan que quien ponga entre su dinero semillas de helecho, recogidas en la mágica noche, se asegurará que éste no merme por más que se lo gaste.

En la Argentina, aún hoy en día, en las provincias de Formosa y Misiones, se realiza el "Paso sobre las brasas": para ello se arma un colchón de brasas y los promesantes, luego de las doce de la noche, se descalzan, se secan la planta de los pies sobre el polvo del suelo y luego de santiguarse comienzan a caminar sobre el sendero ardiente.

También se practican en distintos sitios del país costumbres curiosas, como las "sorteadas de plomo": pasada la medianoche del 23, se derrite plomo y se echa en un recipiente con agua fría. La forma que tome -una rama, un animal, etc.-, es interpretada por una entendida. Algo similar, pero en este caso volcando tinta en un papel blanco, doblándolo y colocándolo debajo de la almohada en vísperas de San Juan y desdoblándolo a la mañana siguiente, aparecen figuras que se interpretan como de buen o mal augurio; esto lo vio practicar en Santa Fe, en época de su niñez, quien escribe; en Corrientes, donde el santo es patrono de su ciudad capital, se acostumbra a efectuar las cédulas de San Juan, consistentes en escribir en pedazos de papel el nombre de jóvenes y de jovencitas del lugar; se colocan en dos bolsas aparte y debe ser la cantidad un número par. El día del santo, al repique de la campana anunciando misa, se va extrayendo un papelito de cada bolso en creencia de formar parejas que luego se casarán.

La flor del agua (leyenda asturiana)


Las abuelas asturianas nunca se cansan de contar una leyenda antiquísima que se relaciona con la víspera del día de San Juan Bautista que celebra el 24 de junio toda la feligresía católica.

Esa noche... rodeada de rayos de luz lunar que forman una filigrana de nacarados haces luminosos en su entorno, desciende desde el cielo la Virgen y bendice las aguas de los manantiales.

El agua adquiere mayor limpidez y frescura por el milagro de haber sido bendecida, y cuando el alba ostenta su vistoso traje gualdo y purpurino, es el momento ideal para que las mozas recojan en un recipiente un poco de agua del manantial; esa fracción del líquido elemento recibe el poético nombre de "la flor del agua".

Quien así lo haga, escuchará en el transcurso del año el vibrante repiqueteo de las campanas que anunciarán su propia boda y el eco metálico de las mismas se expandirá por valles y montañas preanunciando que la felicidad será huésped permanente en su hogar.

Zunilda Ceresole de Espinaco