Opinión: OPIN-01

Trabajo que dignifica


El Ministerio de Trabajo de la Nación se comprometió a instrumentar las medidas necesarias para que todos los beneficiarios de los subsidios Jefes y Jefas de Hogar realicen algún tipo de contraprestación, a cambio de los 150 Lecop que cobran mensualmente.

Pero por el momento, este objetivo parece distante. En la provincia de Santa Fe existen casi 181 mil beneficiarios de estos planes y, sobre todo en las grandes ciudades, no resulta fácil poner en práctica esta política.

Se calcula que el 64% de quienes cobran el plan Jefes y Jefas de Hogar en la capital de la provincia realiza algún tipo de contraprestación. Sin embargo, esta cifra se reduce al 50% en Rosario.

Según las autoridades encargadas de instrumentar el sistema, el problema es que la cantidad de personas que reciben los beneficios en las ciudades importantes es de tal magnitud, que al Estado se le dificulta la tarea de encontrar ubicación para todos ellos.

Si bien existe la posibilidad de que estos desempleados sean tomados por el sector privado, hasta ahora apenas 81 empresas se mostraron interesadas en esta alternativa dentro de la provincia.

El sistema establece que los empresarios particulares que aceptan emplear a estos desocupados, sólo deben hacerse cargo de abonar la diferencia que existe entre los 150 Lecop y el sueldo de convenio de cada rubro.

Pero tampoco parece sencillo instrumentar esta mecánica en las grandes ciudades. En cambio, en las pequeñas localidades, donde se produce un contacto cercano entre los vecinos, la alternativa se ve facilitada porque no existe ese marco de desconfianza que puede surgir a la hora de emplear a un beneficiario de estos planes sociales.

Más allá de los problemas que vienen surgiendo para exigir una contraprestación a los beneficiarios de los subsidios Jefes y Jefas de Hogar, la Nación le pidió a la provincia que presente un informe completo donde aparezcan los proyectos en los que prestarán servicios todos aquellos que cobran los 150 Lecop.

Será fundamental, entonces, que en algún momento, cada uno de los desocupados beneficiarios de los planes tenga una tarea asignada. Sólo de esta manera el plan dejará de ser percibido como una simple dádiva, para convertirse en un instrumento mediante el cual las personas desempleadas reciben una ayuda a cambio de un servicio concreto a una comunidad que tanto lo necesita.

Oportunidades no faltan: pueden desempeñarse, por ejemplo, en tareas comunitarias, comedores escolares y barriales, vecinales, planes de forestación o de limpieza. Sólo será necesario un control eficiente y honesto de entidades estatales o intermedias interesadas en llevar adelante este tipo de labores.

El Jefes y Jefas de Hogar cumplió en su momento un rol fundamental para pacificar a enormes sectores de la población que no tenían salida alguna frente a índices de desocupación que alcanzaron niveles récords.

Pero ahora habrá que avanzar aún más: la ayuda deberá basarse, en todos los casos, en el fruto del esfuerzo personal, ya que es fundamental que los beneficiarios sientan la dignidad que sólo brinda el trabajo, a pesar de estar desempleados.