Opinión: OPIN-01

Salir de la pobreza


Las estadísticas asustan, pero son el reflejo de la realidad que se vive en un país que durante décadas se vio sumido en la corrupción, el despilfarro, la irresponsabilidad y la lucha entre sectores que, por razones económicas o ideológicas, sólo buscaron enriquecerse e incrementar su poder.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, en la Argentina el 57% de los habitantes vive por debajo de la línea de pobreza. Se considera que una familia tipo, compuesta por cuatro personas, necesita alrededor de 700 pesos mensuales para vivir. Sin embargo, más de la mitad de las familias subsiste con menos dinero.

En este marco, el 27,5% es considerado indigente, pues sus ingresos familiares ni siquiera alcanzan para cubrir las necesidades básicas de una canasta de alimentos que cuesta unos 300 pesos por mes.

Pero los datos correspondientes a Santa Fe reflejan una realidad todavía más dura que la que muestra el promedio nacional: la pobreza golpea al 63,7% de las personas que viven en la ciudad capital y sus zonas de influencia, mientras que la indigencia alcanza al 33,8% de los santafesinos. En Rosario, la realidad es similar.

Poco antes de que se dieran a conocer estas estadísticas, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, puso en duda la metodología utilizada por el Indec para elaborar los índices de pobreza. Antes, otros ministros habían efectuado parecidos cuestionamientos.

No obstante, lo que el funcionario parece haber olvidado en el momento de lanzar sus críticas, es que el Indec depende directamente del Ministerio de Economía. En definitiva, si el ministro considera errónea la metodología utilizada para recabar la información y elaborar estos datos, pues entonces debería trabajar para corregir el diseño, en lugar de tomarse de ellas para desacreditar informaciones sobre temas tan sensibles como la pobreza.

Negar la realidad no resuelve el problema. Se sabe, además, que éste es el resultado de muchos años de equivocaciones constantes y que demandará mucho tiempo y esfuerzo salir adelante.

En Santa Fe el tema no puede pasarse por alto. Si bien es cierto que la provincia no puede evitar las consecuencias del descalabro económico y social que vive el país, también es verdad que a nivel regional existe la posibilidad de tomar decisiones tendientes a mejorar la situación de la gente.

Durante los últimos años, caracterizados por una recesión fulminante, lo esencial fue realizar una administración austera que permitió a la provincia superar los momentos más dramáticos sin mayores sobresaltos. Pero la situación comienza a mostrar síntomas diferentes.

La caída se detuvo y existe un alivio considerable en las arcas estatales gracias a la mayor recaudación. Por eso es éste el momento en que se requieren movimientos rápidos y creativos por parte de las autoridades provinciales, con el objetivo final de captar inversiones y generar posibilidades productivas que apunten a solucionar el problema de fondo, que sigue siendo la falta de empleo.

Es el momento de la producción, del aprovechamiento de los recursos y las ventajas comparativas que, afortunadamente, existen en la provincia de Santa Fe. Al margen de los esfuerzos que pueda realizar la actividad privada, se requieren decisiones políticas para establecer un marco adecuado al incipiente despegue.

La situación general comienza a cambiar y, por ese motivo, el perfil de gestión en la provincia deberá adecuarse a los nuevos tiempos. La enorme paradoja es que la misma provincia de Santa Fe que muestra indicadores de pobreza e indigencia superiores al promedio nacional es la que más recursos transfiere a la Nación en términos netos, mientras recibe migraciones internas que complican aún más su situación. De manera que su empobrecimiento tiene directa relación con el volumen de los subsidios que otorga al país a través de los impuestos y retenciones vigentes. Esa flagrante injusticia debería ser, por lo tanto, uno de los ejes de la política provincial hacia el futuro.

DESTACADO EDITORIAL

La situación general comienza a cambiar y, por ese motivo, el perfil de gestión en la provincia deberá adecuarse a los nuevos tiempos.