La promoción de monseñor José María Arancedo a la arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz no hace más que ratificar el perfil medio, con cierta tendencia al progresismo en cuestiones sociales, que la Iglesia argentina viene ratificando desde el advenimiento de la democracia.
Alineado a lo que algunos denominan como el Club de San Isidro y con lazos familiares con el ex presidente Raúl Alfonsín, el prelado deberá afrontar la difícil tarea de reorganizar pastoralmente la Arquidiócesis, tras el escándalo por presuntos abusos sexuales a seminaristas que comprometen a su antecesor, monseñor Edgardo Storni, ante la Justicia santafesina.
Entre otras cuestiones, monseñor Arancedo deberá restablecer los vínculos de la Iglesia con la sociedad pero, sobre todo, la relación arzobispo-sacerdotes, dado que muchos chocaron con su predecesor y todavía añoran el perfil pastoral (llevado a cabo entre 1969 y 1984) del extinto monseñor Vicente Zazpe.
El flamante arzobispo santafesino se ha caracterizado por el fuerte acento social en su gestión, particularmente en lo que tiene que ver con la atención a los más necesitados y la cercanía con los trabajadores. Son recordadas sus homilías a favor de la lucha del sector pesquero de Mar del Plata o del respeto de los derechos humanos en el penal de Batán.
"La mayor pobreza es la falta de trabajo. Los planes asistenciales son necesarios, pero cuando nos acostumbramos a ellos decae la cultura del trabajo y pierde el trabajador", aseguró en febrero pasado.
En la ciudad balnearia ejerció en los últimos años un gobierno eclesiástico de "puertas abiertas", por eso durante la época estival dedicó un día a recibir a los turistas en la curia para luego celebrar misa para ellos.
También fueron frecuentes sus contactos con el mundo de la cultura, al organizar encuentros con los actores que asistían a la temporada veraniega, y su fluida relación con los medios de comunicación, a tal punto que ejerció la titularidad de la comisión episcopal respectiva. Sin embargo, en noviembre último no fue reelecto en el cargo por supuestas discrepancias entre sus pares por su tarea.
Como miembro de la Pastoral Social fue el anfitrión -durante las presidencias de monseñor Italo Di Stéfano y del cardenal Raúl Primatesta- de las llamadas Jornadas Sociales de Mar del Plata, cuyo tema central fue hasta 2001 el trabajo.
En el Episcopado es un habitual redactor, junto a otros prelados como monseñor Juan Carlos Maccarone (Santiago del Estero) y Carmelo Giaquinta (Resistencia), de los pronunciamientos emanados de la Asamblea Plenaria.
Entre otras, se le atribuye la frase de la declaración del 17 de abril de 1999, en la que la Iglesia advirtió -durante el gobierno del ex presidente Carlos Menem- que "los rostros de la pobreza y la exclusión, como consecuencia de criterios exclusivamente economicistas, son una afrenta moral que hiere a la humanidad".
"Las falencias -continuó en esa oportunidad- en relación con la salud pública, la educación, el trabajo y la seguridad, lejos de cualquier instrumentación política partidaria, deben ser asumidas con la grandeza de una cuestión de Estado que compromete a todos y a cada uno en su esfuerzo diario, según el grado de responsabilidad que le compete en la sociedad".
El obispo de Rosario y presidente de la Conferencia Episcopal Mons. Eduardo Mirás fue una de las autoridades que acompañó a José María Arancedo en la ceremonia de asunción al frente de la arquidiócesis santafesina.
Poco antes de que se inicie la ceremonia dialogó con la prensa sobre la guerra, a la que definió como una "irracionalidad, sin saber qué, ni por qué ni para qué", y sobre las elecciones, cuestión sobre la que -recordó- "la Iglesia ha hecho público un documento".
En cuanto a la situación que precedió al alejamiento de Mons. Edgardo Storni, prefirió, en un primer momento, no opinar y dejarlo para que el nuevo obispo hable de la cuestión "cuando lo crea conveniente". Sin embargo, no pudo evitar una respuesta cuando se le recordó que en su momento sus palabras se interpretaron como una defensa pública a Storni.
"No dije tampoco eso que usted dice", respondió al cronista. "No hay que hacer caso a todo lo que los diarios dicen. Yo lo que dije aquella vez, y fue en San Nicolás, ni siquiera en mi diócesis, fue que no quería darle en ese momento un reportaje a un diario que me lo estaba pidiendo. Y di mis razones porque me parecía que la actitud era absolutamente persecutoria".
"El hecho de que Mons. Storni tenga un proceso no significa que tenga una condena. Esperemos que la Justicia haga su obra. Esperemos que lo haga rápido, además, y que se sepa la verdad".
Siguiendo esa línea y advertido sobre el procesamiento que pesa sobre Storni, opinó que "en el mundo civilizado todos son inocentes mientras no se pruebe su culpabilidad y la prueba no es la prensa; tiene que ser vertida frente al juez y comprobada y aceptada por el juez".
"Esperemos que la Justicia siga su camino", concluyó.
Guillermo Villarreal (DyN)