Opinión: OPIN-02 Sin cambios hasta el ballottage
Por Miguel Angel Rouco


El resultado electoral ratifica las previsiones que podrían tener los agentes económicos en todos los niveles desde el "establishment" y el mercado hasta las pequeñas unidades económicas.

Este escenario no apunta a cambiar en algo los días que restan hasta el ballottage. Nada hace prever que se puedan vivir sobresaltos en materia económica y sólo se continuaría con la actual política de mantenimiento de variables macro.

Sin embargo, de cara a encarar la segunda vuelta electoral, los postulados de ambas fórmulas evidencian más diferencias conceptuales que de instrumentos económicos.

Los comicios validaron y pusieron al descubierto cómo se va a estructurar la economía, el perfil productivo y la distribución de los recursos presupuestarios. Estos son los grandes desafíos que tienen por delante hasta el 18 de mayo: establecer las diferencias frente al electorado aunque quedaron plasmados en reiteradas oportunidades.

En lo referente al tipo de cambio no parece haber controversias ya que ambos se pronunciaron por el mantenimiento de un tipo de cambio flotante. La diferencia, en todo caso, podría estar dada en determinar si habrá intervención o no del Banco Central para morigerar las oscilaciones.

En el manejo de la renegociación de la deuda es donde comienza a haber límites más precisos ya que el menemismo apunta a una normalización de las relaciones con los deudores con una extensión de plazos y una baja de la tasa de interés, mientras que el oficialismo busca afanosamente una quita en los niveles de endeudamiento.

En cuanto al perfil productivo, el menemismo busca generar un nuevo salto tecnológico similar al de la década del '90, facilitando la incorporación de bienes de capital aunque se desconoce con qué instrumentos puede llegar a concretarlo. A partir de allí, apunta a consolidar el actual perfil exportador basado en el sector agroalimentario y el energético. Del lado del oficialismo, se apunta a consolidar el repunte de la economía doméstica mediante estímulos impositivos, basado en la recuperación de los niveles de consumo interno, a partir de pequeños ajustes salariales y calzar el potencial exportador a caballo del Mercosur.

Pero es aún más ostensible la diferencia en el campo presupuestario donde las aguas tienden a dividirse aún más. Ninguno de los dos propone una reforma impositiva, lo que parece indicar que ambos están más que conformes con este esquema. Apenas el menemismo muestra alguna audacia hacia la baja de alícuotas, aunque en ambos casos se busca consolidar el peso tributario sobre la clase media o media alta.

El terreno fiscal es de vital importancia porque aquí queda definido sobre quién se recuesta el peso del modelo. Dicho en otros términos, en el esquema presupuestario se muestra qué sector transfiere más recursos y cuál otro recibe.

Para el menemismo, serán los sectores de mayor consumo los que transfieran los recursos hacia los sectores de menores ingresos y de zonas más alejadas, manteniendo subsidios cruzados a sectores y poblaciones. Sobre este tópico parece más claro que la zona metropolitana y la Pampa Húmeda pagarán ese precio, en beneficio de las poblaciones del interior.

Para el oficialismo, el concepto se invierte y ese precio va a recaer más sobre las economías del interior para beneficiar a las economías más desarrolladas que serían el nervio motor de la dinámica económica y lo que permitiría lograr el crecimiento económico y con ello aumentar la demanda interna e incrementar el empleo.

La ejecución de obras públicas será el otro eje sobre el cual se va sentar parte de la reactivación.

En síntesis, en cualquiera de los dos casos, el esquema no parece cambiar en algo lo vivido durante los años '90. La diferencia es que nos encontramos frente a un mundo que no parece querer destinar demasiados fondos hacia la Argentina, lo cual no es poco. (DyN).