Opinión: OPIN-04 La hora de la verdad


Para la Argentina y Néstor Kirchner, se acerca, inexorablemente, la hora de la verdad. En sólo una semana, el patagónico será el presidente de la República y el misterio que hasta ahora Kirchner ha exhibido como capital, comenzará a develarse para mostrar quién es realmente el hombre consagrado en lo más alto del poder con sólo el 22,4 por ciento de los votos y sin ballottage.

Sus dos primeras intervenciones como presidente electo -una a sólo minutos de la previsible deserción de Menem y otra en Mirtha Legrand- llenaron de incertidumbre a vastos sectores de la comunidad política y financiera que aguardan, con ansiedad, descubrir ahora al "verdadero Kirchner".

"No he llegado hasta aquí para pactar con el pasado, ni para que todo termine en un mero acuerdo de cúpulas dirigenciales. No voy a ser presa de las corporaciones... voy a dar vuelta la página de la historia", dijo el miércoles.

Pero, envalentonado, fue más allá el jueves: "Hay intereses económicos que están acostumbrados a que las corporaciones tengan un gerente y acá, van a tener a un presidente", afirmó para embestirla luego contra "un grupito de bancos que ha hecho en las provincias operaciones que no corresponden". Sus dichos levantaron polvareda, a pesar de la lógica de sus palabras. "Quiero pensar que han sido sus dos últimos discursos de campaña. Cuando esté en la Rosada, no va a poder hablar así", disparó Eduardo Duhalde a un ministro, tras escuchar los mensajes rabiosos del santacruceño, contra las corporaciones y banqueros.

Pero el comentario no se agotó en esa frase: "Si Néstor se pelea con las corporaciones y los bancos se le puede dificultar el acuerdo que, en agosto, necesita cerrar con el Fondo Monetario Internacional", abundó el mandatario.

La opinión de Duhalde comenzó a perturbar al ministro que escuchaba pero que, sin embargo, recompuso su postura, ante una nueva intervención de su jefe. "Néstor no es ningún tonto. Debe saber por qué lo hace. Creo que está actuando igual que Lula antes de asumir. Pero, claro, una vez en el sillón de presidente Lula nunca volvió a hablar como lo había hecho durante la campaña", pareció tranquilizar el mandatario.

En rigor, la personalidad de Kirchner desconcierta a más de uno. Y, el hermetismo exhibido hasta el momento en algunas cuestiones fundamentales que hacen al manejo del Estado intriga a no pocos que creen que, desde el primer día, el santacruceño deberá dar señales claras sin demasiada morosidad.

"Les digo la verdad..., Kirchner es hasta para mí una incógnita", dicen que admitió el propio Duhalde durante una comida reservada, ante la sorpresa de sus interlocutores.

Lo cierto es que lo que le ocurre a Duhalde, le pasa a muchos políticos, sindicalistas y empresarios que esperan conocer cuanto antes quiénes integrarán el gabinete del patagónico, cuáles serán sus primeros anuncios y qué dirá el ministro Roberto Lavagna como prometió, "tras el acto de asunción".

"No es fácil, pero hay que esperar. Los pingos se ven en la cancha. Claro que, como está la Argentina, no tenemos la posibilidad de que ese pingo se manque", dicen desde algunas privatizadas que, desde el miércoles -día en que Menem desertó- no le sacan el ojo de encima al gobernador de Santa Cruz.

Desde la vereda política, también son conscientes de que "hay que evitar que el pingo se manque". "Lo vamos a ayudar. El país está en una situación crítica y no podemos darnos el lujo de tirar tierra sobre un tipo que va a asumir para estar sentado sobre un volcán", dicen en sintonía tanto desde el oficialismo, cuanto desde la oposición.

Tal vez, por eso, Duhalde reclamó desde su programa radial una "cuenta corriente" para el patagónico hasta fines de año. Por eso, quizás, la oposición parece mostrarse constructiva, más allá de algunos discursos altisonantes. Y, por eso mismo, el peronismo podría anunciar en Diputados esta semana que -a pesar de las diferencias y las heridas internas- vuelve a unificar su bloque para darle contención al presidente electo.

Mientras define su estrategia de gobierno y su grupo de colaboradores en Calafate, Kirchner dedica tiempo a lo que -sabe- deberá enfrentar: las negociaciones "inmediatas" con el FMI, el ácido accionar de los tenedores de títulos argentinos en el exterior, la continuidad o no del default y, en el plano interno, la peor crisis económico-social de la historia, los múltiples reclamos prematuros que le harán, los temas pendientes en la Justicia vinculados con el corralón, la política antipiquetes y la imprescindible generación de consensos políticos para poder gobernar.

Nada que el santacruceño no supiera pero que, ahora, como presidente electo, no sólo tendrá que saber, sino también resolver, en el marco de un país poco dispuesto a concederle "más de 60 segundos por minuto", como a veces, "ocurre" en el interior del país.

Hasta ahora, Kirchner se ha mostrado impermeable a las presiones. Arma su gabinete en soledad y se maneja con autonomía. El duhaldismo -que le aportó en Buenos Aires una enorme porción de los votos obtenidos en la primera ronda- hace más ruido desde abajo, que desde la propia cabeza presidencial.

Duhalde procura mostrarse "sorprendido" por lo que él mismo llama sus logros de gobierno, ejercita un balance de gestión "más que positivo" y ensaya una retirada de la línea de fuego por unos cuantos meses.

Ingenuo, claro, es pensar que un hombre que ha invertido su vida a construir poder, ahora vaya a dedicarse sólo a la pesca de tiburones. Parece obvio que el mandatario le dará una buena dosis de aire a Kirchner para el "arranque" sin olvidar a futuro que él y sus huestes han sido protagonistas no sólo de los resultados de la primera ronda, sino también de la deserción de Menem del ballottage.

Un Menem que, irresponsablemente, le arrancó a los argentinos la posibilidad del voto, debilitó las instituciones, quitó legitimidad a Kirchner y buscó, en la huida, refugio para sus propias intenciones antes que la preservación de los intereses de la Nación.

Hoy, el bochorno protagonizado por quien durante diez años condujo el país, parece una cosa lejana y terminada, aunque -quizás- con consecuencias a futuro. El golpe de mitad de semana parece absorbido y superado aunque, en rigor, eso sólo se dará en plenitud si la dirigencia política actúa, al menos por una vez, con generosidad, desinterés personal, ánimo de consenso y actitudes republicanas.

Sólo de ese modo podrá cerrarse un modo perverso de hacer política, renovar la clase dirigente y poner proa hacia al futuro, en lugar de regresar a lo peor y más vetusto de las formas de hacer política.

Menem tiró la toalla, defraudó a los más de cuatro millones que lo habían votado y generó el comienzo de una rápida dispersión de lo que fue tropa.

Nadie está en condiciones de decir que es su final, sobre todo en un país donde todos los políticos, de una u otra forma, se reciclan.

Pretender ser el líder de la oposición, como forma de mantenerse en el candelero, sería suicida. Pero, como animal político que ha demostrado ser, buscará atajos para recomponer su poder.

El rumbo que tome el presidente electo, su capacidad para generar políticas de Estado y producir consensos, su respeto irrestricto a las instituciones, su transparencia en los actos de gobierno, la convocatoria amplia y la inclusión de los excluidos por décadas, dirán si se puede pensar en una nueva Argentina, o si el país tendrá un capítulo más, teñido de las incapacidades, los vicios y las mañas que lo colocaron al borde de la postración.

Darío Del Arco (DyN)