Opinión: OPIN-03 Estrategia equivocada
Por Darío Del Arco (DyN)


Fue una primera semana agitada para el presidente Néstor Kirchner.

Alejado de las emociones de la asunción, los visitantes ilustres y la pompa, el jefe del Estado comenzó a "delinear" sus acciones de gobierno, con ritmo propio, características particulares y riesgos visibles.

Ansioso por mostrar que es el "nuevo presidente" de los argentinos, Kirchner pareció caer prematuramente en un error: sobreactuar.

Si es el primer mandatario y en él reside el poder, ¿por qué decir o pretender mostrar todo el tiempo que el presidente es quien manda? ¿Por qué abandonar la prudencia de "preservar" su investidura para salir a responderle a un ex jefe militar, advertir innecesariamente en tono de amenaza a quienes -supuestamente- "no les gusta" lo que se viene o abrir de un plumazo más frentes que los heredados de la gestión Duhalde? Sólo el cúmulo de adrenalina, la convicción, el empuje, las ganas de cambiar una Argentina que no gusta y, ciertamente, una cierta dosis de ingenuidad política podrían ser los motores de los sobreactuados movimientos en los primeros siete días de gobierno.

A punto tal de haber influido en hombres inmutables como Roberto Lavagna. Un funcionario que, de seguir como hasta ahora, en menos de un mes habrá duplicado las apariciones que hizo durante su anterior gestión, signada por maniobras precisas y el bajo perfil.

Seguramente, con el correr de los días, Kirchner comprenderá que fue ungido para gobernar por cuatro años y siete meses a la Argentina, que su función no es abordar un avión para rubricar cuanto conflicto aparece y que existen, debajo de él, ministros y secretarios con el rol de "proteger" al flamante presidente.

Con exceso de celo puso su firma rápidamente sobre un decreto tan dentro de sus facultades como polémico y, tal vez, innecesariamente ágil. Con él, descabezó la cúpula de las Fuerzas Armadas, hizo olas en lo que era un estanque manso y abrió un potencial foco de conflicto, a menos de 48 horas de recibir la banda y el bastón.

La purga castrense, hecha en la forma que se hizo, despertó sorpresa no sólo en el ámbito castrense y político, sino también en varios agregados militares extranjeros que debieron recurrir a un rosario de explicaciones, a la hora de justificar ante sus respectivos jefes su "falta de previsión".

Nadie niega al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas su facultad de realizar los cambios que cree convenientes en el terreno militar. Sin embargo, sí vale preguntarse sobre la urgencia u oportunidad de esos cambios.

Cabe recordar que "Lula", en Brasil, no dudó en poner en marcha, desde su primer minuto de gobierno, el plan "hambre cero" para garantizarle a los brasileños, al menos dos comidas. Ni reparó en los militares en sus primeras horas de gobierno.

Es deseable que la ansiedad no confunda al nuevo presidente. Que su vocación de mostrarse fuerte no lo coloque en situaciones de riesgo y que, lejos de aislarse para ponerle rumbo al barco, abra un generoso juego y un productivo diálogo del que surjan indelebles políticas de Estado.

El presidente reforzó conceptos de su discurso ante la Asamblea, reiteró que "otro país se viene", abrió la mano hacia las Pymes y los maestros para cerrar el conflicto en Entre Ríos, dio muestras de querer encarnar un gobierno federal e hizo pasar por su escritorio todas aquellas carpetas de temas que, de ninguna manera, va a delegar.

Varios de sus colaboradores, en tanto, dieron señales de que la renovación de los miembros de la Corte es un objetivo de Kirchner. Y, no ocultaron esa determinación.

Varios ministros y secretarios de Estado hablaron -¿con imprudencia?- del tema. Y volvieron a agitar las aguas de una Corte que debe ser oxigenada, pero respetando el único mecanismo de recambio posible: el juicio político.

Inesperadamente, en tanto, pequeñas "internas" parecen despuntar ya en el seno del gobierno. Lavagna y Julio De Vido comenzaron a contarse las costillas y a marcar terreno. Kirchner quiere a su lado a Lavagna porque sabe que le da previsibilidad a su gestión. Pero también quiere que De Vido maneje temas que hasta ahora habían estado reservados a Economía. A esa incipiente carrera por sumar poder, se le agregó un condimento impensado: Alfonso Prat Gay, quien -¿ingenuamente?- abrió la boca justo en uno de los peores momentos. "Es un disparate" la vocación de Kirchner de tener el dólar a tres pesos, disparó suelto de lengua. Después pidió perdón, pero parece no haber alcanzado. El nombre Prat Gay ahora irrita a los hombres del gobierno, tanto o más de lo que, en alguna oportunidad, las intervenciones del joven irritaron a Lavagna.

"Hay tres actores definiendo la política económica en la Argentina: el FMI, el Ministerio de Economía y el BCRA", dijo para acrecentar la furia del Ejecutivo.

Lejos de las peleas internas, pero cerca de los focos de conflicto, el gobierno también dio señales a las privatizadas a través del ministro De Vido. "No aumentarán las tarifas en el corto plazo. El Estado primero tiene que velar por la seguridad jurídica de los usuarios", les mandó como mensaje. Y, como si fuera poco, junto a Lavagna anunció que no se renovarán automáticamente los contratos con las empresas de peaje que habían pedido una prórroga, sino que se llamará a una nueva licitación. Algo parecido pasará con los trenes.

Mucha polvareda en pocos días. Muchos frentes abiertos en pocas jornadas para un gobierno ya presionado por la herencia de la crisis económico social y las prematuras advertencias del FMI, a quien Lavagna pidió "comprensión".

"Y... estamos a la expectativa. Diría que aguardamos los acontecimientos con un poquitito de inquietud", confesó un extranjero a esta agencia, al hacer un primer balance de la semana de gobierno.

La impresión de estar expectante fue abonada por otro funcionario europeo que se animó a ir más allá: "Da la sensación de ser un gobierno un tanto vehemente", avanzó para marcar su "recaudos".

Claro que esas palabras, pueden estar influenciadas por la firme decisión de Kirchner de fortalecer el Mercosur, eliminar los "alineamientos automáticos" que signaron parte de la política exterior argentina en los últimos años, o bien por el simple hecho de la presencia de Fidel en La Rosada.

Precisamente, con los ojos puestos en el Mercosur, el canciller Bielsa ya cerró el primer viaje del mandatario al exterior y será para entrevistarse con "Lula", en Brasil. A ver a George W. Bush irá dentro de los próximos 90 días, aunque no necesariamente como segunda salida.

Más allá de las percepciones locales o internacionales, el presidente parece tener claro el rumbo. Pero, para llegar a buen puerto, siempre es necesario elegir el camino correcto.