Cultura: CULT-02 La sensación del riesgo
Por Pablo Montanaro


En el marco de nuestra Feria del Libro, se presentará "La palabra en acción. Biografía de un poeta militante", de Pablo Montanaro, publicado por Ediciones Homo Sapiens, el 28 a las 18.30, con la participación del autor, de Jorge Conti y Rubén Rodríguez.

"Los compromisos con las palabras llevan o son las mismas cosas que los compromisos con las gentes, depende de la sinceridad con que se encaren tanto una actividad como la otra". De este modo ejerció Francisco Reynaldo Urondo sus roles de escritor y militante. Porque para él no había diferencias entre la poesía y la política, ambas compartían el mismo terreno y daban cuenta de la realidad.

Nacido el 10 de enero de 1930 en Santa Fe, vinculado en su juventud con el Retablillo de Maese Pedro, pequeño teatro de títeres fundado por Fernando Birri, a mediados de los años '50 Urondo toma contacto con el ambiente literario, cuando conoce a los poetas que integran la revista Poesía Buenos Aires, dirigida por Raúl Gustavo Aguirre, acompañado por Rodolfo Alonso, Osmar Bondoni, Mario Trejo, Edgar Bayley, entre otros.

Ese "silbido" lejano que escuchaba siendo muy joven, con el tiempo comienza a transformarse en su propia poesía que aparecerá en forma de libros: La Perichole (1953), en el que recrea las andanzas de Micaela Villegas, amante del virrey peruano en el siglo XVIII; Historia antigua (1956), cuya prosa exhala cierto aire proveniente del surrealismo, y Breves (1959), donde concentra al máximo los versos, algunos hasta de una palabra.

Radicado en Buenos Aires a comienzos de los 60, Urondo desarrolla una vertiginosa y notable producción que abarca diversos géneros -poesía, cuento, teatro, periodismo, guión cinematográfico- con resultados dispares.

Lugares (1961), Nombres (1963) y Adolecer (1968) son los libros de poemas en los que deja de lado la estética de Poesía Buenos Aires para alcanzar un lenguaje despojado de toda retórica, con versos más extensos y temáticas donde aparece la ciudad, el amor, la política, el mundo. En tanto su narrativa no alcanzará la solidez que transmite su poesía.

Desde chico vivió de cerca los acontecimientos políticos del país. Un hecho lo marcará para siempre. Su padre, el ingeniero Francisco Enrique Urondo, uno de los fundadores de la Facultad de Química de la Universidad Nacional del Litoral, es dejado cesante de ésta durante la primera presidencia de Perón. "En el clima de la adolescencia, aquel hecho fue significativo: tuve una real sensación de riesgo, sensación que en este país no he logrado perder", afirma años después. Pero será la Revolución Cubana lo que represente en Urondo, y en tantos otros intelectuales latinoamericanos, la posibilidad de un mundo mejor, más justo.

Con la firme convicción de ejercer una literatura que mostrara la realidad, no resultaba difícil predecir que el futuro compromiso de Urondo estaría enmarcado en la acción. Perseguía dos objetivos: vivir "en el corazón de una palabra" y ser testigo de la revolución, "ese salto temido y acariciado".

Paralelamente a la aparición del libro de poemas, Son memorias (1970), Urondo ingresa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que luego se fusiona con Montoneros. Es cuando decide dejar de escribir ficción para elaborar libros testimoniales, porque la realidad le parece tan dinámica que la prefiere a toda ficción. Reafirma esta apuesta con La patria fusilada, que reproduce la conversación mantenida en la cárcel de Villa Devoto -donde estuvo preso de febrero a mayo de 1973- con los tres únicos sobrevivientes de la masacre de Trelew.

Las urgencias y otros asuntos de la militancia, incluido un tiempo de vida clandestina, no lo alejaron de su pasión por esa "especie de fatalidad" que es la poesía para Urondo. Reúne sus escritos en Todos los poemas (1972) e incluye el mencionado Son memorias y un libro inédito titulado Poemas póstumos, que suena paradójico, mejor dicho, real para alguien que convive con la muerte, aunque no deja de afirmar sin vanidad que la vida es lo mejor que conoce.

Liberado de la cárcel, se desempeña fugazmente como director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, y posteriormente con Miguel Bonasso, Rodolfo Walsh y Juan Gelman funda el diario Noticias, siendo responsable político y secretario de Redacción del mismo.

Dos meses después de producido el golpe militar de 1976, la conducción de Montoneros destina a Urondo a la provincia de Mendoza. El 17 de junio, al salir de una reunión con su mujer, la hija de ambos de menos de un año de edad y otra militante, es emboscado por fuerzas militares. Resiste con las armas en las manos hasta que, acorralado, ingiere una pastilla de cianuro para no ser atrapado con vida por el enemigo. "Dejo todo lo que tengo, es decir, / nada más que el porvenir que / no viviré; dejo la marca / de ese porvenir", versos del poema "Sonrisas", que bien pueden leerse como testamento.