Opinión: OPIN-02 Wesley Clark, el posible candidato demócrata en EE.UU.
Por Rogelio Alaniz


Se llama Wesley Clark, tiene 58 años y se propone ser el futuro presidente de los Estados Unidos. Hay que decir, además que es militar egresado de la academia de West Point y que su última misión militar la desempeñó como jefe de la OTAN y responsable de los operativos militares contra el régimen de Milosevic.

Formal y atildado, se corta el pelo cada quince días y practica natación diariamente. Su perfil encaja perfectamente en el imaginario del norteamericano medio que exige que sus candidatos no se pasen de listos ni se salgan demasiado del rol que les han asignado.

Hace una semana Clark decidió proclamarse precandidato a la presidencia de Estados Unidos por el partido Demócrata. Es de Arkansas y, como no podía ser de otra manera, cuenta con el asesoramiento intelectual de Clinton, su esposa y el propio Al Gore. Apenas se enteraron de su existencia y de sus pretensiones, los periodistas norteamericanos enseguida quisieron compararlo con Ike Eisenhawer, el héroe de la Segunda Guerra Mundial y el presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961.

Demás está decir que las diferencias con Ike son muy visibles. En primer lugar, no es lo mismo haber sido el jefe del desembarco a Normandía que el jefe de los bombardeos contra Kosovo. La segunda diferencia es estrictamente partidaria: Ike era republicano y Wesley es demócrata o, para ser más preciso, es un militar independiente que cuenta con el apoyo de los demócratas.

Los antecedentes militares de Clark no serán los de Patton o Mc Arthur, pero uno de los argumentos más fuertes que los demócratas juegan a su favor es que en el caso de Kosovo, el general Clark contó con el apoyo de toda la comunidad internacional, un dato que el presidente George W. Bush no tuvo en cuenta o despreció olímpicamente.

Pero también los antecedentes militares de Clark son importantes. A diferencia de Bush, el flamante candidato demócrata combatió en Vietnam, algo que a todo norteamericano de ley le gusta. Pero no hay que olvidar que también se desempeñó como asesor de la Academia Militar de Panamá. Como se recordará, esta academia se encargó durante años de capacitar a militares yanquis y latinoamericanos para desestabilizar gobiernos sospechados de comunistas. También en Panamá se enseñaron todos los horrores de la llamada guerra sucia. En esa cátedra señera Clark fue un buen profesor, un docente que John Wayne hubiera considerado un buen amigo.

También en su contra juega que durante la campaña militar contra Yugoeslavia hubo muchas denuncias de atropellos y crímenes que en la actualidad nadie los investiga. Hay que recordar, al respecto, que las bombas de la OTAN cayeron sobre la embajada china, el principal canal de televisión de Yugoeslavia y sobre un tren que trasladaba refugiados albaneses.

Antes de decidirse a ser candidato Clark no sólo apoyó la política exterior de Bush, sino que declaró que también hubiera votado a favor de la guerra contra Irak. Ahora sus posiciones han cambiado por razones fáciles de imaginar y el halcón de hace un mes ha derivado en una perfumada paloma que se horroriza por la guerra contra Saddam Hussein y manifiesta su congoja por la muerte de los soldados norteamericanos en Irak.

Las observaciones hay que tenerlas presentes para saber con quién se está tratando y para hacerse cargo de que el candidato alternativo no es demasiado diferente a Bush. ¿Esto quiere decir que son la misma cosa? Nunca en política se puede cometer el pecado de la simplificación y mucho menos cuando el escenario se llama Estados Unidos. Clark es diferente a Bush del mismo modo que -por ejemplo- Duhalde es distinto a Menem. Sus diferencias se expresan a través de matices y funciona en un contexto de acuerdos políticos básicos.

Se sabe que los demócratas tienen una tendencia a favor de las soluciones pacíficas y, en general, defienden políticas económicas de orientación keynesiana. Pero eso no quiere decir que los demócratas, y sobre todo su élite política sea de izquierda o progresista.

Los antecedentes de Clark son los de un militar que en lo fundamental siempre ha estado de acuerdo con el establishment. Hoy, Clark discrepa con la estrategia de la guerra preventiva elaborada por los halcones republicanos, y en general no está de acuerdo con las consecuencias sociales internas que provoca una guerra que progresivamente está siendo cuestionada por la opinión pública norteamericana, aunque nadie vaya a creer que eso significa que los yanquis se transformaron en pacifistas de la noche a la mañana.

Por ahora ha prometido realizar una "campaña política digna de los tiempos históricos que vivimos" y ha dicho que es necesario recuperar el respeto de Estados Unidos en el mundo. Básicamente entiende que fue un error haber ido a la guerra confrontando con las Naciones Unidas y que estas decisiones unilaterales violentan un equilibrio de fuerzas que el propio Estados Unidos se encargó de fabricar. Clark piensa lo mismo que Bush con relación a la lucha contra el terrorismo internacional, pero su estrategia apunta a capitalizar los votos de quienes consideran que el país se enredó en una guerra en la que supo cómo ingresar pero no sabe cómo irse.

Por ahora su campaña electoral le está dando muy buenos resultados. Por primera vez en muchos meses la popularidad de Clark es superior a la de Bush, pero bueno es advertir que la campaña recién empieza y que Clark si quiere ser presidente de su país deberá ganar, en primera instancia, las primarias de su partido. Sólo después de haber resuelto ese "trámite", estará en condiciones de competir con Bush.