Opinión: OPIN-02 Y ahora viene la batalla por el control de la CGT
Por Hugo E. Grimaldi (DyN)


De a una, el gobierno de Néstor Kirchner va descubriendo sus cartas, todas afines al criterio de transversalidad que tanto le gusta al presidente. Un criterio que incluye una regla de oro de su andamiaje político: él es quien elige y cobija a sus amigos, pero también quien separa del camino a sus adversarios.

Así procedió con los apoyos políticos dentro del PJ, también para contener a los piqueteros hasta el desborde de la semana pasada, lo sigue haciendo implacablemente con la Corte y ahora repite la fórmula con las empresas privatizadas.

Sin embargo, y a juzgar por los escarceos de los últimos días, en poco tiempo más le tocará afrontar una de las paradas más bravas en su estrategia de construcción de poder: la relación con el sindicalismo.

El grave episodio entre los mercantiles de Armando Cavallieri y los camioneros de Hugo Moyano por quedarse con la afiliación de los estibadores de Carrefour -y los de los demás supermercados y sectores afines- estuvo plagado de guiños, señales y códigos, donde el gobierno también jugó su partido.

Ésta fue la punta de lanza de una situación que está tomando una dinámica propia, más aún desde que el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, sugirió a los caciques gremiales que "no se dejen ganar la calle por los piqueteros".

El fondo de la cuestión es quién manejará la CGT y la relación oficial con el gobierno. No le será nada fácil a Néstor Kirchner roer ese tan duro hueso, no sólo por la gran capacidad de daño que tiene el sector sindical, ante una economía que está todavía muy débil para afrontar un conflicto de proporciones, sino también por las presiones empresarias para que no se desate.

Algo que pasó ciertamente inadvertido, pero que en el lenguaje de los gremios quiere decir mucho, es que Cavallieri y su gente se plantaron el jueves pasado en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, y no ante la cartera sindical.

Es público y notorio que el presidente invitó a almorzar a Hugo Moyano a Olivos y que sumó a Víctor De Gennaro al viaje con Lula a Calafate. En cambio, a los "gordos" no los recibió nunca. Lo cierto es que Cavallieri, después de no haberle disputado al gremio portuario 5.000 trabajadores que amagó reclamar para sí, fue a forzar ese encuentro y Kirchner se desentendió y mandó a conversar con él al titular de Trabajo.

Está claro que el gobierno busca un referente en el sector gremial que le resulte funcional y esta esgrima es la que hizo encrespar las aguas sindicales. Cavallieri está del lado de los réprobos y Moyano no sólo habla telefónicamente con el presidente, sino que también tiene aceitados canales con el ministro De Vido.

Precisamente, Julio De Vido tuvo que comandar durante la semana pasada la difícil negociación con las eléctricas y pareció encauzar las cosas hacia aspectos concretos, después de bochornosas declaraciones cruzadas de por lo menos cuatro ministros y media docena de altos funcionarios de las empresas, quienes pretendieron dirimir sus diferencias por los medios y se olvidaron de la discusión técnica.

En esta materia, los actores del mercado eléctrico dicen sentirse "discriminados" ya que, debido al congelamiento de tarifas, aseguran que están brindando un subsidio al resto de la economía que calculan en U$S 3 mil millones al año.

El Estado replica que no es posible que quieran usar el dinero que provendrá del ajuste tarifario para invertir, ya que lo estarían haciendo a costa de los consumidores y no saldría de su propio riesgo. Y las empresas de energía contraatacan y dicen que los funcionarios parecen olvidar que en todas las facturas de luz, inclusive la pagada por el cliente más pobre de la Argentina, la carga impositiva representa 50% del monto, en más de 20 impuestos municipales, provinciales y nacionales.

Lo concreto es que, pese a los argumentos, y después de una gran hojarasca declamativa para instalar ante la opinión pública la culpabilidad de las eléctricas ante la eventualidad de un apagón veraniego y la reaparición del cacerolazo ante un corte mínimo el jueves pasado, el gobierno dejó en claro que quienes pueden ir a la Casa Rosada a sacarse fotos con el presidente son las empresas que invierten, tal como ya ocurrió con las telefónicas. Para cerrar el círculo, y como el jamón del sandwich, el ministro de Economía, Roberto Lavagna (quien en su momento había sido propuesto como candidato a presidente por la CGT de Daer y Cavallieri), en México, frente a sus pares del Grupo de los 20, estuvo pidiendo apoyo político para encarar la reestructuración de la deuda. Y no es casual que en la oportunidad se haya reunido con Francis Mer, el ministro de Finanzas francés, un buen amigo de la Argentina, propulsor del acuerdo con el Fondo Monetario.

En un episodio de hace unos tres meses que mereció las disculpas del ofensor, Mer había sido casi vetado en su visita a la Argentina por Julio De Vido, cuando anticipó que venía a abogar por las empresas francesas -una de ellas, Electricite de France, dueña de Edenor- con intereses en la Argentina.

Seguramente, en la reunión con Lavagna, Mer volvió a hablar del tema y agregó el caso Carrefour a la lista de preocupaciones galas.

Con este dato extra, habrá que ver ahora si el gobierno decide laudar a favor de Hugo Moyano o si prefiere patear la pelota afuera, pasar las actuaciones a la Justicia laboral y dejar la ofensiva contra la CGT de los "gordos" para una mejor oportunidad.