Sobre la cuestión estilística

Estanzuela de Echagüe. Edificada hacia el siglo XVIII; sencillo ejemplo de nuestro pasado colonial que aún perdura como testimonio de la "arquitectura rural" del litoral. FOTO ARCHIVO EL LITORAL.. 

Posiciones teóricas y no poca ideología han servido de base a los juicios valorativos sobre el patrimonio cultural.

La arquitectura colonial santafesina de tradición maderera o litoral fue en muchos textos calificada como "barroca", por comprenderse se encuadraba en las preceptivas formales de esta corriente artística con tanto predominio en los territorios de la colonia española en tiempos de la conquista.

Sin embargo, estudios realizados a propósito de la reivindicación de las "expresiones empíricas" -existentes tanto en Argentina como en el resto de Latinoamérica- plantean diferentes ópticas y discuten otras lógicas al momento de valorar estas producciones tan ricas desde el punto de vista del sincretismo cultural.

Se acepta que en el arte en general y la arquitectura en particular, aparece un permanente juego de influencias recíprocas, de intercambios simultáneos y múltiples, una suerte de proceso de refracción y no de reflejo. Así, una forma no necesariamente depende de otra "que se le parece" o que ha sido torpemente imitada, sino que en todo caso fue "adaptada" para una mejor asimilación y provecho sociocultural.

Cuando se afirma que el arte colonial es "sistémico", se está defendiendo justamente este carácter de modelo que se perfecciona en el tiempo, como un dispositivo de aproximaciones planificadas que habrá de eclosionar -al final del proceso- en un modelo más "acabado". Donde hubo escuelas, maestros, discípulos y cierta continuidad en el adoctrinamiento estético (México, Quito, Lima, Cuzco, etc.), se puede apreciar esta secuencia y dosificación del "ideal europeo" que da paso al "ideal americano". Secuencia que queda magníficamente comprendida en las obras y diagramas didácticos que exhibe el Museo de Arte Colonial de Cuzco, casa donde naciera el autor de los "Comentarios Reales", el Inca Gracilazo de la Vega.

Los modelos del patrimonio santafesino

Cuando la arquitectura, la imaginería, la pintura o la escultura realizados en el período hispánico respondió a modelos transculturizados -barrocos o neoclásicos- es porque tales formalizaciones adhirieron a la preceptiva estética canonizada en el gusto de los conquistadores, pero ése no es el caso de los ejemplos santafesinos.

Las iglesias jesuíticas o franciscanas no responden exactamente a modelos de extracción europea. Al contrario, en general representan un arte muy mal calificado en nuestra joven historia del arte y por tal incorrectamente llamado criollo, mestizo, hispano-criollo o popular. El arte y la arquitectura que preferimos llamar de "tradición empírica", que en lo regional se definió como litoral o maderero, adscribe de modo original a una nueva síntesis. Síntesis que partiendo del gusto peninsular se adaptó y recreó luego de aceptarse condiciones reales u objetivas geográfico-culturales del sitio.

En una doble articulación las obras empíricas tensan los extremos opuestos en juego; ya que al no poder considerarlas un arte del pueblo porque no es un producto auténticamente original de estas tierras, tampoco son la expresión individualista de un artista o un arquitecto que "a la europea" concibe la obra siguiendo sus criterios personales o adhiriendo a los catálogos del arte o la arquitectura académica.

Así el conflicto entre las dos culturas se materializa en un arte nuevo; original y propio, que exige ser estudiado en el marco de un contexto disciplinar alternativo. Marco que proveyendo renovados horizontes teóricos pueda describir y justificar estas importantes piezas de nuestro patrimonio, como "la creación de unos y la propiedad de muchos", tratando justamente de explorar con este procedimiento las causas extra-artísticas o extra-arquitectónicas que son las verdaderas causas de su existencia material.

Si el arte profesional exige una "predeterminación ontológica" que se nutre de su propia interrogación disciplinar, el arte de extracción empírica no puede hacerlo del mismo modo; por el contrario, necesita ser explicado desde la propia experiencia, desde el conocimiento de su misma realidad.

Es allí donde residen las claves de estos patrimonios santafesinos. En la apelación a lo necesario, utilizando simplicidad y elocuencia, consustanciándose tanto con la escasez como con la abundancia; particularmente alejados de posturas abstractas y siempre orientados a dar soluciones prácticas. Son éstos los principales valores de un arte y una arquitectura hechos para satisfacer las urgentes necesidades de la sociedad, pero al mismo tiempo poder cautivar a los indígenas o predicar emotivamente las verdades de la Fe.

Subsecretaría de Patrimonio de la Municipalidad de Santa Fe - Diario El Litoral