Infecciones: buen uso de los antibióticos
Un análisis de sangre de rápidos resultados, permite determinar si una infección es causada por un virus o una bacteria. Con esto se limita el uso indebido de antibióticos y se evitan consecuencias no deseadas.

La guerra declarada al mal uso de los antibióticos cuenta con un nuevo aliado: un análisis de sangre rápido que es capaz de distinguir si detrás, por ejemplo, de una neumonía o una bronquitis, se esconde un virus o una bacteria.

Las infecciones del tracto respiratorio inferior son las responsables del 10% de la mortalidad que se produce en todo el mundo y un 75% de todas las dosis de antimicrobianos que se prescriben es en contra de ellas, pese a que en la mayoría de las ocasiones el origen de estas patologías es vírico.

Esta utilización inadecuada de los antibióticos (tanto por el mal uso como por el abuso de los mismos) ha sido y es la principal causa de la expansión de las resistencias bacterianas a estos fármacos, un hecho que se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública de los países desarrollados.

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Ahora, y gracias al trabajo que ha dirigido Beat Muller, de la Universidad de Basilea en Suiza, es posible reducir el consumo de antimicrobianos innecesarios. De hecho, en la nueva investigación, en la que participaron finalmente 243 pacientes que acudieron a urgencias y en los que se sospechó la existencia una infección respiratoria, se ha podido constatar que una prueba que mide un marcador químico que está en la sangre, y cuyos niveles se elevan cuando la infección está causada por una bacteria -y no un virus-, ayuda a decidir si se deben prescribir antibióticos o no.

El test, cuyos resultados se obtienen en una hora, consiste en averiguar las concentraciones de procalcitonina. Cuando dichos valores son de 0,1 mg/L o menores se considera que no existe infección bacteriana. En el trabajo, los participantes fueron divididos en dos grupos. Mientras que el primero de ellos recibió el tratamiento normal -lo que incluye examen físico, medición de la temperatura, pruebas de rayos X, entre otras-, el otro fue sometido a este tipo de chequeo pero, además, se les midieron los niveles de procalcitonina. Antes de obtener los datos del marcador, los médicos prescribieron un número similar de fármacos en ambos grupos.

Sin embargo, a la hora, y con los resultados en la mano, el número de pacientes al que se le recomendó estos fármacos se redujo a la mitad. "Cuando las medidas obtenidas de procalcitonina son de entre 0.25 y 0,5 mg/L, indica que es posible que la patología se deba a una bacteria y avisamos a los médicos para que recomendaran o no la terapia antimicrobiana", aclaran los autores del trabajo.

Así, un total de 99 pacientes del grupo que siguió las pruebas convencionales tomó antibióticos, en comparación con los 55 que se hicieron la prueba sanguínea.

En el estudio se recalca que, pese a que no se prescribieron antibióticos en todos los enfermos, "no hubo diferencias entre los que sí tomaron y los que no a la hora de recuperarse. De hecho, el 97% de los participantes superó adecuadamente el trastorno".

Conclusiones

Otros datos que se desprenden de la investigación son los que apuntan que del 80% de los enfermos a los que finalmente se les diagnosticó una infección de origen vírico, un 36% tenía neumonía, un 25% un episodio de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc) y un 24% bronquitis.

Por el contrario, entre los afectados por Epoc, un 60% de las pruebas de esputo reveló una infección de tipo bacteriano, pero las concentraciones del marcador eran bien altas o bajas, según cada paciente.

Los firmantes de la investigación decidieron no dar antibióticos cuando la procalcitonina fue baja, "porque estos enfermos están colonizados por una bacteria, pero ésta no es la responsable de la infección".

En propias palabras de los autores, la trascendencia de este estudio reside en que "desde el punto de vista del abuso de la terapia antimicrobiana que casi siempre se limita a las infecciones del tracto respiratorio, nuestros resultados tienen importantes implicaciones clínicas y económicas".

Patricia Matey