Las elecciones en Uruguay

Es probable que el resultado de las elecciones que se celebrarán el 31 de octubre en Uruguay se decida en la Argentina. Según cifras confiables, unos 250.000 uruguayos viven en nuestro país, lo que vendría a representar algo así como el diez por ciento del padrón, un porcentaje que en una elección reñida alcanza y sobra para ganar.

Si las encuestas no mienten, el más votado será Tabaré Vázquez, el candidato del Frente Amplio. Pero no es eso lo que se discute en Uruguay -ya que todos, incluso blancos y colorados, dan por sentado que Tabaré será el candidato más votado- lo que se discute es si hay o no segunda vuelta o, para decirlo de otra manera, si el Frente Amplio obtiene en la primera vuelta más del cincuenta por ciento de los votos.

Por lo pronto, hoy Tabaré está en Buenos Aires haciendo campaña, ya que se presume que un alto porcentaje de los uruguayos que viven en Buenos Aires y en el litoral correspondería a votos del Frente Amplio. Actos callejeros en pleno centro, manifestaciones públicas, reuniones con funcionarios del gobierno argentino y hasta un almuerzo con Mirtha Legrand, son algunas de las actividades que constituyen la agenda del candidato opositor.

Kirchner, por su parte, no ha disimulado sus simpatías por Tabaré. Y su modesta contribución a la causa consistirá en permitirle a los uruguayos que viajen a su país otorgándole dos días de asueto a quienes trabajen en la administración pública. A Kirchner no se el escapa que si Tabaré gana, el círculo virtuoso en la cuenca del Río de la Plata se cierra favorablemente y se crean excelentes condiciones para avanzar en la constitución del Mercosur.

El gobierno argentino se ha distinguido en los dos últimos años por sus diferencias con la gestión de Batlle, diferencias que en algunos casos se han manifestado de una manera inusualmente agresiva. A las declaraciones del presidente colorado sobre la supuesta inmoralidad de los argentinos, se sumaron luego las diferencias existentes respecto de los desaparecidos en una y otra orilla.

En las elecciones de 1999, Tabaré ganó en la primera vuelta, pero perdió en la segunda. Para que esto fuera posible debieron aliarse los blancos y los colorados, algo absolutamente impensable diez años atrás. El acuerdo de los dos partidos tradicionales les permitió derrotar al Frente Amplio, pero daría la impresión de que ésa fue la última carta que se jugó para impedir que esta corriente de centro izquierda rompa el bipartidismo histórico y llegue al poder.

Hoy ya se descuenta que si Tabaré no llega a la mitad más uno los votos, los blancos y colorados volverán a cerrar filas, esta vez detrás de Jorge Larrañaga, el flamante y renovado candidato blanco. Sin embargo, parecería que esta vez a los partidos tradicionales todo se le va a hacer mucho más difícil. Para un importante sector del electorado independiente, la alianza tradicional ya es vista como un acuerdo defensivo para impedir la llegada de lo nuevo. Todo esto se podría justificar si, a cambio, Batlle hubiera realizado una gestión aceptable, pero existe una abrumadora mayoría, incluido los blancos y los colorados, que admiten que por un motivo u otro el gobierno de Batlle ha sido deplorable.

En ese contexto, a nadie le debe llamar la atención que Tabaré sea el favorito de las encuestas y que algunos de sus seguidores ya estén festejando por adelantado. Recordemos que el Frente Amplio ya tiene más de treinta años de existencia y que a lo largo de todo este tiempo ha ido ganado en experiencia, extensión territorial y sensatez política. Es más, se considera que en el plano de la sensatez algunos dirigentes del Frente Amplio se han pasado -como quien dice- de rosca, ya que sus posturas en más de un caso pueden muy bien confundirse con la de los caudillos de los partidos tradicionales.

Lo cierto es que Uruguay en los últimos años se ha ido emprobreciendo y lo único que ha crecido han sido las injusticias. Desde que nació como país independiente, Uruguay fue gobernado por colorados y blancos, por lo que no es arbitrario postular que lo que hoy pasa en el "paisito" es responsabilidad de ellos y por lo tanto, a la horas de rendir cuentas, las excusas son cada vez más débiles.

Hasta hace unos años, el fantasma del comunismo y el macartismo, en sus versiones más primarias, fue uno de los grandes caballitos de batalla de la derecha blanca y colorada. Hoy, ese argumento se ha reducido a su mínima expresión porque cada vez son menos los que se creen semejante embuste y, por otro lado, porque los principales dirigentes del Frente Amplio han dado muestras de que pueden ser muy progresistas y estar muy preocupados por la solidaridad, pero de comunistas en la versión leninista o revolucionaria, no tienen absolutamente nada.

En ese sentido, ya sería importante ir sabiendo que si el Frente Amplio llegara a ganar no se van a producir cambios extraordinarios y mucho menos algo que tenga que ver con la mítica revolución social. Atendiendo a las declaraciones de Tabaré y las posturas sostenidas por Astori, el futuro ministro de Economía, el rumbo político del flamante gobierno sería muy parecido al de Lula en Brasil.

El único candidato que tiene alguna posibilidad de hacerle sombra a Tabaré en estos comicios es Jorge Larrañaga, el presidenciable del Partido Blanco. Stirling, el candidato colorado, no tiene ninguna chance, y esto más que hablar mal de él habla mal de Jorge Batlle quien, además de realizar una gestión plagada de errores, no se privó de lanzar exabruptos a los cuatro vientos, lo cual lo ha transformado en uno de los dirigentes más desprestigiados de la historia uruguaya y por lejos, el más inútil de los Batlle, un apellido que le dio a Uruguay varios presidentes, uno de los cuales, José, fue de hecho el fundador del Uruguay moderno, liberal y democrático.

Larrañaga se presenta como un candidato renovador alejado de las prácticas repudiables de los partidos tradicionales. Las encuestas por lo pronto lo dan muy lejos de Tabaré, pero sacándole una gran ventaja a Stirling. Digamos que si hay segunda vuelta en noviembre, el duelo será entre blancos y frente amplistas.

Alguien recordará que los blancos no pueden alegar inocencia con lo sucedido con Batlle porque ellos cogobernaron. Esto es así, pero algunos de los blancos se retiraron a tiempo. Además, Larrañaga seguramente apostará a la mala memoria de la gente, es decir, a que el voto blanco de origen rural no se acuerde de que sus dirigentes fueron responsables del desastre. Al respecto, es bueno saber que las elecciones a veces se ganan con memoria, pero en más de un caso se han ganado con amnesia.

Rogelio [email protected]