Pellegrini, Frondizi... ¿Kirchner?

No es fácil incursionar en momentos históricos y en personajes y protagonistas de tal historia, que como todos saben -y aceptan- tuvo réprobos y elegidos en la enseñanza argentina.

Nadie por ejemplo se anima a censurar a Rivadavia -cuyo nombre tiene la avenida más larga de Buenos Aires-, ni a Mitre -que fue factor en la destrucción del industrializado Paraguay del mariscal López, con sus altos hornos y su ferrocarril- y ni siquiera a Lavalle -la espada sin cabeza, que con el fusilamiento de Dorrego aniquiló el proyecto nacional. Son "próceres" y como tal debimos tratarlos.

Pero últimamente, Pacho OïDonnel, Felipe Pigna, Marcelo Lazcano -entre otros- se animaron y comienzan a desmitificar hechos y personajes.

En esa tónica, nos permitimos señalar, con la modestia de un iniciado, que de haber logrado persistir Carlos Pellegrini en su política de industrialización del país -como él mismo lo decía- nuestra Nación pudo haber logrado la solidez de los Estados Unidos.

Pero, claro, cómo hablar de Carlos Pellegrini, si cuando uno lo introduce en la conversación local, le preguntan: ¿el del bulevar?

Sin embargo, reitero, la acción de Pellegrini, desde los diversos cargos que ocupó, en medio de la tormenta liberal que se quedó con el país, con la traición a flor de piel del estamento político -esto no es novedad- es tan extraordinaria como desconocida por lo menos para las generaciones que, historia de Groso mediante, creímos que estudiábamos historia. Hay, claro, otros elementos. La crisis del '80, del '90 y sucesoras, siempre estaban al final de los textos y, generalmente, no se estudiaban.

Pero lo cierto es que, como lo dice coloquialmente Gastón Pérez Izquierdo, en el libro maravilloso que se titulaba "La última carta de Pellegrini" editado por Sudamericana, pueden leerse frases significativas, como por ejemplo: "El proteccionismo no se impuso en la República" y con ironía clarividente, concluye: "Todavía puede confundirse un arado con una levita" referido a la importación de bienes superfluos, restringiendo a través de impuestos, los necesarios para la producción.

En la fantástica -no por extraña sino por lo profunda- literatura que se desarrolla en su libro ya agotado, se puede trasladar lo que ocurrió con lo que ocurre ahora y se puede -cambiando personajes- reproducir todo. La inutilidad del Congreso, la infiltración extranjera -especialmente de interés británico- a través de los personeros de nombre y apellido de linaje, y los vanos esfuerzos de los "nacionales" para sobreponerse a los llamados "democráticos", quienes no entendiendo que el proceso nacional es uno solo, pero que su base es el desarrollo integral del país y no los apetitos individuales.

En esta misma línea, aparece Perón al final y previo a su caída, con Gómez Morales ministro, quien intenta lo que luego Frondizi concreta, esto es los lineamientos de un plan de desarrollo que, con los contratos petroleros le permiten al país, por primera vez, sustentar su propia necesidad energética.

Quien ha tenido la oportunidad de compartir sucesos en la vida de Arturo Frondizi, el presidente argentino al que, ahora todos dicen, fue penoso que lo derrocaran, compartir sucesos públicos y privados, el más penoso fue la muerte de su hija -la luz de sus ojos- y el más agradable, su padrinazgo en un bautismo en esta ciudad, nos conmovemos cada vez que vemos que el tema en debate ya ha sido tratado y ya ha sido resuelto. Pero luego deshecho, por los enemigos no de Frondizi, sino del país.

Por ello, en la actualidad resulta sintomático que cuando el presidente Kirchner embiste contra los intereses financieros, que nos mutilaron, que nos castraron, porque vinieron al país sólo a cambiar la plata multiplicada por cien -o más- y ninguno vino a crear nada, todavía hay "especialistas" y periodistas que insistan con "primero pague".

Quienes recordamos -y conservamos- informes periodísticos de la época, supimos cuánta presión sufrió el gobierno desarrollista para que tuerza el rumbo creativo que mantuvo. Recordamos el lamentable papel de cierta jerarquía eclesiástica, que so pretexto de apoyo "a los trabajadores del riel" cuando el conflicto ferroviario que estalló en Tucumán servía a los intereses monopólicos que utilizaron el ferrocarril para continuar con la explotación económica de los argentinos.

Por ello, con la devoción y el respeto de un feligrés, uno se permite observar que el énfasis de la actual jerarquía eclesiástica en su preocupación "por los pobres", que cristianamente debemos compartir, resulta insuficiente, cuando se advierte que de tal categoría sólo se puede salir mediante la producción y el trabajo, por lo que resultará también eficiente que dicha preocupación se extienda a quienes puedan proporcionar tal trabajo, los empresarios grandes, medianos y chicos, que quedaron después de la política destructora de Menem -"ió soy el autor de esta política", decía compitiendo falsariamente con Cavallo.

Por ello es que la estrategia desarrollada por el gobierno kirchnerista es buena, pero insuficiente. No se trata de copiar lo realizado, pero es necesario un shock productivo, un impulso al productor, tentando a las grandes mundiales -no hay Pyme si no hay gran empresa- a través de ventajas impositivas. Sin olvidar que el salario es el mercado.

Carlos Héctor Parodi