"Es lógico que la lengua cambie"
El músico y ministro brasileño dice que el Congreso reivindicó la cultura como un fenómeno de mestizaje y mezcla de lo diverso.

Fue toda una rareza verlo entrazado en su traje elegantísimo gris a rayas, con el cabello desgreñado recogido y cayendo en decenas de tiras rasta, caminando por el empedrado reciente de una calle lateral del Teatro El Círculo. El más alto representante de Brasil en el Congreso es uno de sus mayores artistas contemporáneos. Más que la credencial que pendía de su solapa, por su aspecto la gente reconocía a Gilberto Gil, que se paró a conversar con afabilidad con todos los que se acercaron. Incluso con el movilero de CQC al que le devolvió con una sonrisa un chiste. "Hablás como un funcionario", lo chicaneó el notero. "Creo que hablo como una persona", repuso el músico.

En un ámbito rebosante de académicos y especialistas, fue imposible no realzar la frase del discurso inaugural de Gil al asumir el Ministerio de Cultura en Brasilia en enero de 2003. Entonces, remarcó un concepto que definía a la cultura como fluctuación y mezcla de lo diverso, como lo es el tropicalismo, el género musical que cultivó en su país con figuras como Caetano Veloso. "Cultura no es apenas, como dijo alguien, esa especie de ignorancia que distingue a los estudiosos", proclamaba. En esa intervención realzaba la multiplicidad de la cultura, su capacidad de combinar los símbolos de las distintas comunidades que conforman un pueblo. "Cultura es la suma de nuestros gestos, de nuestros actos, de nuestras distintas maneras", decía.

En el Congreso no hay discurso que deje de reivindicar la pluralidad y los diálogos entre las diversas lenguas. Pero, a la vez, se nota de parte de los especialistas, ni qué decir de los de la Real Academia española, una preocupación central por los buenos usos del habla y por la idea de preservar al idioma de giros que -como las palabras de procedencia inglesa que proliferan con el uso de Internet- aparecen por la dinámica de la comunicación entre los hablantes. Frente a esta preocupación, la de las mezclas, Gilberto Gil le dijo a El Litoral que no hay que preocuparse.

-Aquella frase suya, refiriéndose a la cultura como la ignorancia que distingue a los estudiosos, parece señalar a esa noción de cultura como erudición y no como comprensión de todo lo que hay de mezcla de las distintas expresiones de un pueblo.

-Sí, pero fíjese que hubo una constante en los discursos inaugurales del III Congreso de la Lengua, que reivindican el mestizaje como rasgo fundamental de las culturas, mismo las más viejas. Siempre el hombre está desplazándose de un lugar a otro con sus cosas, artefactos y mentefactos. Eso mezcla a todos. Yo veo que aquí hay una valoración de la cultura en los términos más cercanos a como yo la entiendo.

-Pero hay matices. Habrá escuchado que Carlos Fuentes habló del sentido reparador de la cultura y de la lengua. El dijo que en América Latina tenemos a menudo laureles en la cabeza pero los pies descalzos. ¿El Estado puede reparar esa desigualdad?

-El Estado es parte de un conjunto grande que forman la sociedad civil, las corporaciones y asociaciones intermedias, el mercado. El Estado es un actor que hace su parte. Las desigualdades no son resultados de defectos del Estado, sino de las aspiraciones, de la base y de los deseos de los individuos humanos. De allí que sea muy difícil que las desigualdades sean difíciles de atacar desde el punto de vista de la intervención del Estado. Pero el Estado sí debe incidir para modificar los comportamientos del hombre. (Corresponsalía Rosario).

Hernán Lazcano