Un dandy a la mexicana

A ver si nos entendemos de entrada: este Carlos Fuentes es uno -entre un puñado selecto- de los mejores escritores de nuestra lengua y, encima, uno que ejercía y ejerce voz de mando cuando opina, habitualmente con infalible "corrección política". A ver si nos entendemos: Carlos Fuentes es un dandy, un señor muy culto e inteligente que se codea con Saramago, García Márquez y que es testigo y protagonista del boom de la novela latinoamericana en adelante. Y si bien quizás no es uno de sus cultores más leídos o conocidos, no es menos lúcido que la mayoría de ellos. En lo personal, al contrario. Es decir: nos visitó un señor que pertenece a otro nivel y, literaria y literalmente a otro mundo, que paseó tanto su "mexicanidad" como su pancultura: un hombre de mundo, un señor que se educó en los mejores colegios de Estados Unidos, que vive la mitad del año en Inglaterra y que agasajó por un buen rato a los santafesinos con su fino humor, sus enormes dotes de orador, sus modales suaves pero determinados.

Impecablemente vestido para dar su charla en el Centro Cultural, nos presentaron ya arriba del escenario: un apretón de manos breve pero firme, para ir a recibir con naturalidad sus aplausos. Venía de ser igualmente ovacionado el día anterior en Rosario, donde deslumbró.

Soy un lector a la antigua: me gusta más lo que un escritor dice cuando escribe que cuando habla, aunque hay quienes entienden, con sus razones también, que todas las manifestaciones de un escritor, incluso las orales, son su literatura. Si así fuera, Carlos Fuentes puede estar tranquilo: habla tan bien como en sus textos.

En rigor de verdad, trajo a Santa Fe un texto escrito antes por él: leyó, no improvisó. Tuvo también la sapiencia de contar con humor exquisito anécdotas de su paso por la Argentina, sesenta años atrás. Leyó una historia que incluía los radioteatros de Evita actriz y su propia iniciación sexual, un texto que Fuentes retomó y retocó de un artículo publicado en La Nación de México, a propósito de "Santa Evita", de Tomás Eloy Martínez. Aquí, anoticiado de que sus anfitriones eran todos peronistas, adelgazó un poco el texto original (que puede leerse en www.literatura.org/TEMartinez/cricf.html), más crítico con Evita. Pero no me alarmé: se puede ser progresista sin dejar de ser cortés, se puede ser inteligente y buen escritor hasta para "refritar". También conocía su gusto y su indudable erudición sobre nuestro cine nacional, de lo que dio acabada muestra en su lectura.

Decía que Fuentes es un gran orador: imprimió un ritmo demoledor a sus primeras páginas, y nos acostumbró a su respiración y a su tonada apenas mexicana. Atrapó rápido a su auditorio y no lo soltó más, llevándolo y trayéndolo y haciéndolo sonreír -lo que no es fácil- y hasta reír a carcajadas -lo que es mucho más difícil- en algunos pasajes.

Luego debí trasladarle las preguntas del público santafesino, y allí volvió a seducir y a demostrar su inteligencia e información, su sensibilidad y su precisión idiomática: un escalpelo que selecciona y corta con elegante filo.

Quedaron muchas preguntas interesantes (algunas muy específicas, pero inteligentes) de la gente para trasladarle: es que en un momento y sin mediar anticipos, giró hacia mí y dijo, muy suave y amablemente pero sin dejar lugar a duda alguna: "Creo que está bien, ya, ¿verdad?". Así que me apresuré también yo a agradecerle su presencia y amabilidad y poner fin a dos horas de goce, mientras Fuentes recibía una reiterada ovación de todo el teatro.

Después firmó algunos libros, dijo algunas palabras más ante los medios de comunicación santafesinos, negó un reportaje que pretendía ser exclusivo a una funcionaria local, charló bastante con la gente que se acercó (con igual corrección y firmeza le dijo "no" a dos mujeres que llegaron tarde a buscar su autógrafo) y luego se fue, tragado por el protocolo y el cerrado círculo de funcionarios que lo esperaba para comer.

Néstor Fenoglio