El periodismo y el presidente

El presidente de la Nación, Néstor Kirchner, se ha referido a la tarea sensacionalista y desestabilizadora de "cierta prensa". Instalado en la Casa Rosada y en referencia a los trágicos acontecimientos del local bailable "República Cromagnón", el mandatario hizo imputaciones fuertes aunque vagas contra periodistas y medios.

Sus palabras fueron críticas y si bien se preocupó por diferenciar a los buenos periodistas de los malos y a la prensa seria de la prensa "amarilla", al no dar nombres ni especificar identidades su discurso trueca en una crítica genérica. Así las cosas, el observador puede sospechar que, en realidad, el mandatario no está criticando a la prensa "amarilla" sino a la prensa que lo cuestiona.

Nadie ignora que en las sociedades modernas la prensa amarilla existe. Por razones comerciales, suele producirse un tipo de periodismo sensacionalista más interesado en provocar efectos que en buscar verdades. A esa prensa superficial, manipuladora y frívola se la denomina con el término de "amarilla", en referencia a un diario norteamericano que en el siglo XIX imprimía en papel de color amarillo una sección de esas características.

La prensa "amarilla" parece ser uno de los males inevitables que generan las sociedades democráticas, el precio que debe pagar la libertad de prensa para existir como tal. Ya a mediados del siglo XIX, el pensador Alexis de Tocqueville advertía sobre los riesgos de un periodismo de esta naturaleza, pero al mismo tiempo señalaba que era preferible convivir con estos vicios a iniciar un proceso de censura que terminaría por suprimir a la prensa amarilla, pero también a la prensa seria.

¿Esto quiere decir que no se puede criticar a la prensa o que los periodistas son una corporación que funciona al margen de las leyes? Definitivamente no. Si bien es cierto que la prensa goza de especial protección constitucional a fin de que pueda llevar adelante su estratégico papel en una sociedad democrática, cuando se violan las leyes vigentes, los periodistas responden ante la Justicia como cualquier otro ciudadano.

Por otro lado, desde el simple vecino al presidente de la Nación tienen el derecho a criticar o manifestar sus diferencias con notas y columnas publicadas por los medios de prensa, sin que esa crítica se confunda con la intención de atacar a la libertad que le otorga sustento al periodismo.

El presidente Néstor Kirchner no se equivoca cuando dice ejercer el derecho a polemizar o a disentir con alguna opinión de la prensa que no comparta; pero yerra cuando no especifica a quiénes se refiere en su denuncia, motivo por el cual no se sabe si sus imputaciones tienen real fundamento. Entre tanto, la sospecha se extiende sobre toda la prensa.

Las ambigüedades, las imprecisiones, las medias palabras, las sugerencias son recursos habitualmente usados por el poder para hacer valer su influencia. La "media palabra" de Kirchner le permite ajustar cuentas con algún medio o algún periodista que lo ha fastidiado con sus críticas; acción que realiza mediante el empleo retórico de la figura de unas malintencionadas "plumas amarillas" que atentan contra el gobierno.

Se sabe que decir una verdad a medias es, en muchos casos, una manera de construir una mentira. En su discurso el presidente dice una verdad a medias y por lo tanto está ocultando una parte importante de la realidad. Si a Kirchner le molestan las declaraciones o los comentarios de ciertos periodistas debe rebatirlos con argumentos o, si faltan a la verdad o exceden los límites del debido respeto, puede iniciar las acciones legales correspondientes.

Ninguna de estas alternativas parece interesarle demasiado al presidente. Atendiendo a su estilo, pareciera que le resulta más cómodo y oportuno recurrir a palabras y figuras de seguro efecto político que a contradecir con solvencia las opiniones de algunos colegas.

Para finalizar, hay que decir que no es la prensa "amarilla" la que suele molestar al poder. Por el contrario, la que genera preocupaciones es la prensa seria, la que elabora sus materiales con responsabilidad, la que tiene un prestigio público ganado con esfuerzo, rigor profesional y coherencia intelectual, la que señala errores con el propósito de corregirlos.