Sueiro y sus misterios
Por Roberto Maurer

Víctor Sueiro se mueve peligrosamente justo en el límite de la religión organizada: da un paso en falso y cae en la magia negra. El empalagoso periodista ejerce una suerte de brujería legal, y su vinculación con la milagrería, es oportuno aclarar, no es aquella de la religiosidad popular sino la del operar mediático mercantil.

Su ciclo "Misterios & Milagros", volvió al aire con el especial "Los misterios del Papa", casi un título de Agatha Christie. Fue un buen lance de oportunismo, dado el delicado estado de salud de Wojtyla, de quien Sueiro arriesgó que "este Papa siembre estuvo rodeado de misterios de una manera mágica". Estaba definiendo su maniobra, que consistió en desviar hábilmente la vida de un hombre santo y su actividad profesional hacia una zona esotérica.

Sin embargo, la larga apertura fue reservada a los milagros del Padre Pío, a quien asoció al Papa polaco por el sólo hecho de haberlo canonizado. "El Padre Pío es uno de los más grandes misterios de la Iglesia Católica", planteó Sueiro, que continuamente llena nuestras vidas de misterios, como la curación de Pacho, que comenzó con vómitos y diarreas. Era peritonitis y cuando la medicina ya casi no podía con él, una tía llevó una estampita con la imagen del Padre Pío, en la cual reconocieron al monje que el día anterior había sido visto en el cuarto del enfermo. "Lo bendijo y desapareció", declaró la madre, mientras se observaban imágenes borrosas de un encapuchado que bien podía ser de Padre Coraje.

No tenía el apoyo de los católicos, ni de la Iglesia, que no lo dejaba celebrar. "Lo miraban raro", señaló Sueiro, aunque la desconfianza resulta razonable: Pío tenía la capacidad de estar en dos lugares al mismo tiempo y en la confesión no se le podía ocultar un pecado porque era vidente.

El Padre Pío no tuvo una vida fácil, porque "sufrió presencias demoníacas que lo castigaban y tiraban al suelo"; experimentaba la "transverberación", o sea un fuerte dolor en el pecho, "como si desde el cielo le arrojaran lanzas", y padecía de estigmas. Fue criticado por su mal carácter, pero motivos no le faltaron.

Sueiro siguió con Emilia, la mamá de Wojtyla, que en algún momento habría pensado en el aborto, por la sacrificada existencia de la familia, pero no tomó la terrible determinación, y entonces "gracias a esa mujer cayó la Unión Soviética", se apresuró a sostener. Solamente el pequeño Karol sobrevivió a la guerra: "Justo él, que estuvo a punto de no nacer, todo un misterio, un milagro. Preciosa historia". Siguen los misterios.

Luego recurrió a la numerología y demostró la influencia del cinco en el atentado de 1981, y en la vida del Papa. Fue un verdadero esfuerzo de Sueiro, que buscó y encontró cincos por todos lados.

A esa altura, Sueiro ya había creado un brujo: El Papa de Roma. Lo convirtió en buen exorcista, a través de dos casos de posesión diabólica, el de una joven "con voz distorsionada que pronunciaba frases incomprensibles", como Linda Blair en la película, y el de "una mujer que se arrastraba aullando y maldiciendo en latín", como si hubiera recibido la factura de la luz. También mostró "la foto que recorrió el mundo después del atentado", sin trucar, donde se ve una mujer parecida a Moria Casán que abraza al Papa y que, Sueiro asegura, es la Virgen de Fátima.

A tantos misterios se podría agregar otro: ¿cómo logra Sueiro que el público le crea? Es un milagro.