Coleccionistas para coleccionar (III)
El hombre manos de púa
Carlos Borgna trabajó toda su vida en radio y disquerías. Su pasión por la música lo llevó a conservar en su casa más de 5.000 discos de vinilo. Hoy comparte su tesoro con Nosotros, recuerda, se emociona y cuenta historias sobre sus ejemplares.

Los años y las nuevas tecnologías de reproducción musical condenaron al olvido a ese sonido tan único y cálido de los discos de pasta y de vinilo. Probablemente, un adolescente de hoy desconozca qué son 33 rpm o 45 rpm (revoluciones por minuto). Sin embargo, los viejos amantes de la música conservan estos antepasados del CD y la música digital. En algún viejo mueble familiar, apilados y solos, los discos recuerdan sus épocas de oro, cuando la púa les robaba sus mejores canciones.

"Te anticipo que tengo 5.000 long play -comienza Carlos Borgna. Son todos discos de vinilo, porque los de pasta se me rompieron mucho. Mi casa es un lío: hay pilas de discos en el dormitorio, en un galpón, detrás del sillón, sobre el ropero, desparramados por todos lados. Cuando los quiero compartir, como ahora, hago una pequeña selección de folclore, tango, bolero y melódico". Y con una nostalgia viva, coloca las cuatro pilas sobre la mesa.

Días de radio

La colección de Carlos está relacionada con toda una vida en la radio. "Yo empecé a trabajar en 1941 en LT 9, cuando tenía 17 años. Tengo unos recuerdos maravillosos porque fue mi segunda casa. Empecé como locutor tandero, que es el que lee los cartones de publicidad. A don Alfredo Roca, que era dueño de la emisora y amigo de mi familia, le gustó mi voz. Me jubilé hace casi 10 años, pero toda mi vida estuve pasando música".

Además, Borgna trabajó en una disquería muy famosa en su época, donde aprendió a relacionarse con la gente. "Fui jefe de la discoteca Roca-Soler. Tenía una manera distinta de atender a la gente. Nunca me quedaba detrás del mostrador y he hecho muchas amistades así. Hoy me encuentro gente en distintas situaciones y diferentes edades, que me dicen: `Cuánto le debo a usted, por la música que despertó', y eso para mí es una gran alegría", confiesa.

Cada vez que Borgna toma uno de los 5.000 ejemplares en sus manos, el dedo índice gira instintivamente sobre la tapa de mismo, como si fuera una púa, mientras cuenta la historia de ese long play. Porque recuerda todas las características: dónde lo compró, cuándo y quiénes estaban en la orquesta que grabó el disco. Una memoria prodigiosa.

"Empecé a juntar discos en 1941. El primero que me compré fue el de Juan Darienzo. Tenía la cumparsita en 78 rpm -recuerda. A todos los tengo con la fecha. El más antiguo es de 1930. Este es de Osvaldo Fresero y su orquesta 1922-1923. Aquí se puede ver cómo formaba este grupo en esos años".

Entre sus preferidos, están los discos de bolero y melódicos. "Lo que más me gusta es Frank Pourcel. Tengo como 20 long play de él. También me gusta mucho Ray Connif".

De discos y canas

Borgna vive solo en una casa del barrio sur. Más que nunca, la música es su compañera. La colección invade el lugar y en su stereo Philips giran los surcos de otros tiempos. "Para mí, la música es una compañía. En un momento que estás solo, escuchás música que te gusta y te sentís acompañado. Yo lagrimeo mucho".

El coleccionista ha decidido refugiar en su hogar la música que ya no se escucha en la radio, pero que fue testigo de su vida. "Me llama la atención que hoy por radio ya no se escucha la música de antes... no hay que olvidarse de la gente que peina canas", aconseja.

Ya no compra discos. Su colección está ahí, ni crece ni disminuye y es digna de un museo. "Esta colección es parte de mi vida, porque lo hice desde siempre. Ahora ya no compro discos, porque es todo de casetes y compacts. No me quiero despegar de mis discos, me sacan esto y me muero -asegura. Mis hijos me dicen que el día que me muera me los van a poner en el cajón".

Virginia Gutiérrez