Psicología
Bajo una mirada crítica
Las damos y tomamos. Las aceptamos, ignoramos, devolvemos o rechazamos. Siempre nos acompañan. Son la señal de que algo debe cambiar o enmendarse. Criticar es todo un arte, en el que es tan importante lo que se dice como la forma en que se dice.

Unos padres preocupados quieren corregir a un hijo que viene cosechando aplazos. El gerente de un restaurante enmienda a un camarero que ha desatendido a un cliente. Una mujer intenta hacerle ver a su pareja que la relación se está deteriorando. El entrenador quiere convencer a un jugador de que participe más. Una amiga le pide a otra que deje de fumar tanto.

Todas estas escenas tienen algo en común: son críticas, es decir, un comentario u opinión acerca del comportamiento, la actitud o forma de ser de una persona o grupo, que se consideran equivocadas o deficientes, cuyo objetivo es producir un cambio en el otro individuo.

Las críticas forman parte del "tira y afloja" que caracteriza todo vínculo entre las personas, y surgen con mayor frecuencia en el trabajo, la familia, la pareja o con los amigos. Se producen porque alguien percibe que algo no funciona bien, se ha cometido un error o una situación debe mejorar.

Pero, ¿pueden usarse las críticas en sentido constructivo? La respuesta es sí, siempre que las efectuemos con el contenido y en la forma adecuados, y que sean eso, críticas, en vez de encubrir otras motivaciones o problemas.

Que una crítica sea un estímulo o un freno en las relaciones depende de las dos partes implicadas: el que emite un juicio y el enjuiciado. Las críticas formuladas con contenido, comprensión y respeto propician el cambio, mientras que el comentario recibido con apertura, sin estar a la defensiva y con ganas de aprender, puede profundizar y sincerar las relaciones.

Qué hacer cuando nos reprenden

Para encajar bien los comentarios que cuestionan nuestra forma de ser, actuar o pensar, los expertos aconsejan seguir una serie de recomendaciones básicas, teniendo siempre en cuenta que negar la crítica o contracriticar a quien nos está cuestionando sólo conduce a una escalada de críticas sin sentido.

  • Analizar el comentario, parte por parte. Al recibir una crítica podemos estar de acuerdo con ella en todo, parte o nada. Se puede convenir con lo que se coincide, ya que reconocer un error es honesto.Respecto de la parte no coincidente, se puede indagar sobre la naturaleza real de la crítica, haciendo preguntas que faciliten su concreción. También se puede manifestar que se considera la crítica como una opinión y que, como tal, puede ser acertada, con lo cual no se da la razón a la otra persona, pero tampoco se le deja posibilidad de continuar criticándonos.En vez de interpretar la crítica como un hecho irrefutable y sentirnos mal con ella, podemos tomarla como una opinión -respetable, pero ajena-, con lo cual no nos sentimos tan mal, porque cada uno es libre de opinar lo que le parezca.
  • Identificar el signo de la crítica. Ante una reflexión constructiva, hay que agradecer el comentario, reflexionar sobre la misma para ver cómo puede ayudarnos a mejorar y darle su justa importancia, para no agobiarnos con ella.Si la crítica es injusta o improcedente, hay que pedir a la persona que nos la ha hecho que sea más respetuosa y educada, entender que el ataque puede ser una manera del otro de defenderse, poner límites para que sepa que no puede hablarnos así, y no dejar que esa crítica merme nuestra autoestima.
  • Cuidado con la dependencia emocional. Cuanto mayor sea la necesidad de aprobación, mayor es el pavor a que nos acusen o critiquen. Las críticas son un espejo para aprender de nosotros, pero nunca la vara con la cual medir nuestra valía personal. Es preciso dejar de pender del hilo de la valoración ajena y equilibrar nuestra visión, entre nuestra apreciación interna y la de los demás, entre lo bueno y lo malo que todos poseemos.
  • Superar el miedo. Cuando a alguien le falta confianza para encarar las críticas, puede sentirse paralizado por el temor o acceder, manteniendo una actitud acorde con lo que se espera de ella. Pero hay que hacer lo que tanto se teme: arriesgarse a decir lo que uno se calla.
  • Evitar manipulaciones. Quien da más peso a la opinión ajena que a la propia no reconoce su propio poder y se lo entrega a otros. Se convierte, así, en presa fácil de la manipulación, a través de las críticas y del sentimiento de culpabilidad. Estas personas deben saber que no se puede caer bien a todos, que tienen derecho a hacer valer sus opiniones, y que pueden perdonarse las equivocaciones como un paso para corregirlas.
  • Aumentar la receptividad. Escuchar las críticas requiere humildad, porque es fácil reaccionar defensivamente a la desaprobación, pero es difícil reconocer las verdades sobre uno. Si se hace un comentario y se espera ser escuchado, también se debe estar preparado para atender las observaciones de otros.
  • Asumir que puede ser cierto. La crítica que nace y se recibe desde la comprensión de que todos tenemos fallos y defectos es la que más ayuda brinda, y permite sacar luz a las cualidades que todos poseemos.
  • Secretos para criticar en positivo

    Hacer una crítica es una experiencia peligrosa, que puede crear distancia con los demás y nuevos conflictos. Éstos son los pasos que, según los expertos, hay que seguir para que sea constructiva y mejor escuchada, y a fin de que, además, produzca un cambio positivo.

  • Preparar la situación. La efectividad de una crítica depende de cómo se efectúa y en qué momento. Por ello, conviene diseñar la situación y las palabras que se van a decir, de modo que exprese de forma tranquila lo que preocupa, en un ambiente relajado, sin ruidos y sin la presión que supone la llegada del alguien que pueda interrumpir o la prisa por terminar rápido e irse. Ambos, crítico y criticado, deben sentirse distendidos.
  • Comenzar con un elogio. Es más fácil escuchar cosas desagradables respecto de uno si antes se ha reconocido alguna virtud. Para que el otro esté mejor dispuesto a aceptar nuestra crítica, el elogio debe hacerse con aprecio sincero, y no como un mero recurso para ganarse al otro.
  • Admitir primero los propios errores. Si reconoce de entrada que uno también se equivoca, al otro le resultará más cómodo admitir sus fallos.
  • Expresarse en positivo. Criticar es una forma de comunicación, una vía para mejorar las relaciones o la práctica honesta de decir lo que se siente o piensa; nunca puede ser una ofensa o una humillación.
  • Describir lo que se quiere cambiar. La crítica debe centrarse en una conducta que se pueda observar y cambiar. Explique, uno a uno, los problemas y sus consecuencias negativas, o exponga qué sentimientos produce el comportamiento criticado en la persona que lo critica.
  • Sugerir en vez de exigir. Si se hacen sugerencias, el otro no se sentirá obligado y actuará con mejor voluntad. Mejor, buscar la cooperación y dar la oportunidad a los demás de pensar y hacer por sí mismos.
  • Plantear opciones. No hay que limitarse a enfatizar los aspectos negativos de la situación, sino hacer partícipe del problema al criticado y ser positivo, solicitando posibles soluciones y sugiriendo algunas alternativas. Una crítica bien hecha aporta criterios para el cambio e información útil para que la otra persona mejore su comportamiento.
  • Animarse a corregir los errores. En vez de decir a alguien que "no sirve", lo cual anula su incentivo de mejorar, hay que alentarlo y darle a entender que tenemos fe en su capacidad, lo cual lo estimula a superarse. Al pedir algo, hay que recalcar los beneficios que puede recibir la persona, pero pensándolos desde sus valores y deseos.
  • Ofrecer su colaboración. Una crítica es una avenida, un intercambio de ideas. No puede efectuarse desde la suficiencia o desde una actitud de superioridad. Hay que escuchar la opinión del otro respecto de la crítica, y estar dispuesto a modificar la propia posición si surgen nuevos elementos de juicio o puntos de vista. Como incentivo para lograr un cambio, es útil comprometerse a colaborar para resolver la situación.
  • Ante todo, mucha calma. Hay que tratar de corregir con serenidad y nunca bajo un estado emocional de agitación, enfado o ira, porque así no pueden controlarse las palabras ni el tono, ni se calcula el riesgo, ni se acierta en el blanco. Las maneras hostiles dejan en segundo plano lo que se dice. Si sentimos que vamos a estallar, es mejor aplazar la crítica hasta el momento oportuno, en que haya amainado la tormenta emocional.
  • Usar un tono conciliador. Para lograr que una persona se abra a la crítica, en vez de cerrarse, es más inteligente evitar los modos tajantes e impositivos y optar por las maneras persuasivas: siempre son mejores palabras tales como "Me gustaría que...", que invitan al cambio, ante otras del estilo "íQue sea la última vez...!", lo que hace que el otro levante la guardia y sea menos receptivo.
  • María Jesús Ribas