Primeras asistentes sociales santafesinas
Mediadoras de la vida
La Escuela de Servicio Social de Santa Fe surgió de una necesidad: se requería un profesional idóneo para trabajar con los sectores marginados de la sociedad, y el Estado decidió que debían tener una formación técnica. Así surgieron las primeras egresadas, pioneras que rompieron con el rol tradicional de la mujer en la época.

Corría la mitad de la década de 1930. En las márgenes de la entonces Santa Fe comenzaban a formarse los primeros barrios -los más pobres- que terminarían delineando el límite oeste de la ciudad. Sus pobladores llegaban del campo, empobrecidos por la crisis socioeconómica que se desencadenó a partir del proceso de industrialización surgido de una nueva orientación de la economía, basada en la sustitución de importaciones.

Esto dio lugar a un incremento en las migraciones internas. Empezaron a surgir entonces, en las grandes urbes, asentamientos de gente que emigraba del campo para buscar nuevos horizontes en la ciudad. Y se modificó notablemente la fisonomía de Santa Fe.

Estos nuevos actores sociales empezaron a plantear diferentes exigencias al Estado, el que comenzó a reformular su rol, a escuchar esas demandas y a plantear estrategias de acción que tenían que ver con la asistencia social. En ese proceso también se empezó a resignificar la idea de la pobreza y se pasó de la caridad y la beneficencia al concepto de justicia social y de derecho.

En este contexto, el Estado santafesino tomó la iniciativa de implementar políticas sociales renovadas, que tuvieran en cuenta a las familias más empobrecidas, en pos de mejorar su calidad de vida. Frente a ese panorama decidió crear la Escuela de Servicio Social en el ámbito provincial, una institución educativa de donde surgieran técnicos idóneos para desempeñar esas tareas.

Era la tercera escuela que se creaba en el país y fueron sus primeros egresados (42 mujeres y 2 hombres), los encargados de cimentar el desarrollo profesional posterior. Estas personas debieron hacer frente a una serie de problemas sociales cotidianos que presentaban aquellas familias: hombres sin trabajo, viudas con muchos hijos, mujeres solas, niños desamparados, vicios, corruptelas sociales, promiscuidad, abandono, enfermedades e invalidez.

Pero no se amedrentaron. La mayoría de las primeras asistentes sociales -a las cuales se podría definir como pioneras- tenía una fuerte vocación de servicio (ya demostrada en el hecho de que muchas eran docentes) y estaban dispuestas a "ponerse en el lugar del otro, escuchar lo que le pasaba, reconocer sus necesidades" y sacrificarse por ese prójimo, entregarse a los demás con su trabajo. Asumieron, de esta manera, un rol de intermediarias entre el Estado y los pobres.

Contexto de cambios

La licenciada en Trabajo Social Alicia Genolet encaró una investigación sobre el nacimiento de la Escuela de Servicio Social de Santa Fe, el 25 de marzo de 1943, y el contexto en que ese hecho se concretó. De este modo, analizó las características de la sociedad santafesina en la década que va desde 1930 a 1943.

A esta investigación, titulada "La problemática de la asistencia social en un contexto de cambios (de la crisis de 1930 al fin de la guerra). La experiencia de la Escuela de Asistentes Sociales de Santa Fe y sus primeras egresadas" la encaró como tesis de la Maestría en Investigación Científica, que realizó -bajo la dirección de la Dra. Marta Bonaudo- en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

"Tengo una deuda con las primeras asistentes sociales que se matricularon en Santa Fe, porque abrieron el campo profesional y fueron creando distintos espacios en las instituciones", explicó Alicia Genolet a Nosotros.

De las 44 personas que se recibieron en la primera promoción (42 mujeres y 2 hombres), muchas ya murieron, pero Alicia consiguió ponerse en contacto y entrevistar a 12 mujeres que hoy tienen entre 83 y 84 años: Teresa Vigetti (quien falleció en el transcurso de esta investigación), Olga de la Ballina, Olga Rousseau, Renée Garasino, Marta de Buzzi, Edith Bello Leiva, Mabel Bulacio, Yolanda Yori, Yolanda Pottoliccio, Leonor Bedetti, Rosa Cardarelli y Edith De Petre.

Pioneras del trabajo social

Alicia Genolet llama a las integrantes de aquella primera promoción, "pioneras del trabajo social, porque pusieron mucha energía para abrir el campo profesional en su momento". Y explica que las mujeres que ingresaron a la carrera en 1943, en su mayoría eran maestras que tenían hasta 35 años y muchas estudiaron esta profesión para complementar su formación como docentes.

"Teresa Vigetti contó que cuando se abrió la escuela, fueron muchas maestras porque lo tomaron como una forma de perfeccionarse y ascender en sus carreras profesionales, ya que por entonces no había ninguna otra forma de hacerlo", contó Genolet.

También destacó otros rasgos de esas mujeres que en los primeros años de la década del 40 seguían una carrera terciaria: "Algunas empezaron a estudiar apenas recibidas de maestras y otras habían ejercido durante un tiempo como docentes; cuatro estudiaron -además- otras, como Profesorado de Filosofía, Ciencias Económicas, Enfermería y Visitadora de Higiene. Sólo 44 terminaron los estudios de Trabajo Social; se autodenominaron pioneras de esta profesión, lo que constituyó para ellas un motivo de orgullo. Pertenecían a familias de clase media y sus padres fueron empleados de banco, ferrocarril, correo, docentes y comerciantes. Las expectativas con respecto a sus hijos, eran que estudiaran y fueran profesionales; los hermanos siguieron carreras universitarias o terciarias, lo que se cumplió en todos los casos".

En este sentido, la autora recordó que "una de ellas decía que en el ambiente familiar no les exigían sino que les hacían querer estudiar porque había cierto nivel de charla en la mesa familiar, en donde se seguía hablando de estudios y de ciertos temas de interés, no de cosas triviales".

La elección de la profesión obedeció a diferentes inquietudes personales: en algunos casos estuvo relacionada a la sensibilidad fomentada en sus casas frente a la pobreza, en otras fue la necesidad de ampliar los estudios docentes -como se dijo- y, por último, la falta de posibilidades para las mujeres de esa época, de estudiar carreras que nos las obligaran a distanciarse de sus familias. Por ejemplo, algunas habían querido estudiar Obstetricia o Psicología en Rosario y sus padres no se lo permitieron.

Una respuesta a las necesidades

El trabajo que debieron desarrollar estas mujeres en el campo profesional no fue sencillo. "Fueron armando ese espacio y al principio les costó mucho delimitar lo que hacía una asistente social, como se denominaba en esa época, de lo que hacía un enfermero o una visitadora de salud -explicó la autora de la investigación-. Se confundían mucho los límites, inclusive porque el trabajo venía ligado a la salud. Ellas luchaban mucho para ver cuál era el límite de su campo para trabajar sobre los problemas sociales, es decir, las necesidades de la gente".

Algunas contaban que a veces la gente les golpeaba la puerta de sus casas para comunicarles qué estaban necesitando. Esto le pasaba -por ejemplo- a Leonor Bedetti, quien inició el trabajo en Santo Tomé.

Alicia Genolet señaló que la formación era mucho más amplia que lo referido al ámbito de la salud e incluía el tema de los derechos. "Una de las cuestiones que empieza a hablarse en ese contexto es la de justicia social: cómo alcanzar mayor justicia para los sectores más empobrecidos. La formación tendía a alcanzar un mejor estado de justicia social en derecho y también en el ideal. Aunque después, en la práctica, había muchas dificultades para alcanzar realmente mejoras en la condición de la gente", reconoció.

Estas pioneras fueron "construyendo" su lugar en las instituciones, referido a la minoridad, la vivienda y la acción social en general. Se fueron abriendo espacios para desempeñarse en los siguientes campos: servicio social escolar (hoy no existe), educación especial con ciegos, viviendas, servicio social hospitalario, patronato de menores, juzgado de menores, departamento de Servicio Social en la Administración Nacional del Agua, servicio social rural.

En este sentido, Genolet explicó que "en ese momento existían las Agencias de Servicio Social, que eran unidades descentralizadas que estaban en los barrios, y ahí las asistentes sociales captaban las necesidades de la gente. Ellas recuerdan que allí eran muy apreciadas y valoradas, y consideraban a su trabajo comparable con las directoras de escuela en ese momento, en el sentido de que eran figuras muy respetadas en el barrio. Ellas canalizaban las demandas de la gente, pero cuentan que siempre las necesidades eran más que las respuestas. Estaban en el medio: veían las necesidades y no tenían mucho para dar respuesta después, aun cuando había una decisión política de brindar soluciones".

Trabajo a pulmón

Fue así que se abrieron muchos puestos de trabajo para este tipo de actividades y comenzó a requerirse la acreditación correspondiente de estas profesionales. Anteriormente en esos cargos se desempeñaban personas voluntarias o idóneas y a partir de ese momento se empezaron a pedir personas con título de asistente social.

Una de las mujeres entrevistadas por la investigadora, Yolanda Pottoliccio, relató que había organizado el centro de acción social de Esperanza; viajaba a las 6 de la mañana y volvía a las 7 de la tarde. "Era un centro en donde las madres dejaban a los chicos cuando iban a trabajar. Ella lo organizó con los médicos y los odontólogos, distribuía el trabajo del personal, conseguía las camas para el bebé... hacía todo a pulmón", acotó Genolet.

Muchas trabajaban en poblaciones del interior, como San Carlos Centro, Cayastacito, San Jerónimo del Sauce, Esperanza, Santo Tomé, Romang, Sunchales y Moisés Ville. De allí que algunas debieron radicaron en esos lugares mientras otras viajaban todos los días.

El trabajo de las primeras asistentes sociales consistía en asistir a las familias, con intervención en su vida cotidiana. Podían entrar a los hogares y hablar con la gente. "El trabajo estaba cargado de una connotación moral, porque ellas educaban: enseñaban hábitos de higiene, alimentación o el cuidado de los niños -enumera. Ahora se puede cuestionar esa intromisión del profesional en las casas de las familias, pero en esa época tenía todo un sentido que refería al cuidado de la población para evitar la mortalidad infantil".

El Estado asistencial

Hasta la década del 40, la tarea asistencial era canalizada por la Sociedad de Beneficencia, institución que hoy todavía existe y desarrolla sus actividades a través del hospital Cullen de nuestra ciudad.

La Sociedad de Beneficencia trabajaba en ese momento en el Hospital de la Caridad (hoy Cullen) y el Asilo de Menores Madres (que cobijaba a menores madres hasta los 18 años). Por entonces, completaban esa acción social otras instituciones santafesinas, como la Sociedad Conferencias de Señoras San Vicente de Paul, el Hogar Atanasia Hernando de Durán, la Asociación El Centavo y el Patronato de Leprosos.

Por eso, la licenciada Alicia Genolet mencionó que la apertura de la Escuela de Asistentes Sociales tiene relación con una serie de acciones que el propio Estado empieza a organizar en materia de asistencia social. Era la época de los gobiernos conservadores en Santa Fe, entre 1937 a 1943.

"Ellos empezaron a hacer acciones, fundamentalmente para ampliar la política de asistencia social que se estaba dando hasta ese momento, creando estructuras en las instituciones para atender la pobreza y entender en materia de salud de la población".

En ese marco fue sancionada la ley N° 3.069, de asistencia social, que fue promulgada el 16 de setiembre de 1942. En ella, se establece la creación de una Escuela de Asistentes Sociales, que comenzó a funcionar el 25 de marzo de 1943. Esa norma tiene como fin "la protección de la maternidad y de la infancia, la acción social alimentaria, el aprendizaje de oficios y manualidades, y el espacio del turismo para las familias obreras y los centros culturales, de sana diversión. Es algo novedoso porque era anterior a los gobiernos peronistas, que toman algunos de estos ejes para instalar un estado de bienestar", agregó Genolet.

En un primer momento, la escuela funcionó en Rivadavia 2933, donde actualmente está la escuela Bustos, y después se fue trasladando a distintos lugares. Recién a fines de los 80 consiguió tener una sede propia, Mariano Comas 2688.

Incumbencias

Actualmente, la tarea de estos profesionales ha diferido mucho en relación a la de aquellas pioneras de la primera promoción de la Escuela de Servicio Social, según la Lic. Alicia Genolet. "Hoy el trabajador social se inserta en equipos interdisciplinarios, hay abordajes de temáticas específicas, que son las mismas que abrieron las pioneras, como educación, salud, las municipalidades", aseguró.

Explicó que "las problemáticas son cada vez más complejas. La pobreza se ha incrementado mucho más que en la década del 40 y también se sumaron nuevas poblaciones a dicho universo. En aquella época, había pobres estructurales y hoy ya hay una nueva pobreza, cuyos integrantes son sectores de clase media empobrecida. Eso hace mucho más complejo el panorama del trabajo y también se requiere de intervenciones más pensadas desde los equipos".

"Pretendemos trabajar en la idea de que estos pobres sean conscientes de sus derechos y de sus responsabilidades como ciudadanos y que puedan participar más activamente en la resolución de sus problemas -señaló Genolet-. No se trata solamente de esperar el asistencialismo del Estado, sino de que todos seamos capaces de proponer y de generar acciones para mejorar nuestra calidad de vida".

Mariana Rivera