Después de Katrina

Las heridas abiertas de Nueva Orleans

Lo que fuera el elegante distrito financiero de Nueva Orleans, tanto como el resto de la ciudad, exhibe hoy las huellas que dejó a su paso el huracán Katrina. Foto: Agencia AFP. 

Lentamente, los pobladores de la populosa ciudad del sur de Estados Unidos comienzan a volver a sus hogares para tratar de empezar de nuevo. Pero los problemas son muchos y las soluciones, complicadas.

Nueva Orleans, la capital mundial del jazz y del blues, que hace poco más de un mes fue devastada por el huracán Katrina, sigue sin reponerse de la catástrofe y ofrece un paisaje apocalíptico, pese a que ya se drenó el agua que por semanas la mantuvo inundada.

Al entrar a Nueva Orleans al caer la tarde, la imagen es la de una película de Alfred Hitchcock: cuervos que sobrevuelan las calles desiertas, árboles caídos sobre casas con sus techos derrumbados, autobuses atravesados en las avenidas.

El habitual color verde de esta ciudad de frondosa vegetación casi no existe; ha sido reemplazado por el marrón del barro pestilente que dejó el drenaje de las inundaciones.

Después del paso de Katrina el 29 de agosto, el huracán Rita provocó menos daños que los que se temían, pero la ciudad resultó nuevamente inundada, esta vez, en un 15 % en un barrio pobre en el este, debido a la rotura de un dique.

Sin embargo, se van recuperando las señales de vida, como en Algiers, un barrio en el sudeste de la ciudad donde los residentes evacuados fueron autorizados a regresar, al igual que los comerciantes del centro de la ciudad.

Los vuelos comerciales también se reanudaron en el aeropuerto y la electricidad fue restablecida en algunas calles de la zona financiera, así como en el Barrio Francés, centro histórico y pulmón turístico de la metrópoli.

"Avanzamos: los comercios reabren, tenemos hospitales accesibles... Si seguimos en esta dirección, tendremos un significativo retorno de pobladores a las zonas secas de la ciudad", declaró el alcalde Ray Nagin.

"Cuando llegamos, el clima estaba tenso. Pero luego encontramos un lavadero abierto, restaurantes, y vimos gente que volvía", se congratuló el teniente coronel Mike Pierson de la Fuerza Aérea, quien llegó el 4 de setiembre a la ciudad.

No obstante, el trabajo que falta es titánico: ejércitos de obreros que reparan los cables del suministro eléctrico y telefónico se cruzan permanentemente con equipos de inmigrantes que limpian las calles, a quienes se suman los 9.000 militares desplegados por toda la ciudad, entre guardias nacionales (4.000) y soldados (5.000).

Los diques principales, reparados en forma provisoria, deberán ser reconstruidos.

La alcaldía no pretende endulzar el panorama: "Entran a su propio riesgo (...) Hay todavía muchos problemas de salud y seguridad", advirtió en un comunicado en el que precisó que niños y ancianos no deberían arriesgarse a volver.

Se suman otros problemas para quienes desean retornar a sus hogares: hay toque de queda desde las 18 hasta las 8 de la mañana, los hospitales tienen capacidades limitadas, las escuelas permanecen cerradas y no hay servicio de recolección de basura.

La mayor parte de la ciudad, de 485.000 habitantes, sigue vacía, sin música, sin electricidad ni agua potable, mientras que muchas calles aún no fueron liberadas de la gran cantidad de hierros retorcidos y basura, arrastrada por las inundaciones.

Daniel Finnigan, artista, de 32 años, se lamenta por la lentitud de los avances: "Lo primero que deben resolver es la cuestión del agua, de la electricidad. El Barrio Francés, que está a apenas una veintena de cuadras de aquí, tiene todas esas cosas, pero nosotros, no.

"Es un pueblo fantasma donde cada tanto se ve un humvee y más nada", destaca, con referencia a los vehículos militares blindados que patrullan. "El mayor desafío aquí es permanecer con el espíritu sano".

Por Michaela Cancela-Kieffer y Laurent Thomet (AFP)